- García Montero es un hombre de convicciones,
más que de esperanzas. Tiene la convicción de que esta pandemia debe
hacernos luchar por la igualdad y la libertad, también por reivindicar los
servicios públicos, como la sanidad, o la economía productiva y de sostén
de la vida frente a la especulación. Y, por supuesto, defiende el papel de
la cultura no como simple entretenimiento sino como «la imaginación moral
de las personas».
El poeta Luis García Montero es, también, el director del Instituto
Cervantes, la “embajada cultural” española en el mundo; una institución que,
comenta, ha sufrido un importante impacto debido al parón de su actividad
presencial. Está convencido de que la cultura tendrá un papel importante, ahora
y tras el desconfinamiento, así como las políticas con la mirada puesta en la
economía productiva y en el sostenimiento de la vida. Aunque, confiesa, “no soy
hombre de muchas esperanzas”, sí tiene la convicción de que “será muy
importante defender los mejores valores y la convivencia”.
¿Cómo es un día “normal” en su vida, ahora, confinado en casa?
Bueno, el confinamiento lo llevo bien porque estoy acostumbrado a leer,
estudiar y escribir, que son actividades que tienen mucho que ver con saber
quedarse en casa y vivir un mundo propio en una butaca. Compagino los trabajos
en el Instituto Cervantes con la recuperación de actividades académicas como
estudiar a fondo la bibliografía de un trabajo de ensayo para la Universidad.
Estoy más afectado por la desolación general, la muerte, la
enfermedad y los problemas económicos, que por estar mucho tiempo en casa.
El de la cultura es uno de los sectores que ha tenido que parar en seco.
¿Cuál es el espacio que debería ocupar en este confinamiento?
Yo creo que cualquier momento es bueno para decir que la cultura es un
bien esencial. No es ningún entretenimiento, sino algo que tiene que ver con la
formación de las personas. No hay democracia sin educación ni cultura. Son
valores que van unidos. En la cultura más neoliberal se identifica la actividad
cultural, el teatro, el cine, la literatura, etc… con el entretenimiento barato
y zafio. Pero creo que la cultura es la imaginación moral de las personas.
Además, vivimos en un tiempo de grandes bulos, de manipulaciones personales a
nivel de sentimiento, y es mucho más fácil de manipular a los incultos que a
los que tienen una conciencia formada.
Está claro que la cultura, la literatura específicamente, pueden
ayudarnos a sobrellevar esta situación. ¿Cómo cree que podría ayudar también a
construir el día después?
El día después va a significar muchas cosas. En primer lugar una
vuelta a la normalidad. Hay personas que en su idea de la normalidad
necesitarán ir a un campo de deportes, o a un centro comercial, pero también
necesitarán ir al cine, al teatro, a librerías, a bibliotecas… En ese
sentido va a ser parte de la conquista de la normalidad. En segundo lugar,
habrá que decidir en esa normalidad qué respuestas se dan a las novedades
surgidas después de la pandemia. Me preocupan, por ejemplo, el fortalecimiento
del Estado y de lo público. Creo que la situación de la sanidad pública debería
ser un ejemplo de qué es lo que tiene que ser lo público dentro de una
convivencia democrática. Me preocupa la libertad. Consolidar lo público al
tiempo que se consolidan las libertades es fundamental para una sociedad
democrática que quiera evitar el miedo y la manipulación totalitaria, y para
eso la cultura es fundamental.
¿Cómo interpreta lo ocurrido con el ministro de Cultura y una parte del
sector en los últimos días y la campaña de #ApagónCultural?
Se debe comprender que en cultura ya llueve sobre mojado porque hubo
muchos recortes en la crisis anterior, y porque los presupuestos de Cultura en
España son, desde hace muchos años, muy modestos comparados con el resto de los
países de nuestro entorno. Nos parece muy importante la propuesta del
Ministerio de Cultura de que habrá que firmar un gran pacto por la cultura, en
el que se vinculen ayuntamientos, comunidades autónomas, el Estado y otras
entidades.
Esta situación, inédita, ha hecho más evidentes algunos problemas
estructurales que tenemos. Tal vez, entre los más importantes, el de la
desigualdad. ¿Hay esperanza para la mejora?
No soy hombre de muchas esperanzas, pero sí de convencimientos y de
respeto a algunos valores. Soy muy consciente de lo que ya diversos
autores han planteado, que la distancia social no va a ser solo física sino
también laboral, salarial y económica. Y se van a crear más distancias
entre sociedades ricas y pobres, y entre las élites económicas y la
gente normal con problemas económicos. Un pensamiento democrático debe
defender la hermandad de la libertad y la igualdad. De igual forma que
la historia nos ha enseñado que es falso un sistema que defiende la igualdad
por encima de la libertad, porque termina en dictadura y corrupción;
lo mismo sucede al contario, defender la libertad por encima de la igualdad,
porque termina en autoritarismo, no del Estado, sino de los monopolios
económicos que controlan el Estado. Tan importante es defender la igualdad
como la libertad.
Hace unos días se preguntaba en un artículo si seremos más sabios
después de esta pandemia… ¿Lo haremos?
Tengo pocas esperanzas. Del mismo modo que creo que el libro ha
superado pandemias y catástrofes; veo también que llevamos siglos con
pandemias y catástrofes sin aprender la lección. Los mismos egoísmos,
ambiciones e injusticias de siempre. Tengo la convicción de que será muy importante
defender los mejores valores y la convivencia, pero no estoy esperanzado de que
sea algo seguro. Habrá que luchar, combatir, esforzarse y encontrar buenas
salidas a este mundo que estamos soportando.
Otra de las cosas que podemos ver estos días es la división grande entre
una sociedad solidaria y que se preocupa de los demás y la del miedo al otro,
al diferente, el extranjero…
Así es. El miedo al extranjero es pensar que la diversidad es una amenza
y que el otro es un enemigo. Eso, por desgracia, es asunto del racismo, que es
solo un síntoma de que se está cultivando mucho el miedo. Si uno ve las
noticias, verá que la importancia del coronavirus, los contagios, la muerte… ha
sustituido a una dinámica informativa que daba protagonismo a los crímenes y
catástrofes. Existe el crimen, pero no tan protagonista es el crimen como una
inercia informativa que olvida otras cosas. Me parece que el miedo ha sido
siempre un hecho de manipulación social para romper los lazos colectivos y
convertir al vecino en una amenza y romper la falta de pertenencia y la
reivindicación de los valores públicos. Lo del coronavirus va a tener que ver
mucho con esto. Debemos no caer en las redes del miedo, y no considerar al otro
una amenaza, sino una persona que merece respeto y debe entendernos.
También ha sacado lo obvio a la luz: la vida necesita ser sostenida y lo
hace, principalmente, por sectores denostados o infravalorados: trabajadoras de
supermercado, camioneros, personal sanitario, limpiadoras… Lo recordaba
usted también en un artículo hace unos días de la mano de Machado: “En los
trances duros, los señoritos invocan la patria y la venden; el pueblo no la
nombra siquiera, pero la compra con su sangre y la salva». ¿Qué le evoca este
texto a día de hoy?
Me evoca la fe, la necesidad de pensar que existe una realidad de carne
y hueso que va a ser más fuerte que las realidades virtuales. Es un problema
que ahora la economía productiva que crea riqueza haya sido sustituida por la
especulativa que favorece la acumulación de fortunas, que no produce para la
sociedad. Esta pandemia nos ha recordado que lo fundamental para la
sociedad es el mundo productivo, que se dedica a los cuidados, a la vida, y
esto es lo prioritario, y no la acumulación de fortunas. Espero que haya
en la gente una realidad de carne y hueso que no sea sustituida por una
virtualidad de bulos y mentiras que fragmenta la opinión pública. Es
fundamental devolverle el respeto a esos sectores productivos en los que se
sostiene realmente la vida. Respetar el mundo del trabajo y preguntarse de qué
manera progresar defendiendo los cimientos de la convivencia.
¿Cómo ha afectado la pandemia a los trabajos del Instituto Cervantes?
El Instituto Cervantes se ha visto muy afectado. Como institución
cultural de Estado hemos tenido que cambiar nuestras labores
presenciales por proyectos en línea y actividades culturales, académicas y
bibliotecarias virtuales. Hemos tenido que cerrar todos los centros. La
plantilla ha dado un respuesta muy loable y estamos intentando mantener las
labores del Instituto en un mundo confinado. Para nosotros tiene un repercusión
grave, aunque somos una institución del Estado, una parte muy
importante del presupuesto, que nos permite funcionar, depende de los ingresos
de las clases presenciales, certificaciones del español como el CCSE y el
DELE, etc… Todo eso se ha tenido que suspender, con lo que el Instituto
Cervantes es también un proyecto económico que está en riesgo sufriendo
los confinamientos. Es un riesgo a gran escala, porque estamos en 87 países,
y tenemos los mismos problemas que tienen los sectores que necesitan mantenerse
de los ingresos que da su actividad.
¿Cree que tendrá un impacto negativo la situación en España como uno de
los principales focos de la pandemia en el futuro de las sedes de Instituto en
otros países?
Esto nos sirve para valorar la importancia de la diplomacia
cultural española. Es muy importante evitar cualquier tentación de
unir la imagen de nuestro país a la idea de una infección, un contagio, un
problema, que tenga que ver con la pandemia. Primero, porque sería
injusto, en España no ha surgido esta pandemia. Segundo, porque hay países
tan afectados como España, como son Estados Unidos, Francia, Inglaterra,
etc… que tienen unas cifras de muertos y afectados parecidas o mayores que
las nuestras. Y tercero, porque para hacer un análisis serio de la
situación habría que analizar muchas claves. Por ejemplo, España
es uno de los países con mayor expectativa de vida, al llegar una pandemia
con estas características es normal que afecte más. Además, aquí el trato
humano y las distancias cortas, son costumbre. Y esa cosa tan positiva de
nuestra sociedad, se ha vuelto en contra. Estos dos factores se deberían tener
en cuenta, en vez de reducirlo todo a las cifras. Yo no me quedaría
tranquilo si dijera que en Estados Unidos, Francia, etc… ha habido más
víctimas, porque habría que analizar otros detalles. Es un camino sucio y con
mala salida. España no es un país peligroso por haber tenido este
contagio. La única manera es potenciar la diplomacia cultural y defender España
desde otra perspectiva y no desde la coyuntura de esta pandemia. Por
ejemplo, poniendo de relieve la sanidad pública, el hecho de que podemos llamar
a las 3 de la madrugada a un médico sin ningún coste, y que los tratamientos son
gratuitos. Eso es lo que tenemos que cuidar.
por
Pablo Gutiérrez de
Álamo
Fuente
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