Ahora, después de haber vivido un confinamiento a escala planetaria
totalmente inesperado hace tres meses, es imperativo reflexionar y tomar las
decisiones a escala colectiva pero, sobre todo personal, que permitan
reconducir tan grave situación antes de que sea demasiado tarde.
En febrero de 2012, publicaba en “Reacciona”, un libro de diversos
autores coordinados por Rosa María Artal, lo siguiente: “Es tiempo de acción…
No se trata de hacer frente a una crisis económica sino sistémica. No de una
época de cambios sino de un cambio de época. En los últimos estertores del
neoliberalismo, los más recalcitrantes representantes del “gran dominio”
intentan convencernos de que volverán a lograr el ‘estado de bienestar’: el
consumo, el empleo, los horizontes sociales… Todo ello, bien entendido,
aplicable únicamente al 20% de la humanidad, ya que el resto seguiría como
hasta ahora, sumido en un gradiente de precariedades progresivas”…
Es innecesario, por tanto, insistir en que ahora, ahora sí, los
ciudadanos del mundo ya no vamos a consentir que se repita el agravio histórico
que representa para las generaciones venideras dejar irresponsablemente que se
alcancen puntos de no retorno.
He aquí, resumidas en la medida de lo posible, las fases que pueden
conducir a una nueva era en la que los horizontes actuales se hayan
esclarecido:
Toma de conciencia:
- De la globalidad de las
amenazas:
- Extrema pobreza.
- Respuestas globales:
- Solo pueden darlas,
como tan lúcida y prematuramente se inicia la Carta de las Naciones
Unidas, “los pueblos”, todos los seres humanos convertidos en actores del
cambio y nunca más espectadores impasibles de lo que acontece.
Por primera vez en la historia, todos iguales en dignidad, sin
discriminación alguna por razones de género, etnia, ideología, creencias…; y
capaces de expresarse libremente.
Por fin, “los pueblos” tienen voz y, unidos, pueden tomar en sus manos
las riendas del destino común.
Después del fracaso rotundo de los grupos plutocráticos (G6, G7, G8,
G20) está claro que sólo un multilateralismo democrático puede encauzar la
voluntad popular a nivel mundial.
- Cambios apremiantes:
- Transición de una
cultura de imposición, dominio, violencia y guerra a una cultura de
encuentro, diálogo, mediación, conciliación, alianza y paz. De la fuerza a
la palabra. (Declaración y Plan de Acción sobre una Cultura de Paz,
Asamblea General de las Naciones Unidas, septiembre 1999).
- Transición de una
economía basada en la especulación, deslocalización productiva y guerra
-cada día mueren de hambre millares de personas, la mayoría niñas y niños
de uno a cinco años de edad, al tiempo que se invierten en armas y gastos
militares más de 4000 millones de dólares- en una economía basada en el
conocimiento, en la cooperación y no en la explotación, para la eficaz
puesta en práctica de la Agenda 2030 (Objetivos de Desarrollo Sostenible,
Resolución de la Asamblea General de las Naciones Unidas de noviembre de
2015 “para transformar el mundo” ) y los Acuerdos de París sobre Cambio
Climático.
Para ello es impostergable reducir los gastos de defensa y aplicar los
medios necesarios para la diligente aplicación en todo el planeta de un nuevo
concepto de seguridad con las seis prioridades establecidas por las Naciones
Unidas:
-alimentación
-agua potable
-servicios de salud de calidad
-cuidado del medio ambiente
-educación a lo largo de toda la vida
-paz
- Todo ello implica otra
forma de vivir. Un estilo de vida que permita llevar a cabo el fundamento
general de todos los derechos humanos: la igual dignidad. La actual brecha
social y el olvido permanente de los que viven en condiciones de extrema
pobreza deben superarse, teniendo siempre la mirada puesta en el conjunto
de la humanidad. Ahora mismo, al conocer los datos de los efectos de
covid-19, debemos pensar en los que sufren cada día las consecuencias de
patologías consideradas por la sociedad saciada como “irremediables”
-desnutrición severa, carencia de servicios higiénicos, enfermedades
crónicas como el paludismo, el ébola, el dengue… pero, sobre todo, de las
guerras (en la guerra de Siria van más de 380.000 muertos, y en la
invasión de Irak, basada en la simulación y la mentira, con miles de
víctimas o las de la terrible “operación Cóndor” desplegada por los
Estados Unidos en América Latina en los años 70).
- La solución, el
multilateralismo democrático dotado de recursos personales, financieros,
técnicos y de defensa necesarios. Unas Naciones Unidas actualizadas con
una Asamblea General en la que el 50% de los miembros representaran a
Estados y otro 50% representaran a la sociedad civil, en la que hubiera
voto ponderado pero no veto y en la que al Consejo de Seguridad se
añadieran un Consejo Socioeconómico y otro Medioambiental o Ecológico,
permitirían, por fin, poner término a las hegemonías que han permitido
hasta ahora la aplicación del perverso proverbio de “si quieres la paz,
prepara la guerra” y resolver los conflictos, que siempre existirán, a
través de la diplomacia y la mediación.
La intervención de un multilateralismo eficiente permitiría no sólo
“evitar el horror de la guerra a las generaciones venideras”, sino impedir la
extraordinaria influencia de grandes consorcios internacionales, la explotación
de los países ricos en recursos como el litio, el coltán, el cobre,
extensiones para el cultivo de soja, carburantes… y, así mismo, pondría fin al
narcotráfico que hoy sigue extendiendo su poderío de manera indiscriminada.
- La nueva era se
caracterizaría por el funcionamiento democrático a todos los niveles -¡es
incomprensible que la Unión Europea conceda, de hecho, el veto a todos sus
integrantes, ya que los acuerdos deben adoptarse por unanimidad!- y
permitiría eliminar la corrupción y los paraísos fiscales, atendiendo el
asesoramiento de las comunidades educadora, científica, artística… que
hasta ahora han sido desoídas, lo que ha resultado en la gravísima
situación presente. En efecto, sólo en términos de ecología, la UNESCO ya
alertó en los años 70 de la necesidad de limitar las emisiones de gases
con efecto invernadero… y lo hizo el Club de Roma en 1972 con su Informe “Los
límites del crecimiento”… y la Academia de Ciencias de los
Estados Unidos… sin que se obtuviera nunca la respuesta adecuada.
Hace tan sólo tres años, cuando se había logrado la Agenda 2030 y la
regulación del calentamiento global, gracias en buena medida al Presidente
Barack Obama -¡hasta el Papa Francisco hizo pública una Encíclica Ecológica!-
el Presidente Trump no sólo requirió y ¡obtuvo! más fondos para defensa
sino que advirtió que no pondría en práctica los ODS. Frente a esta intolerable
actitud, no hubo reacción alguna. ¿Se necesitan más pruebas para que los
ciudadanos del mundo, de una vez, tomen las riendas del destino común?
En el artículo que citaba al principio terminaba así. “Ha llegado el
momento de replantear el sistema, no de aceptarlo o de adaptarlo. Así se inicia
la “Carta de la Tierra”. Nos hallamos en un momento crítico de la historia, un
momento en el cual la sociedad ha de elegir su futuro… Hemos de unirnos para
crear una sociedad global sostenible basada en el respeto a la naturaleza, los
derechos humanos universales, la justicia económica y la cultura de paz”…
En la nueva era, será el multilateralismo, será la democracia vivida por
cada ciudadano, será la responsabilidad colectiva, la que permitirá que las
generaciones venideras no repitan la terrible frase de Albert Camus, que cito
con frecuencia: “Les desprecio porque pudiendo tanto se atrevieron a tan poco”.
Federico Mayor Zaragoza fue entre 1987 y 1999 director general de la
Unesco y actualmente es presidente de la Fundación para una Cultura de Paz.
Autor: Por Federico Mayor Zaragoza
Fuente de la Información:
https://rebelion.org/una-nueva-era-una-nueva-forma-de-vivir/
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