martes, 19 de enero de 2021

El concepto de "Diferencia" para Paulo Freire


DIFERENCIA

La diferencia, como tantos otros marcadores del pensamiento freiriano, tiene como base la dialogicidad, el saber hablar y saber oír, que sustenta sus propuestas de educación y de transformación social. Para Freire, “Aceptar y respetar la diferencia es una de esas virtudes sin la que no se puede dar la posibilidad de escuchar” (FREIRE). Sin escuchar no hay diálogo, hay monólogo; y este es un terreno fértil para la imposición de valores, la invasión cultural y la dominación.


Al establecer las características fundamentales del diálogo (amor, humildad, fe en las personas, esperanza y pensar crítico), Freire aleja cualquier posibilidad de irrespeto a las diferencias. “¿Cómo puedo dialogar si me admito como un hombre diferente, virtuoso por herencia, frente a los otros, meros “esto”, en quien no reconozco otros yo?”. Sin embargo, al exigir de la persona la humildad, el respeto a la diferencia, no la convierte en un ser sumiso frente a la arrogancia de los otros. “La humildad expresa, al contrario, una de las raras certezas que poseo: la de que nadie es superior a nadie”. La carencia de humildad en las personas, que se manifiesta en actitudes arrogantes y de falsa superioridad “de una persona sobre otra, de un género sobre otro, de una clase o de una cultura sobre otra, es una transgresión de la vocación humana del ser más” .

O sea, el tema de la diferencia hace parte de toda la discusión hecha por Freire respecto al compromiso del ser humano con la humanización del mundo. Además de ello, el reconocimiento y el respeto a la diferencia abarca en Freire, la perspectiva de un diálogo más amplio, que puede ser percibido en dimensiones interculturales. En esa dirección, Freire cuestiona: “¿Cómo estar abierto a las formas de ser, de pensar, de valorar, de otras culturas, consideradas por nosotros demasiado extrañas y exóticas?”.

La diferencia en Freire, por estar vinculada a la praxis humanista, se constituye en el motor de la curiosidad que moviliza y nutre el acto de conocer, exigiendo humildad y compromiso con la palabra, pues decir su palabra no es privilegio de algunos, sino un derecho de todas las personas.
Aquí su abordaje encuentra eco en la autonomía, en la producción del hombre por sí mismo, en las relaciones con el mundo. En esas prácticas la persona asume un compromiso ético con la palabra, en cuanto autovaloración, como expresión de sí misma. Con ella empeña los valores de su nombre, de su familia, de su identidad y realiza su poiesis. En las palabras de Castro, “la poiesis es la permanencia concreta como identidad, memoria y lenguaje del incesante manifestarse de lo real. Por ello, la poiesis siempre es ética, por ser lenguaje del ser” (CASTRO).

Pensar la diferencia, el derecho a su producción y expresión, sobre las bases de una propuesta teórico-metodológica, de un conjunto de prácticas pedagógicas críticas, es proponer una abertura del ser a sí mismo, a los otros y al mundo como camino para la evolución histórico-sociocultural de todos. Inspirada en Freire, Loureiro  afirma que “la persona que se abre a sí misma, al otro y al mundo, construyendo relaciones auténticas y una mirada crítica sobre la realidad, inaugura la relación dialógica con esa abertura”.

La concepción de diferencia en el pensamiento de Paulo Freire sobrepasa los límites de lo que llamamos categoría o concepto, convirtiéndose, por estar vinculada a la praxis, en un marcador operacional de comunicabilidad y de reciprocidad en la medida que proviene de su comprensión del ser humano, de la identidad humana como “un ser de relaciones en un mundo de relaciones”.

En el tenor de este abordaje de la diferencia, del derecho de ser y de producir diferencia, como una exigencia ontológica, Freire defiende la autonomía del ser humano y su autoría en  niveles cada vez más complejos, debido a que son construidos en el diálogo consigo mismo y con un mundo también cada vez más complejo. Al sobrepasar sus límites, la producción de la diferencia potencializa la unificación del humano en torno a su vocación ontológica: ser más. Ahí reside el respeto de Freire a la importancia cósmica de la existencia y de la presencia del otro en el mundo. En ese sentido, el pensamiento freiriano converge con una máxima de Teilhard de Chardin: “Ser es unirse a sí mismo, o unir a los otros” (En: ARCHANJO).

Contrario a la negligencia de la sociedad con relación al respeto a las diferencias y a los límites de la libertad y de la voluntad humana, Freire produjo un conjunto de “cartas pedagógicas”, reunidas en su último libro: Pedagogía de la indignación. Para Freire, todo educador necesita, al asumirse como ser humano en las relaciones con el mundo, asumir un compromiso sin tregua con la autoridad y con la libertad. Convivir con la diferencia lleva a Freire a convencerse de que la educación que pretenda estar “al servicio de la boniteza de la presencia humana en el mundo, al servicio de la seriedad de la rigurosidad ética, de la justicia, de la firmeza del carácter, del respeto a las diferencias (…) no puede realizarse distante de la tensa y dramática relación entre autoridad y libertad”.




Autor Felipe Gustsack

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