Resulta más difícil fomentar la actitud crítica ante la manipulación de los hechos y los análisis intencionados cuando existe una clara tendencia a adiestrar el pensamiento de la audiencia para que no tenga juicio propio sobre la información que consume.
Vaya paradoja: es en la era de
la mayor interconexión entre los seres humanos que la desinformación ha
aumentando en el mundo hasta tomar proporciones dramáticas por su propagación
viral por las redes sociales.
A raíz de la pandemia de Covid
19 se ha forjado un nuevo concepto: el de infodemia, que deriva de las palabras información y epidemia, y que ha sido
oficializado por la OMS en febrero 2020.
Nunca antes la humanidad había
tenido acceso a tanto volumen de información, lo que no significa que
estemos mejor informados. Más bien, es mucho más complicado ahora saber si lo
que leemos es verdad o no.
La función de los medios de
comunicación tradicionales era y sigue siendo la de presentar un amplio abanico
de perspectivas, para que a partir de ahí los ciudadanos puedan construir
su propia percepción de la realidad.
Sin embargo, en el momento que
se estimula una participación activa de todos y todas en las redes sociales con
el desarrollo de una velocidad de propagación impensable hace solo algunos años, nuestra
época se caracteriza también por la falta de una actitud crítica y la poca
calidad de los análisis sobre las informaciones
En 2020, para más de la mitad
de la población del mundo desarrollado la primera fuente de acceso a las
noticias y opiniones son el internet y las redes sociales. Se han quedado atrás
los libros, la televisión, la radio y la prensa escrita.
Como las noticias falsas
provienen, sobre todo, de las redes, es función del periodista alejarse de
ellas y ofrecer cada vez más conocimientos, análisis y filtro.
De manera general es bueno
entender que la desinformación busca encajar de manera directa con nuestros
gustos, creencias, miedos o deseos, mientras que la información se dirige a
nuestro ser racional y a nuestro conocimiento.
Se debe considerar que muchas
de las noticias falsas no son inocentes y utilizan el conocimiento de la psique
humana para impactar en un sentido o en el otro.
Resulta más difícil fomentar
la actitud crítica ante la manipulación de los hechos y los análisis
intencionados cuando existe una clara tendencia a adiestrar el pensamiento de
la audiencia para que no tenga juicio propio sobre la información que consume.
La situación presente da pie
cada vez más a que el usuario asuma como verdad cualquier noticia presentada de
una manera que coincida con su ideología, sus valores y sus principios.
Por todas estas razones,
cuando se difunden mentiras para favorecer a determinadas
organizaciones o a partidos políticos, la desinformación electoral pone en
riesgo la democracia; cuando se trata de noticias falsas y alarmistas sobre
migrantes, minorías, casos de corrupción, como sobre el Covid 19, estas
falsas noticias pueden ser letales.
¿Cómo tratar de mitigar estos
peligros que las mismas plataformas en línea no están en capacidad de
controlar? Han surgido “fact-checkers”, o verificadores de hechos y
de datos. El Fact-Checking
Network (IFCN), perteneciente al Poynter Institute, reúne a más de 100
profesionales de 45 países dedicados a analizar la información.
Cada uno de nosotros tiene su
grado de responsabilidad como consumidor y reproductor de noticias; lo menos
que podemos hacer en caso de dudas es comprobar la fuente de la que proviene la
noticia, su autor, el día y, si es necesario, hacer una breve búsqueda por
internet y controlar el click automático y compulsivo que nos hace compartir
tal o tal noticia.
Por: Elisabeth de
Puig
Fuente: https://acento.com.do/opinion/informacion-e-infodemia-8890810.html
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