Muchas incertidumbres se ciernen sobre el 2021. La covid-19 se ha añadido a la crisis estructural cuyos efectos se han expresado con fuerza los últimos años y ha sido un catalizador de las inmensas desigualdades generadas por el neoliberalismo.
Algunos navegan con el solo deseo de volver a lo
que éramos antes de la pandemia y otros viven con la conciencia que nada será
igual bajo el cielo. La boda que se realizó el pasado viernes en el Country
Club, con cientos de invitados a pesar de la situación que atraviesan el país y
el mundo, deja entrever que habrá ciertamente varias normalidades para el 2021.
Resulta difícil proteger la salud de la población,
mantener actividades gubernamentales y empresariales, vender la idea de
normalidad para no asustar los turistas y los inversores, tomar como norte que
las cosas van bien y exigir que la población acate al unísono medidas
restrictivas.
Nada será igual, por el mero hecho que en poco
menos de un año más de 1 millón 690 mil personas perdieron la batalla contra la
covid-19 a nivel planetario; nada será igual porque durante el primer pico de
la pandemia miles de personas de todas edades murieron solas sin el
acompañamiento de sus seres queridos y en algunos países hasta las enterraron
en fosas comunes.
Estos acontecimientos extremos quedarán para
siempre presente para muchos, más aún por los que han sido confrontados a
formas brutales de la enfermedad y al duelo de amigos o familiares.
En 2021, numerosos cambios que hemos visto
instalarse en casi todos los aspectos de nuestras vidas se quedarán, para bien
o para mal.
Están también por verse las transformaciones que
tendremos que implementar para evitar que nuestro planeta sucumba al cambio
climático y a la pérdida de la biodiversidad como resultado de la actividad
humana sin control.
El desafío global que surge a raíz de la pandemia
no es menor al que se presentó al final de la Segunda Guerra Mundial y pone en
entredicho la gran paradoja de la globalización que permitió la propagación
rápida de la enfermedad gracias a la movilidad acelerada de las personas y de
las mercancías en las últimas décadas, fenómeno que se tradujo en beneficios
económicos sin precedentes.
Al favorecer la expansión e intensificación de
la agricultura y el comercio, la producción y el consumo insostenible y
loscambios de uso del suelo, un capitalismo despiadado generó y seguirá generando
nuevos riesgosa través de sus impactos en el medio ambiente.
Así sucede en el Brasil del presidente Bolsonaro,
que al igual que algunos otros líderes mundiales, se ha burlado del cambio
climático y de los peligros del coronavirus.
Por cansancio, desconocimiento o ideología muchos
surfean ahora mismo con los riesgos, mientras otros mantienen el aislamiento
social a cabalidad o llevan el luto de los desaparecidos.
Se ha desvelado en muchos países una desconfianza y
un cuestionamiento a las medidas tomadas por las autoridades como la
obligatoriedad de las mascarillas.
Muchas incertidumbres se ciernen sobre el 2021. La
covid-19 se ha añadido a la crisis estructural cuyos efectos se han expresado
con fuerza los últimos años y ha sido un catalizador de las inmensas
desigualdades generadas por el neo liberalismo.
“Nueva normalidad” es un eufemismo para una pérdida
de lo bueno que podía tener la normalidad anterior, y nos trae su nuevo
trabajo, su nueva educación, que en muchos casos puede suponer un deterioro,
tangible y cotidiano de las condiciones de viday de los derechos humanos.
Apenassalidas las primeras vacunas que se aplicarán
masivamente durante 2021, crecen los movimientos anti vacunas y las dudas sobre
los riesgos imaginarios o reales que representan las diferentes técnicas
utilizadas.
Este mismo fin de semana se anunció una mutación
del virus que acaba de provocar una nueva cuarentana en el Reino Unido y el cierre
de los vuelos desde y hacia ese país.
Así termina 2020 y comienza 2021.
Por: Elisabeth De Puig
Fuente:
https://acento.com.do/opinion/2021-2-8895011.html
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