Por: Leonardo Boff
La pandemia actual del coronavirus representa una
oportunidad única para que repensemos nuestro modo de habitar la Casa Común, la
forma cómo producimos, consumimos y nos relacionamos con la naturaleza.
Ha llegado la hora de cuestionar las virtudes del
orden capitalista: la acumulación ilimitada, la competición, el individualismo,
el consumismo, el despilfarro, la indiferencia frente a la miseria de millones
de personas, la reducción del Estado y la exaltación del lema de Wallstreet:
“greed is good” (la avaricia es buena). Todo esto se ha puesto en jaque ahora.
Aquel ya no puede continuar.
Lo que nos podrá salvar ahora no son las empresas
privadas sino el Estado con sus políticas sanitarias generales, atacado siempre
por el sistema del mercado “libre”, y serán las virtudes del nuevo paradigma,
defendidas por muchos y por mí, el cuidado, la solidaridad social, la
corresponsabilidad y la compasión.
El primero en ver la urgencia de este cambio ha
sido el presidente francés, neoliberal y proveniente del mundo de las finanzas,
E. Macron. Lo dijo bien claro: “Queridos compatriotas, “Mañana tendremos tiempo
de sacar lecciones del momento que atravesamos, cuestionar el modelo de
desarrollo que nuestro mundo escogió hace décadas y que muestra sus fallos a la
luz del día, cuestionar las debilidades de nuestras democracias. Lo que revela
esta pandemia es que la salud gratuita, sin condiciones de ingresos, de
historia personal o de profesión, y nuestro Estado de Bienestar Social no son
costes o cargas sino bienes preciosos, unos beneficios indispensables cuando el
destino llama a la puerta. Lo que esta pandemia revela es que existen bienes y
servicios que deben quedar fuera de las leyes del mercado”.
Aquí se muestra la plena conciencia de que una
economía sólo de mercado, que mercantiliza todo, y su expresión política, el
neoliberalismo, son maléficas para la sociedad y para el futuro de la vida.
Todavía más contundente fue la periodista Naomi
Klein, una de las más perspicaces críticas del sistema-mundo, que sirve de
título a este artículo: “El coronavirus es el perfecto desastre para el
capitalismo del desastre”.
Esta pandemia ha producido el colapso del mercado
de valores (bolsas), el corazón de este sistema especulativo, individualista y
anti-vida, como lo llama el Papa Francisco. Este sistema viola la ley más
universal del cosmos, de la naturaleza y del ser humano: la interdependencia de
todos con todos; que no existe ningún ser, mucho menos nosotros los humanos,
como una isla desconectada de todo lo demás. Más aún: no reconoce que somos
parte de la naturaleza y que la Tierra no nos pertenece para explotarla a
nuestro antojo; nosotros pertenecemos a la Tierra.
En la visión de los mejores cosmólogos y
astronautas que ven la unidad de la Tierra y la humanidad, somos esa parte de
la Tierra que siente, piensa, ama, cuida y venera. Sobreexplotando la
naturaleza y la Tierra como se está haciendo en todo el mundo, nos perjudicamos
a nosotros mismos y nos exponemos a las reacciones e incluso a los castigos que
ella nos imponga. Es madre generosa, pero puede rebelarse y enviarnos un virus
devastador.
Sostengo la tesis de que esta pandemia no puede
combatirse solo con medios económicos y sanitarios, siempre indispensables.
Exige otra relación con la naturaleza y la Tierra. Si después que la crisis
haya pasado no hacemos los cambios necesarios, la próxima vez podrá ser la
última, ya que nos convertiremos en enemigos acérrimos de la Tierra. Y puede
que ella ya no nos quiera aquí.
El informe del profesor Neil Ferguson del Imperial
College de Londres declaró: “este es el virus más peligroso desde la gripe H1N1
de 1918. Si no hay respuesta, podría haber 3.2 millones de muertes en los
Estados Unidos y 510,000 en el Reino Unido”. Bastó esta declaración para que
Trump y Johnson cambiasen inmediatamente sus posiciones. Mientras, en Brasil al
Presidente no le importa, lo trata como “histeria” y en las palabras de un
periodista alemán de Deutsche Welle: “Actúa criminalmente. Brasil está dirigido
por un psicópata y el país haría bien en eliminarlo tan pronto como sea
posible. Habría muchas razones para ello”. Es lo que el Parlamento y la Suprema
Corte por amor al pueblo, deberían hacer sin demora.
No basta la hiperinformación ni los llamamientos
por todos los medios de comunicación. No nos mueven al cambio de comportamiento
exigido. Tenemos que despertar la razón sensible y cordial. Superar la
indiferencia y sentir con el corazón el dolor de los otros. Nadie está inmune
al virus. Ricos y pobres tenemos que ser solidarios unos con otros, cuidarnos
personalmente y cuidar de los otros y asumir una responsabilidad colectiva. No
hay un puerto de salvación. O nos sentimos humanos, co-iguales en la misma Casa
Común o nos hundiremos todos.
Las mujeres, como nunca antes en la historia,
tienen una misión especial: ellas saben de la vida y del cuidado necesario.
Ellas pueden ayudarnos a despertar nuestra sensibilidad hacia los otros y hacia
nosotros mismos. Ellas junto con los trabajadores de la salud (cuerpo médico y
de enfermería) merecen nuestro apoyo sin límites. Cuidar a quien nos cuida para
minimizar los males de este terrible asalto a la vida humana.
Fuente: https://acento.com.do/2020/opinion/8798786-coronavirus-el-perfecto-desastre-para-el-capitalismo-del-desastre/
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