Actualmente y durante los
próximos meses, la educación no será la misma y es la oportunidad para que los
diferentes actores trabajen conjuntamente
En esta primera parte del año el
formato clásico de la educación dio un giro de 360 grados por la llegada del
COVID-19. Para salvar el semestre se puso sobre la mesa una práctica de la que
se hablaba hace mucho tiempo, pero nunca había tenido la atención necesaria, la
educación virtual.
Más allá de trasladar las
prácticas tradicionales del salón de clases a las pantallas de los computadores
y los celulares, la educación virtual es un cambio total y profundo en la
manera en la que una institución educativa, los profesores, y los estudiantes
entienden las posibilidades que traen consigo las herramientas digitales en la
Cuarta Revolución Industrial.
“La virtualidad tiene unos
componentes diferenciales profundos que garantizan la calidad de la educación
que se da. Es mucho más que tener al profesor conectado en una pantalla, es
todo un modelo pedagógico e instruccional que le permite al docente apropiarse
de las herramientas digitales para una educación que realmente impacte”, afirma
José Leonardo Valencia, rector nacional de Areandina, institución con más de
una década en experiencia en virtualidad y la tercera IES privada en esta
modalidad en Colombia, con cerca de 14.000 estudiantes virtuales.
Trabajo de todos.
Según Valencia hay dos conceptos
esenciales para entender cómo funciona la modalidad virtual: la interacción
sincrónica, que es cuando el estudiante y el docente interactúan
simultáneamente (como las clases a través de videoconferencias que remotamente
se están impartiendo en el mundo a causa del COVID-19) y la interacción
asincrónica, en la que el alumno puede acceder a materiales que están
disponibles en cualquier momento y lugar.
“Las interacciones sincrónicas
permiten que los planes de estudio en el mundo digital sean realmente
integrales. En ellas los estudiantes complementan todo lo aprendido en clases,
cuentan con la posibilidad de detenerse a mirar un tema con profundidad y
tienen un acompañamiento constante de su docente al punto de que casi se llega
a una personalización del proceso académico”, añade el experto.
De hecho, gracias a que cada
clase queda grabada, el estudiante puede repasar las explicaciones una y otra
vez hasta que entienda la lección o, de ser necesario, puede contactar al
docente a través de foros, correos, mensajes y todo tipo de espacios para
aclarar sus dudas. Esto demuestra que la presencialidad no es la única manera
para que un profesor esté al tanto del progreso y de las inquietudes de sus
estudiantes.
Gilma Camargo Romero, directora
del Centro de Excelencia Docente de Unicosta, explica que mediante la triada:
docente, estudiante y tecnología. Se requiere que estos tres componentes estén
en interacción. Las instituciones educativas deben contar con la tecnología
necesaria que permita la conectividad, con las estrategias y herramientas para
el buen funcionamiento de los procesos académicos. De igual forma, es
importante la constante capacitación a sus docentes en
herramientas tecnológicas,
estrategias pedagógicas y didácticas adecuadas a espacios virtuales, así como
en habilidades blandas tan importantes como la comunicación asertiva, el manejo
de la frustración y la tolerancia, “se debe garantizar al estudiante unas
plataformas adecuadas para su formación, con unos docentes altamente
capacitados para dar respuesta a sus inquietudes y desarrollar en ellos sus
aprendizajes”, anota.
Infraestructura y contenidos
digitales.
Acuerdos interinstitucionales,
plataformas digitales y contenidos interactivos (videos, documentos, foros de
discusión, entre otros) son algunos de los elementos que hacen del entorno de
aprendizaje de un estudiante virtual todo un ecosistema de conocimiento del que
puede sacar provecho para auto gestionar su proceso académico.
La preparación que existe en el
diseño y creación de los materiales pedagógicos van más allá de la típica
‘fotocopia’ y cuenta con un trabajo exhaustivo y coordinado entre ingenieros de
sistemas, ilustradores, diseñadores gráficos, diseñadores web, expertos en
pedagogía digital, creadores de contenidos y los docentes para que el
estudiante tenga a su disposición un contenido de valor y que está pensado en
cada detalle para impactar positivamente en su aprendizaje.
Marcial Conde Hernández,
funcionario de la Unidad de Evaluación del Centro de Excelencia Docente de
Unicosta, considera que, si bien se requiere de plataformas tecnológicas, esta
son herramientas que cumplirán su propósito de garantizar una buena educación
virtual, con la gestión del profesor, el cual debe contar con buenas
competencias en lo disciplinar y tecnológico, pero también en lo pedagógico y
lo didáctico.
“Un profesor que, a pesar de la
distancia, logre generar motivaciones intrínsecas en sus estudiantes, que lo
muevan a aprender. Profesores capaces de conectar el material de estudio, con
los intereses de los estudiantes”, manifiesta.
Acompañamiento y adaptabilidad.
Si la autogestión es la palabra
que define a los estudiantes virtuales, acompañamiento y adaptabilidad son las
que definen a los buenos docentes o tutores en el mundo digital. La figura del
profesor que sencillamente dicta al frente de la clase debe quedar atrás para
empezar.
En la virtualidad, funge como
acompañante durante el proceso de autogestión del conocimiento de los
estudiantes. Por eso, debe estar dispuesto a adaptarse a las nuevas formas de
enseñar e impartir el conocimiento y explotar al máximo todas las herramientas
que están a su disposición.
En palabras de Valencia, se trata
de maestros “flexibles, adaptables, ‘todo terreno’ que son recursivos y que
saben trabajar sus temas, desde la creatividad a la hora de impartir sus
enseñanzas en este nuevo mundo.
Una cultura de la virtualidad.
Valencia, rector de Areandina es
enfático cuando dice que lo más importante en este proceso de migración hacia
lo digital es la consolidación de una ‘cultura de la virtualidad’ dentro de las
instituciones. “Solo después de haber apropiado la tecnología, la gente
entiende bien las capacidades de la educación virtual y se da cuenta de que no
solo se puede garantizar la calidad de la educación, sino también potenciarla”.
De lo contrario, por más
inversión en nuevas tecnologías que se hagan, no se sacará provecho al
potencial real de esta nueva forma de enseñar y aprender para ser la educación
que afronte los desafíos que trae consigo la Cuarta Revolución Industrial.
Siendo un proceso que requiere de
tantos actores y de un cambio de ‘chip’ total, “Esta transformación no se puede
hacer en un día, ni en medio año, ni en un año, es algo que toma mucho tiempo.
Solo a través de un esfuerzo
transversal en todas las áreas de la institución educativa es posible repensar
todo un modelo académico para que tanto la dimensión humana como la tecnológica
se potencien en una educación integral”, expresa Valencia.
Todos estos elementos demuestran
que la educación virtual es mucho más que replicar modelos tradicionales de
educación en línea. Es un proceso de transformación profundo y consciente en el
que se abre un horizonte amplio de todo lo que puede ser el futuro de la
educación.
Por Informes especiales
Fuente de la Información:
https://www.elheraldo.co/informes-comerciales/la-union-una-herramienta-para-enfrentar-el-cambio-en-la-educacion-730427
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