Educar para reducir la desigualdad
De
manera remota, se llevó adelante el Congreso Mundial de Educación Kairós. Con
la presencia de notables personalidades internacionales de la educación, el
lema del encuentro fue “Por el tercer Contrato Social de la Educación”.
A mi turno, me correspondió participar de un panel llamado “Políticas y
estrategias de las organizaciones internacionales para la implementación del
Tercer Contrato Social de la Educación”, que me permitió reflexionar sobre los
tres contratos sociales educativos que considero ha transitado la Argentina. Y,
a partir de ellos, los desafíos que tenemos no sólo a nivel de enseñar y
aprender, sino en términos de construcción de políticas de inclusión y
derechos.
Pueden existir
diferencias en cuanto a la universalización del Primer Contrato
Educativo. Pero, podemos convenir que en Argentina éste se concretó en el
siglo XIX a partir de la Ley 1420 con el impulso de Domingo Faustino Sarmiento.
Sin embargo, no es hasta el año 2005 que, con el gobierno de Néstor Kirchner,
se sancionó la Ley Federal de Educación que hizo obligatoria toda la
educación básica.
El Segundo
Contrato Social Educativo puede ubicarse a mediados del Siglo XX, con
el ascenso a la educación superior al iniciar las posguerras mundiales.
Coincide en Argentina con los dos primeros gobiernos de Perón, quien impulsó
la gratuidad de los estudios universitarios para masificar su
acceso y graduación, multiplicando casi por cuatro la cantidad de estudiantes
universitarios en el lapso de una década. Esa masificación se ve ampliada con
la creación de nuevas universidades durante los gobiernos de Cristina Fernández
de Kirchner, con una fenomenal ampliación de derechos a través de programas
como el “Conectar Igualdad”, el “Fines”, las becas y apoyo desarrollo
científico–tecnológico e investigación universitaria.
Como toda
conceptualización, su síntesis cronológica toma sucesos globales y locales, y,
claro está, no evitamos la referencia a otros aspectos trascendentes de nuestra
educación argentina, como la centenaria Reforma de 1918.
De cara al Siglo XXI,
el Tercer Contrato Social Educativo -que es también político,
universal, local, territorial- forjó avances indudables en la humanidad, pero
también dejó a la luz severas desigualdades ante las cuales, inevitablemente la
educación debería ser una herramienta para su solución. De no tomarlas por las
astas, la tan dramática situación que no sólo no se resuelve, sino que se
acentúa cotidianamente.
Un tercer contrato
social educativo debe ser no solo universal, y una garantía a los distintos
niveles educativos, sino uno que suponga la conformación de personas que
contribuyan a colectivos sociales y entramados comunitarios capaces de resolver
las actuales desigualdades: problemas de alimentación, hábitat, desarrollo
social, político y económico. Debe poder hablar de cómo armonizar y lograr la
paz, la felicidad de nuestros pueblos, y no su competencia, que ha dejado
secuelas de destrucción, muerte y miseria en buena parte de nuestras
geografías. Volviendo a Paulo Freire, “la educación no cambia el mundo, cambia
a las personas que van a cambiar el mundo”.
En ese sentido, no es
factible pensar la educación de cara al futuro sin incorporar las perspectivas
de derechos humanos y ambientales, la igualdad de géneros y
la erradicación de todas las formas de violencia. Esto no implica
consensos absolutos, sino respeto por el disenso y la búsqueda de síntesis
políticas que nos incluyan a todas las personas, piensen lo que piensen,
sientan lo que sientan, nazcan donde nazcan.
El Primer Contrato
–allí al iniciarnos como Nación- nos interpelaba desde la ciudadanía. El
Segundo –cuando necesitábamos una industria nacional y soberana- lo hacía desde
la ciencia y la técnica. El Tercero nos interpela desde la deconstrucción de
una civilización que requiere un punto de inflexión que afronte un nuevo
sistema de representación política, un nuevo orden económico que
reduzca las desigualdades actuales, una nueva educación capaz de ayudar a
construir una sociedad ajena a las violencias y capaz de ser ambientalmente
sustentable.
Por Jorge
Calzoni
* Jorge Calzoni es
rector de la Universidad Nacional de Avellaneda
Fuente
https://www.pagina12.com.ar/309550-los-tres-contratos-sociales-educativos
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