Argentina y México
conservaban la integridad de sus sistemas, en gran medida por la lucha de los
docentes, y de las acciones de los gobiernos de Alberto Fernández y Andrés M.
López Obrador. En tanto, la desigualdad del cumplimiento del derecho a la
educación se verificaba entre todos los países, en el interior de cada uno de
ellos, con especial acento en las zonas rurales, las periferias pobres de las
grandes ciudades, las comunidades aborígenes, los grupos necesitados de una
educación especial. No obstante, las prospectivas mostraban una tendencia a la
universalización de la educación primaria y secundaria en pocas décadas (aunque
relativa a las políticas educativas y socio económicas). Al mismo tiempo, se
verificaba un voraz avance del mercado de la educación sobre la educación
pública, a la vez que lentitud por parte de esta última para apropiarse de las
nuevas tecnologías.
El coronavirus cayó
de manera inesperada sobre una educación que no había incluido entre sus
prioridades a la educación ambiental, como que el problema del medio ambiente no había sido asumido
plenamente por las sociedades. La pandemia afectó la vida de las personas. Las
tres instituciones principales que las cobijaban y constituían, la familia, el
trabajo y la escuela, habían tardado tres siglos en diferenciarse y
repentinamente se vieron superpuestas, confundidas. Los avances de las formas
de trabajo individualizado y a destajo, y la educación en el aislamiento, se
acentuaron por urgencias sanitarias. Las personas se comprendieron como objetos
indefensos de la globalización. El grupo etario que probablemente resulta más
afectado en su educación, el adolescente, estaba buscando caminos de libertad,
cuando advirtió que su supervivencia dependía del aislamiento dentro de su
familia.
Lo podemos tomar como
ejemplo de trastornos en el orden afectivo, en las nociones espacio-temporales,
en los vínculos del propio cuerpo con el entorno. Una elemental asociación nos
remite a la teoría higienista que influyó notablemente en los años de
construcción de nuestro sistema escolar, desde fines del Siglo XIX, y cuyas
huellas persisten: tomar distancia en las filas escolares y los guardapolvos
blancos, por ejemplo. Pero hay al menos una diferencia esencial: el higienismo
colaboró con la homogeneización de los alumnos y la enseñanza, excluyendo toda
diferencia. Instaló el temor al otro.
En cambio, hoy la
política educativa del gobierno nacional y las jurisdicciones es consciente de
la necesidad de prevenir nuevas formas de discriminación que puede producir el
distinto acceso a las enseñanzas que distribuyen por distintos medios
(portales, TV, radio, cuadernillos, libros), así como de la complejidad de las
formas de reagrupamiento escolar que deberán producirse preventivamente cuando
se retome la presencialidad. Siendo la igualdad del derecho a la educación
nuestro Norte, no solamente podremos retomar el camino de la universalización
de la educación, sino producir cambios en lo que se enseña y aprende y en la
organización de las instituciones educativas, así como avanzar en una relación
entre la educación virtual y la presencial que asegure la centralidad de esta
última. O sea, resguardar el vínculo humano, intrínseco a la educación.
Por Adriana
Puiggrós
La autora es
pedagoga.
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