El término “ecología” resulta de la unión de
la palabra griega oikos, que significa casa, y logos, que significa estudio o
tratado. En las décadas de 1960 y 1970, la ecología se caracterizaba como el
estudio de las relaciones entre los seres vivos entre sí y éstos con el medio
ambiente. Deonísio da Silva comenta la nota Ecología afirmando que “inicialmente
era una rama de la biología, pero en el transcurso de las últimas décadas
consolidó su emancipación científica, ocupándose también del impacto de los
procesos tecnológicos que alteran las condiciones de la vida humana en el
intercambio con otros seres que habitan esta misma casa, la Tierra” (SILVA).
El filósofo francés Edgar Morin comenta que el término
griego oikos, que significa hábitat, dio su origen a la ecología y a la ecúmena
(la tierra habitada, concebida como universo). Para el autor de O Método, la
noción de ecología aparece como Haeckel (1866), que instituyó un nuevo campo en
las ciencias biológicas: el de las relaciones entre los seres vivos y los
medios donde viven (MORIN).
Para Fritjof Capra, uno de los más conocidos
físicos-teóricos de la actualidad, investigador y divulgador del pensamiento
ecológico, la noción de Ecología debe “concebir el mundo como un todo
integrado” y no solo “centrado en el ser humano”. Es por eso que este cientista
californiano entiende el concepto de “visión ecológica” solamente cuando el
término “fuera empleado en un sentido mucho más amplio y profundo que el
usual”. De ahí el denominar “Ecología Profunda” como un concepto emergente a
partir de un paradigma denominado por él de “visión de mundo holista, que
concibe al mundo como un todo integrado y no como una colección de partes
disociadas”. Para el autor de O Tao da Física, “la percepción ecológica
profunda reconoce la interdependencia fundamental de todos los fenómenos y el
hecho de que, individuos y sociedades estamos todos encajados en los procesos y
ciclos de la naturaleza” (CAPRA).
Paulo Freire destaca que “la ecología gana una importancia
fundamental en este fin de siglo. Ella tiene que estar presente en cualquier
práctica educativa de carácter social, crítico y liberador” (FREIRE,).
Tanto en Capra como en Freire se percibe la emancipación o
mayoría de edad del concepto de ecología, exactamente por adquirir la comprensión
de que los procesos naturales interfieren objetivamente en las esferas
subjetivas de la conciencia humana y ésta, a su vez, en las instancias
objetivas de la naturaleza.
Cuando Paulo Freire afirma que “urge que asumamos el deber
de luchar por los principios éticos más fundamentales como el respeto a la vida
de los seres humanos, a la vida de otros animales, a la vida de los pájaros, a
la vida de los ríos y bosques” (FREIRE) él quiere enfatizar exactamente la
co-pertenencia a aquello que Capra denomina
“la tela de la vida”, esto es, la percepción de que la característica de
la ética ecologista reside justamente en la urgencia necesaria de que
redimensionemos nuestros valores, ya no más a partir de una concepción
antropocéntrica, sino de “una visión de mundo que reconoce el valor inherente
de la vida no humana” (CAPRA).
Es muy importante recordar “que Paulo Freire escribe en su
Pedagogia da indignação: “No creo en la amorosidad entre mujeres y hombres,
entre los seres humanos, si no somos capaces de amar al mundo” (FREIRE).
Amar al mundo según Freire, preside nuestra capacidad de
amarnos y corresponsabilizarnos por la casa común, la Tierra. La frase de
Freire sintetiza de manera magistral su amor por todo lo que es natural. Por lo
que es de la Vida.
A pesar de que el término Ecología aparece solamente en sus
últimos escritos, lo cierto es que la praxis ecológica humana podría ser el
otro nombre de la inmensa producción intelectual relativa al ideario
político-pedagógico freiriano. Probablemente sea ese el sentido que caracteriza
a la “eco pedagogía” a la que Moacir
Gadotti hace referencia en sus obras y que vuelve a enfatizar en la
Presentación a la cuarta edición brasileña de “Ecopedagogia e cidadania
planetária”, de Francisco Gutiérrez, esto es, como “una pedagogía que promueve
el aprendizaje del sentido de las cosas a partir de la vida cotidiana” (GADOTTI
apud GUTIÉRREZ). Para el autor de Pedagogia da terra, Paulo Freire “puede ser
considerado uno de los inspiradores de la ecopedagogia con su método de
aprendizaje a partir de lo cotidiano. Son principios fundamentales de la
pedagogía freiriana” (GADOTTI).
Podemos entender tanto la Ecología Profunda como la
amorosidad presente en el legado freiriano como elementos significativos
sintónicos con el pensamiento de la complejidad, donde “la conciencia ecológica
se profundiza en conciencia eco -antropológica; se desarrolla como conciencia
política en la toma de conciencia de que la desorganización de la naturaleza
suscita el problema de la organización de la sociedad. Esa conciencia
eco-política, suscita un “movimiento” de mil formas individuales (éticas y
dietéticas) y colectivas, existenciales y militantes” (MORIN).
Sin querer polemizar sobre las muchas y variadas vertientes
que cohabitan en el concepto de ecología, sean ellas sensatas,
sensacionalistas, a lo largo de las últimas décadas del siglo pasado, creemos
que propuestas como “ecomunitarismo”, cuya paternidad se debe al filósofo Sírio
López Velasco, se revelan fecundas y realizadoras, en el ideal freiriano, en el
sentido de una inserción y transformación de la realidad antropológica social
consubstanciada en el trabajo permanente de rescate de la dignidad del
sujeto/individuo. Todo ser oprimido puede y debe ser más al entender que sus
situaciones límites son desafíos que demandan la solidaridad amorosa de los
seres humanos comprometidos con un ideal de vida y de mundo, de insospechable
eticidad y de comprobada radicalidad en la transformación
socio-político-cultural, a fin de que la autonomía del sujeto sea la verdadera
bandera erguida por el asta de la auténtica realización de la humanización del
humano.
Autor Humberto Calloni
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