En un mundo acorralado por el capitalismo de catástrofe cualquier análisis serio que se proponga la renovación del socialismo debe comenzar con comprender la necesidad de una “destrucción creativa” de las bases materiales del capital en toda la existencia social.
El capitalismo actualmente existente – de carácter
catastrófico – se manifiesta materialmente en la convergencia de tres factores:
crisis ecológica planetaria, crisis epidemiológica global y crisis económica
permanente.
A todas estas crisis hay que sumar los siguientes
elementos: extensión mundial de explotación imperialista (mediante la cadena
global de productos básicos); desaparición del estado democrático liberal con
la imposición de políticas neoliberales y el surgimiento del neofascismo; y una
nueva era de inestabilidad hegemónica, que llega acompañada del peligro de una
guerra interminables.
Crisis
Climática
El consenso científico mundial denomina la crisis
climática como “una situación sin retorno», esto significa que si las
emisiones de carbono – producto de la quema de combustibles fósiles- no llegan
a cero en las próximas décadas, la existencia de la civilización industrial
estará seriamente amenazada y, en última instancia, también la supervivencia de
los seres humanos.
Sin embargo, la crisis existencial de nuestra
especie no se limita al cambio climático, también se extiende una brecha
ecológica global de los siguientes fenómenos planetarios:
acidificación de los océanos; extinción de especies (y la consiguiente
pérdida de diversidad genética); destrucción de ecosistemas forestales;
disminución del agua dulce; interrupción de los ciclos de nitrógeno y fósforo;
rápida propagación de agentes tóxicos (incluidos los radio-nucleidos); y,
proliferación incontrolada de organismos modificados genéticamente.
La ruptura de estas fronteras ecológicas está
intrínsecamente ligada a un sistema económico basado en la acumulación del
capital, que por su propia dinámica no reconoce barreras insalvables para un
crecimiento ilimitado y exponencial. Por tanto, no hay salida de la actual
destrucción de las condiciones sociales y naturales de la existencia que no requieran
un salir radical del capitalismo.
Lo primordial para nuestra época es la creación de
lo que István Mészáros llamó un nuevo sistema de reproducción social
metabólica. Esta propuesta nos habla de la necesidad de construir un nuevo
modelo de socialismo para el siglo XXI, pensado de tal manera, que
desafíe críticamente la teoría y la práctica las experiencias socialistas del
pasado siglo XX.
Polarización
de la lucha de clases
En los Estados Unidos, al igual que en otros
países, sectores del capital financiero monopolista han logrado reclutar a
elementos de la clase media baja, (principalmente blanca) utilizando una
ideología nacionalista, racista y misógina. El resultado ha sido una política
neofascista, que reúne en un sólo constructo ideológico; una larga historia de
racismo estructural (legado de la esclavitud); diversas forma de colonialismo;
y el militarismo propio del imperialismo.
Sobre estas prácticas políticas reaccionarias se
edificó el ascenso al gobierno de Donald Trump, un magnate multimillonario
transformado en el líder de una derecha radical que tiene como objetivo la
imposición de un nuevo régimen capitalista autoritario.
Aunque hoy esté cuidadosamente ofuscada, por una
campaña electoral, la alianza de los neofascista con los neoliberales es un
proceso político fácilmente comprobable. Tanto es así, que si llegará a
triunfar en las elecciones Joe Biden, la alianza neoliberal-neofascista se
mantendrá sin grandes cambios. La razón es simple: esta asociación es el
pedestal sobre el cual se erige el poder estatal del capital monopolista-financiero
en Estados Unidos.
Simultáneamente, a la constitución de esta nueva
formación política reaccionaria en el “corazón del imperio” se está
desarrollando un importante movimiento por el socialismo, asentado en la clase
obrera, la juventud y los intelectuales disidentes.
Con la desaparición de la hegemonía estadounidense
dentro de la economía mundial – acelerada por la globalización de la producción
– se minó el poder de la antigua aristocracia obrera de base imperial. Este
proceso ha originado el resurgimiento de los ideales del socialismo entre parte
importante de la clase trabajadora.
La Gran Desigualdad, un concepto acuñado por
Michael D. Yates, expresa con claridad la situación que están viviendo los
sectores populares estadounidenses, el sentimiento de incertidumbre y de
ausencia de futuro – que afecta especialmente a la juventud- de hecho ha
provocado un aumento dramático de «muertes por desesperación», según los datos
oficiales.
En resumen, amplias capas de la población están
cada vez más enfurecidas por un sistema capitalista que no ofrece perspectivas
y como consecuencia ven al socialismo como una alternativa totalmente legítima.
Este nuevo escenario no ocurre sólo en Estados
Unidos. En otras países del mundo hay fuerzas objetivas con características
similares, especialmente en el Sur Global, que soporta una estancamiento
permanente, la financiarización de la economía y una brutal destrucción
ecológica
Al parecer las fuerzas que luchan por el socialismo
seguirán creciendo como efecto de la crisis estructural del capital y la
polarización de la lucha de clases . Entonces, creo que hay por lo menos dos
preguntas que debemos tratar de responder : ¿Qué tipo de socialismo
queremos? ¿En qué debe diferenciarse el socialismo del siglo XXI del socialismo
del siglo XX?
¿Socialismo
en Estados Unidos?
Gran parte de lo que se conoce como socialismo en
los Estados Unidos – y en otros países de occidente – es la variante
socialdemócrata que invariablemente se ha sumado a las políticas liberales de
“izquierda” para mantener una economía subordinada al orden existente. En un
vano intento los socialdemócratas han pretendido por décadas hacer que el
capitalismo funcione “mejor” a través de mecanismos de regulación. Ahora
nuevamente siguen esta antigua fórmula…y lo hacen justo cuando los liberales
dejan atrás parte de sus postulados y apuntalan su alianza con el neofascismo
contemporáneo.
En el actual contexto histórico las coaliciones
social-liberales están destinados a fracasar. De entrada, los partidos que
practiquen estas políticas inevitablemente traicionarán las esperanzas de los
pueblos que los encumbró al poder con la “democracia electoral”.
Mientras esta rutina se repite, el mundo está
asistiendo al crecimiento de un socialismo genuino, articulado básicamente en
la lucha extra-electoral y en las grandes manifestaciones de masas que
van más allá de los parámetros del sistema.
Los levantamientos populares en Estados Unidos –
prácticamente desconocidos desde la Guerra Civil – expresan cabalmente el
malestar general de la sociedad. Con la participación de la clase trabajadora,
de la juventud blanca y en medio de la pandemia (y de una depresión económica
concomitante) las demostraciones de protesta ya han cruzado la línea “del
color”.
Pero, aunque el movimiento por el socialismo, se
haya instalado en en el «corazón bárbaro» del sistema – como resultado de
fuerzas objetivas – el proyecto socialista carece aún de una base subjetiva
adecuada.
Un obstáculo importante en la formulación de los
objetivos estratégicos del socialismo tiene que ver con el abandono de los
ideales socialistas/comunistas de pensadores como Karl Marx.
Para comprender este problema, es necesario ir más
allá de los recientes intentos de la izquierda por abordar el significado del
comunismo sobre una base filosófica; una cuestión que ha llevado a tratamientos
abstractos de la idea comunista en la última década por Alain Badiou y otros (
por ejemplo en La hipótesis comunista y El horizonte comunista).
Más bien, es necesario un punto de partida
histórico más concreto, que recupere la teoría de las “dos fases del
desarrollo socialista / comunista” que expone Marx en la “Crítica del
programa de Gotha” y Lenin en “El Estado y la Revolución”. Un artículo de Paul
M. Sweezy ya planteó esta necesidad teórica en “El comunismo como ideal”,
un trabajo publicado octubre de 1963 .
El
comunismo de Marx como ideal socialista
En la “Crítica del Programa de Gotha”–
escrita en oposición al economicismo de la socialdemocracia alemana de
Ferdinand Lasalle – Marx distinguió dos “fases” históricas en la lucha por
crear una sociedad de productores asociados (comunismo).
La primera fase definida como «la dictadura
revolucionaria del proletariado», tomaba en cuenta las enseñanzas de la
traumática experiencia de la Comuna de París y daba forma a una democracia
obrera, que todavía según Marx «tiene los defectos propios de la sociedad
de clases capitalista”.
En esta fase inicial, expone el filósofo alemán, se
debe producir una ruptura con la propiedad privada capitalista y una
transformación de la estructura política del estado capitalista. Como medida
provisoria de la transición al socialismo, en esta etapa, la producción y la
distribución toman inevitablemente la forma de “cada uno según su trabajo”.
Esta imperativo económico hará perdurar durante un tiempo las condiciones de desigualdad
del capitalismo.
Por el contrario, en la fase posterior, el
principio que debe regir pasa “de cada uno según su capacidad, a cada
uno según su necesidad” eliminando, entre otras cosas, el sistema salarial
tal como lo conocemos.
Del mismo modo, mientras que la fase inicial del
socialismo/ comunismo se requiere la formación de una nueva estructura estatal
en la fase superior el objetivo será la extinción del estado, como
aparato que está por encima y en relación antagónica con la sociedad.
En el comunismo el Estado habrá de ser reemplazado
por una forma de organización política que Engels llamó “Comunidad”,
porque esta forma política de gobierno debe estar asociada directamente con
una modelo de producción de base comunitaria.
Para Marx en la fase superior – junto con el
control democrático y colectivo de la propiedad- las células constitutivas de
la sociedad deben estar organizadas sobre una base comunal y el conjunto de la
producción debe estar en manos de productores asociados libremente.
En el comunismo, afirma, el trabajo se habrá
convertido no sólo en un «medio de vida» y la actividad productiva estará
destinada a crear bienes que sean “valores de uso y no sólo valores de
cambio”. Será una sociedad en la que “el libre desarrollo de cada
uno será la condición para el libre desarrollo de todos”.
La abolición de la sociedad capitalista y la
creación de una sociedad de productores asociados habrá de conducir al fin de
la explotación de clases, la eliminación de las divisiones entre trabajo
intelectual y manual y entre la ciudad y el campo. Y deberá superar
definitivamente la familia patriarcal que engendra la esclavitud de la mujer.
Cuando Marx escribe sobre las condiciones
materiales de la nueva sociedad está pensando en un nuevo metabolismo
social de la humanidad y de la tierra: “La libertad, en esta
esfera, consiste en que el hombre socializado, los productores asociados,
gobiernen el metabolismo humano con la naturaleza de manera racional actuando
con el menor gasto de energía posible”
En “El Estado y la Revolución”, Lenin – reafirmando
los argumentos de Marx- describe la primera y segunda fase del comunismo como »
una distinción científica entre dos fases del mismo proceso. Lo que
Marx habitualmente llama socialismo es la primera fase de la sociedad comunista”
Pese que Lenin compartía el análisis de Marx, el
ulterior marxismo oficial se volvió rígido y creó dos etapas completamente
separadas, colocando la llamada etapa comunista tan apartada de la etapa socialista
que está fase se convirtió en una lejana utopía.
Partiendo de una concepción rígida y del principio
de reparto “según el trabajo de cada uno”, José Stalin llevó a cabo una guerra
ideológica contra la idea de la igualdad sustantiva, definiéndola
como un «absurdo reaccionario, pequeñoburgués, digno de una secta primitiva de
ascetas, pero no de una sociedad socialista organizada”. Esta misma postura iba
a persistir, de una forma u otra, hasta la desaparición de la Unión
Soviética con Mijaíl Gorbachov.
Precisamente analizando el proceso de transición
socialista /comunista en “El imperativo socialista” Michael Lebowitz
argumentó:
“En lugar de una lucha continua para ir más allá de
lo que Marx llamó los “defectos heredados de la sociedad capitalista”, la
interpretación estándar del marxismo oficial (desde finales de la década de
1930 hasta finales de la década de 1980) introdujo una división de la sociedad
post-capitalista en dos ‘etapas’ distintas, determinadas económicamente por el
nivel de desarrollo de las fuerzas productivas.
Los cambios fundamentales en las relaciones
sociales destacados por Marx como la esencia misma del camino socialista fueron
abandonados por un proceso de adaptación a los defectos heredados de la
sociedad capitalista. Se olvido que Marx había reclamado un proyecto destinado
a construir una comunidad de productores asociados desde el principio, como
parte de un proceso continuo – aunque necesariamente desigual – de la
construcción socialista”
El abandono del ideal socialista asociado con la
fase superior del comunismo divulgado por Marx se envolvió en un complejo
asunto sostenido por las cambiantes condiciones histórico del momento. Y,
finalmente – una vez que el nuevo sistema dejó de ser revolucionario – la
transición se empantanó. El resultado fue la formación de una nueva clase
social (nomenclatura) que abandonó la idea del socialismo provocando la
desaparición de las sociedades de tipo soviético.
Según Paul Sweezy, «la propiedad estatal y
la planificación no son suficientes para definir un socialismo viable e inmune
al retroceso, un socialismo que sea capaz de avanzar a la segunda etapa, hacia
el comunismo necesitaba algo más: una lucha continua por crear una sociedad de
iguales”.(26)
Para Marx, el movimiento hacia una sociedad de
productores asociados era la esencia misma del camino socialista hacia la
«sociedad comunista». (27) Pero, desde que el socialismo se estableció en
términos más restrictivos la sociedad posrevolucionaria perdió la conexión
vital con la lucha dual por la libertad y la necesidad , y por tanto se
desconectó con los objetivos a largo plazo del socialismo, con su verdadero
significado y su coherencia.
Es evidente que debemos tomar como base esta
experiencia para construir el socialismo en el nuevo siglo. Esto significa
atender con precisión aquellos aspectos del ideal socialista / comunista (con
una teoría y una práctica suficientemente radical) como para abordar las
necesidades urgentes del presente, sin perder de vista las necesidades del
futuro.
Si algo nos ha enseñado la crisis ecológica
planetaria es que se requiere un nuevo metabolismo social con la tierra, una
sociedad de igualdad sustantiva y ecológicamente sostenible (28). (Algunos de
los logros de la ecología cubana van precisamente en ese camino según Mauricio
Betancourt)
Georg Lukács llamó a la lucha por la sostenibilidad
ecológica y la igualdad sustantiva una “necesaria doble transformación”;
de las relaciones sociales entre nosotros y de las relaciones humanas con la
naturaleza.
Cualquier proyecto emancipatorio debe pasar
necesariamente por varias fases revolucionarias, que no se pueden predecirse de
antemano. Sin embargo, para tener éxito, una revolución debe buscar hacerse
irreversible mediante la promoción de un sistema orgánico dirigido a satisfacer
las necesidades humanas sin dejar lado lucha por la igualdad sustantiva y
asegurando una efectiva regulación del metabolismo humano con la naturaleza
La libertad como necesidad
Al igual que pensaba Hegel, Federico Engels
sostiene en el Anti-Dühring que la verdadera libertad está fundada en el
reconocimiento de la necesidad. El cambio revolucionario es el punto en que la
libertad y la necesidad se encuentran en la praxis concreta.
Aunque existe algo así como una necesidad ciega, una
vez que se conocen las fuerzas objetivas que mueven la sociedad, la necesidad
deja de ser ciega y ofrece el caminos para la acción revolucionaria y la
libertad humana. La necesidad y la libertad se sostienen mutuamente en los
períodos de cambio social.
Para ilustrar este principio materialista
dialéctico, Lenin escribió: “ No conocemos la necesidad de la
naturaleza que produce por ejemplo los fenómenos meteorológicos. Pero aunque no
conocemos esa necesidad, sabemos que existe. Lo que sí sabemos con certeza es
que la relación humana con el clima y la naturaleza ha cambiado históricamente
de acuerdo con las relaciones productivas que gobiernan nuestras acciones”
Hoy en día, el conocimiento de la crisis climática
antropogénica y de los fenómenos meteorológicos está sacando a los seres
humanos del reino de la necesidad ciega y exigen que la población mundial
participe conscientemente en una lucha por la libertad y la supervivencia
humana, es decir contra un capitalismo que se ha tornado destructivo y
catastrófico.
Al respecto – y en el contexto de una severa
ruptura metabólica impuesta a Irlanda por el colonialismo británico en el siglo
XIX – Marx escribió: “la crisis ecológica se presenta al pueblo de
Irlanda como una cuestión de ruina o revolución«
En esta era del Antropoceno, la brecha ecológica
resultante de la expansión de la economía capitalista está destruyendo el
proceso natural de los ciclos biogeoquímicos en todo el mundo. El conocimiento
de este proceso objetivo nos apremia a cambiar radicalmente la reproducción
metabólica social de la humanidad y del planeta.
Visto en estos términos, la concepción de Marx de
una “comunidad de productores asociados” no es una concepción
utópica o un ideal abstracto, sino es una posición esencial para la defensa de
la humanidad del presente y del futuro. Una sociedad de este tipo – comunista-
es una necesidad ineludible para que la humanidad mantenga una relación sostenible
con el planeta-tierra.
Un sujeto que puede ser revolucionario
Pero, ¿dónde está el agente del cambio
revolucionario para lograrlo? La respuesta es esta: Pienso que estamos
asistiendo al surgimiento de las precondiciones materiales de lo que podríamos
llamar un proletariado ambiental global.
Poco después de los llamados disturbios Plug Plot
(y en el apogeo del Cartismo radical) Federico Engels retrató las condiciones
del trabajo en fábricas, el deterioro ambiental, el estado de la vivienda, del
suministro de agua, la falta de alimentación y de nutrición infantil. En “La
situación de la clase trabajadora en Inglaterra”(1845) el compañero de Marx
describió el entorno epidemiológico propio del capitalismo de la época. Engels
lo llamó “asesinato social” porque el sistema fabril trajo consigo enfermedades
contagiosas que provocaron una gran mortalidad entre la clase proletaria.
Bajo la influencia directa de Engels (y también por
sus propios estudios epidemiológicos) mientras escribía El Capital, Marx
utilizó el término brecha metabólica para explicar la degradación del
suelo y las “epidemias periódicas” inducidas por el desarrollo de la
economía capitalista.
Los análisis de Marx y Engels demostraron que la
lucha de clases y los procesos revolucionarios son también consecuencia de las
deterioradas condiciones ambientales en el que sobrevive la población
trabajadora (esto aconteció en la revolución rusa y china y, sucede en los
presentes levantamientos en el Sur Global).
Hoy, la persistencia de la epidemia de la COVID 19,
nos hace pensar que es probable que se produzcan nuevas situaciones
revolucionarias. La combinación de las crisis económicas y ecológicas pueden
crear escenarios favorables para la transformación social, siempre y cuando los
movimientos sociales trabajen para hacer posible un cambio radical.
En este sentido, visto desde un punto de vista
global, la cuestión del proletariado ambiental se superpone y es parte de las
rebeliones del campesinado ecológico y de los combates de los pueblos
originarios.(37) En el actual período de lucha ecológico-epidemiológica y lo
que llamamos proletariado ambiental puede llegar a ser una
fuerza importante.
La terrible realidad impuesta por el imperialismo
en la era del Antropoceno probablemente hará que la acción ecológica
revolucionaria tenga un lugar destacado en el Sur Global. De hecho “la tríada (
Estados Unidos, Europa y Japón) hace decenios que está usufructuando de la
biocapacidad del planeta en un rango superior en cuatro veces al promedio del
resto de los países del mundo”. (Samir
Amin en “Modern Imperialism, Monopoly Finance Capital, and Marx’s Law of Value
“)
Dicho de otra manera , el nivel insostenible de
consumo del Norte global sólo es viable porque una buena parte de la
biocapacidad del Sur está siendo transferida mediante beneficios a los centros
capitalistas de la tríada.
El desenlace de la permanente e irracional
expansión capitalista puede llegar a tener un resultado catastrófico: la
extinción de parte de los pueblos del Sur como resultado de la pobreza y de
epidemias recurrentes. Sin embargo y mostrando la verdadera cara de los
poderosos, en el centro del capitalismo mundial se desarrolla una hipócrita
justificación, es una ideología eco-fascista que pretende dar legitimidad a una
“solución final” a la “superpoblación”.
Basta con mirar nuestra realidad . Los hechos están
a la vista: la actual expansión del capitalismo está destruyendo el planeta y
la humanidad.
Un nuevo sistema de reproducción metabólica social
Poco después de la Revolución Francesa, Immanuel
Kant expuso el punto de vista liberal: “la igualdad de los hombres como sujetos
coexiste con la desigualdad en las posesiones materiales… Por esto la igualdad
de los hombres puede convivir sin dificultades con la desigualdad de derechos
específicos”.
Para los liberales la igualdad es un derecho
meramente formal, ”existe solo en el papel” apostilló Engels. No sólo en lo que
respecta “al contrato de trabajo entre capitalista y trabajador sino también en
el contrato matrimonial”. (42) Para Marx la sociedad capitalista estableció
el «derecho a la desigualdad, que es el único derecho efectivo para los
proletarios».
Para Mészáros, la lucha por una una democracia y un
igualdad sustantiva es la lucha por una sociedad de iguales. Este enfoque no
sólo enfrenta al capital en su “corazón bárbaro”, sino que también se opone a
cualquier intento inútil de detenerse a mitad de camino en la transición al
socialismo/comunismo.
La igualdad sustantiva, es un aspecto
incuestionable de la noción del comunismo de Marx, Esta concepción requiere un
cambio en las células constitutivas de la sociedad: la nueva organización
social que no puede estar fundada por el capital y reforzada por un estado
jerárquico, al contrario debe sustentarse en la organización de productores
asociados libres y en un estado comunal.
Un proceso revolucionario de construcción
socialista – entendido como un nuevo sistema de reproducción social – no puede
tener éxito sin un “principio orientador” como parte de una estrategia a largo
plazo. La planificación socialista y una genuina democracia sólo serán
una verdad tangible con la constitución de un poder real en la base misma de la
sociedad. Sólo así las revoluciones se vuelven irreversibles.
Al reconocer explícitamente la necesidad de un
socialismo para el siglo XXI la Revolución Venezolana y Hugo Chávez dio un
importante paso y se convirtió inmediatamente en una amenaza al orden
imperante.
Para Chávez el socialismo del siglo XXI suponía una
lucha continua por la igualdad sustantiva y era necesario abolir todas las
desigualdades y opresiones (de color, de género, etc) de la sociedad
capitalista.
Paul Sweezy subrayó algunos aspectos que deben
caracterizar la nueva formación social de los iguales.
“Surgirán necesariamente nuevas formas de trabajo
en una nueva sociedad que use la productividad humana de manera más racional.
Muchas categorías serán eliminadas por completo (la minería del carbón y el
servicio doméstico, por ejemplo) y, en la medida de lo posible, todos los
trabajos deben volverse interesantes y creativos.
La reducción del enorme desperdicio y destrucción
inherente a la producción y al consumo capitalista deberían abrir un
espacio para el empleo del tiempo disponible en forma más creativa”.
En una sociedad de iguales, en la que todos están
en la misma relación con los medios de producción y tengan la misma obligación
de trabajar y servir al bienestar común, todas las «necesidades» que enfatizan
la superioridad de unos pocos (e implican la sumisión de los demás) simplemente
desaparecerán y serán reemplazados por las necesidades de seres humanos
liberados, que viven juntos en el respeto mutuo y la cooperación …
La sociedad y los seres humanos que la componen
constituyen un todo dialéctico: ninguno puede cambiar sin cambiar al otro. Y el
comunismo como ideal comprende una nueva sociedad y un nuevo ser humano”.
Más que un ideal, el comunismo es un principio
organizador en el que la igualdad y la democracia sustantiva son lo más
importante en el socialismo / comunismo.
Distopía capitalista
Pese a las novelas distópicas, es imposible
imaginar el nivel de catástrofe ambiental que enfrentarán los pueblos del mundo
si no se detiene la destrucción del metabolismo social y de la tierra por parte
del capitalismo.
Según la Academia Nacional de Ciencias de EEUU, “las
tendencias existentes proyectan que unos 3.500 millones de personas vivirán en
medio de un calor insoportable en condiciones sólo comparables a las del
desierto del Sahara para el año 2070 ”
Estas proyecciones se han quedado chicas y no
logran captar el enorme nivel de destrucción que caerá sobre la mayoría de la
humanidad bajo las prácticas sociales propios del capitalismo. La única
respuesta será dejar esa “casa en llamas» y empezar a construir otra, desde
ahora.
En nuestro siglo el movimiento socialista no sólo
es esencial para crear un un futuro mejor, también es una actividad
imprescindible para una defensa activa de la población mundial que está
enfrentada a la cuestión de la supervivencia.
Internacional de Trabajadores y Pueblos
Hoy, un número incalculable de gente está
involucrada en el combate contra el gigante capitalista en el ámbito local y
nacional. Sin embargo, una vez más, estas luchas dependen de una coordinación a
nivel global. Por tanto para avanzar es necesario crear de una nueva
organización internacional de los trabajadores y de los pueblos.
La Internacional para el siglo XXI no puede
consistir simplemente en un grupo de intelectuales comprometidos en debates
como las del Foro Social Mundial o, en la promoción de tímidas reformas
regulatorias como lo hace la Internacional Socialdemócrata o la recientemente
creada Internacional Progresista.
Más bien, debe constituirse una organización de los
trabajadores y de los pueblos – fundada desde el principio en una fuerte
alianza Sur-Sur- para colocar la lucha contra el imperialismo en el centro de
la rebelión contra el capitalismo, tal como la consideraron figuras como Chávez
y Samir Amin.
En 2011, justo antes de su enfermedad y
fallecimiento, Hugo Chávez preparaba el lanzamiento de lo que llamó Nueva
Internacional (no una Quinta Internacional.) Su propósito era extender
la Alianza Bolivariana a nivel mundial.
Mientras tanto Samir Amin, desde el Foro Mundial de
Alternativas había contemplado la organización de una Quinta Internacional,
pero en julio de 2018 (sólo un mes antes de su muerte) transformó este proyecto
en el llamamiento a crear una Internacional de los Trabajadores y los
Pueblos. Al hacer esto Amin reconocía explícitamente que una
Internacional puramente obrera resulta hoy insuficiente para enfrentar al
imperialismo.
La Internacional pensada por Samir Amin deberá
construir de una alianza de los pueblos del mundo que incluya no sólo de los
“representantes del proletariado industrial” sino (y de manera muy amplia) al
precariado, a los asalariados de los servicios, a los campesinos, y a todos los
sectores sociales oprimidos por el capitalismo moderno. Además, deberá ser una
organización (no sólo un movimiento) fundado en el respeto a la diversidad,
garantizando la independencia real de partidos, sindicatos y organizaciones
populares.
La creación de una Nueva Internacional, por
supuesto, no puede emerger en medio del vacío, sino que debe articularse dentro
y como producto de organizaciones de base, en conjunto con los movimientos
anticapitalistas y antipatriarcales.
En opinión de Samir Amin, los elementos cruciales
para la lucha antiimperialista son los movimientos de base, los países y
partidos que se propongan la desvinculación con el sistema capitalista global y
la alianza entre países víctimas de la explotación neocolonial. Hoy estas
fuerzas deben unirse al creciente movimiento ecológico global. La lucha
universal contra el capitalismo y el imperialismo, insistió, debe
caracterizarse por la audacia para romper las coordenadas en los puntos débiles
del sistema
Para Amin el mundo seguirá gobernado por un sistema
caótico que destruirán el planeta sino no somos capaces de construir un
proyecto de transformación revolucionaria de la sociedad . Vivimos , hoy, una
época de coincidencia de la lucha por la libertad y la necesidad. La elección
que tenemos ante nosotros es inevitable: ruina o revolución.
*Este artículo es una versión revisada de una
video-charla presentada el 12 de julio de 2020 en la sesión de clausura del
Séptimo Foro Sur-Sur sobre Sostenibilidad, Cambio Climático, Crisis Globales y
Regeneración Comunitaria. La Conferencia fue organizada por la Universidad
Lingnan de Hong Kong.
Por: John Bellamy Foster
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