Por: Miguel Andrés Brenner
Facultad de
Filosofía y Letras
Marzo de 2022
¿Menos Estado y más libertad? ¿O
qué?
Hablemos de los vouchers educativos
o de los bonos educativos. Voy a tomar como base un texto mío del
año 2000, “La educación para todos. Un paradigma neoliberal”.
No vamos a realizar una explicación
desde sus orígenes, pues demasiado se ha dicho hasta ahora. En Argentina los ha
impulsado, hacia fines del siglo pasado, el economista Juan José Llach, como
Ministro de Educación del entonces gobierno de la Alianza (su presidente,
Fernando de la Rúa), desde fines de noviembre de 1999 hasta fines del año 2000.
Ahora se reitera su instalación a través de la comunicación masiva. Importa la
publicidad en los medios de difusión, ya que vale su incorporación en las
mentes de los argentinos, como tantas otras cuestiones relativas a las
concepciones del mercado en materia educativa, como si éste lo resolviera todo.
El Estado no debiera intervenir en las decisiones de los particulares. En tanto
así se diera, se autorregularía el sistema escuela, como si en el trasfondo
existieran “leyes” que “a futuro” condujeran a la riqueza de las naciones. Aquí
radica una especie de determinismo económico. Conste que dicho artículo
periodístico no tiene ningún valor académico, ni de ideas novedosas que se
transmitan, sirviendo solamente de difusión político-partidaria y que revisa
ideas ya establecidas y remanidas.
Originalmente han sido propuestas por
Milton Friedman, Escuela de Economía de Chicago, en su ensayo “El papel del
gobierno en la educación”, año 1955. Es por ello por lo que me voy a
detener solamente en una publicación, Diario La Nación de la Ciudad Autónoma de
Buenos Aires, regida por un gobierno de derecha, ¿Podría el sistema de
voucher fortalecer la educación pública?, cuya autora es Marina Kienast,
diputada de esa Ciudad por Republicanos Unidos, abogada, traductora pública en
inglés, Master en Economía y en Derecho, quien afirma que su afán es el
problema de las “desigualdades”. En realidad, la autora considera que habría
una “igualdad” hipotética, o una igualdad natural, que solo se da en un
discurso matemático formal.[i] Idea tal que ni el mismo Karl Marx avala,
quien, literalmente, se burla de la noción de “igualdad social”[ii].
Y menciono a Marx, por cuanto actualmente aún es frecuentada por las llamadas
izquierdas.
Dentro de la temática, la autora no es
nada creativa, simplemente, desde el poder del gobierno que dirige Horacio
Larreta, reitera la propuesta.
Según ella lo entiende, parte en sus
afirmaciones del deterioro de la escuela pública que atenta contra el principio
de la “igualdad de oportunidades”.
Al respecto de la igualdad de
oportunidades, por motivos de brevedad en razón que podría escribirse todo un
libro referido a las críticas de aquel concepto, invitamos a ver un video con
la alocución de Michael Sandel, quien es profesor de filosofía en la
Universidad de Harvard, donde comenta las ideas fundamentales de su libro “La
tiranía del mérito”. Ha sido orador principal en materia de filosofía en el
Foro Económico Mundial de Davos 2021.[iii]
Por lo visto recientemente, no es acertada la afirmación de Marina
Kienlast: “Una de las alternativas que emergió en la arena
política recientemente y que generó mucha controversia, es el modelo del voucher
educativo como uno de los instrumentos del financiamiento de la demanda en la
educación.” Es que la misma no es reciente. Sí es reciente la propaganda política,
la lucha política para instalar dichas ideas, que son las del Partido Político
PRO - Propuesta Republicana-.
Reiterando,
pido disculpas, valga la redundancia, por la reiteración. Es que el artículo
del diario La Nación, nada original es. Lo único que pretende es promover nuevamente
una idea desde la arena político/partidaria. Dado el antecedente señalado, transcribo
solo alguno de sus párrafos:
“A través de este sistema, el alumno tiene a su disposición un vale que
asegura su derecho a recibir educación. Los padres, junto a sus hijos, deciden
a través de qué institución hacen uso de ese vale. Es decir, qué institución
eligen para llevar adelante la escolarización de sus hijos. Es importante
aclarar que el voucher en cuestión no equivale a dinero. De
ningún modo alguien podría sacar provecho de ese vale más que el mismo chico,
ya que sólo se canjea por educación. Asimismo, el voucher no
tiene un valor fijo, sino que se actualiza en base del costo que supone que
cada chico asista a una escuela pública. No requiere mayor gasto público;
simplemente cambia el modo en el que se aplica ese gasto. La educación pública
es una de las inversiones más importantes que realiza el Estado. Por esto mismo
resulta fundamental estudiar a fondo cómo maximizar su rendimiento para que sea
lo más beneficioso para los alumnos. De esta
manera, los recursos llegan directamente al chico, quien lo acredita a una
institución, subsidiando así la demanda educativa en lugar de la oferta. Y acá
es donde ocurre lo interesante. El sustento de la institución depende entonces
de su capacidad de desarrollar incentivos para atraer alumnos. Este incentivo
no es otro que el de ofrecer educación de calidad y gestionar adecuadamente los
ingresos para ofrecer a los alumnos un espacio motivador y próspero para su
escolarización. Parte del financiamiento de cada escuela pasa
a depender de cuántas familias la elijan. Es por esto que se genera un espacio
competitivo entre las instituciones educativas para posicionarse como la opción
destacada entre los alumnos.”
Aquí subyace
fuertemente el principio sustentado en la demanda, pues el Estado sería un
pésimo oferente, y no corresponde que decida por los padres.
Visión crítica.
·
Si el Estado es un pésimo
oferente, ¿por qué hasta los años setenta, las mejores escuelas se hallaban en
el ámbito de lo público? Sobre esta problemática no haremos referencia en el
presente texto.
·
¿Cómo harían los padres
para elegir las mejores escuelas? Hay que determinar “qué significa lo mejor”.
¿La eficiencia y eficacia exigida por el mercado? Si fuese así, ¿qué hacemos
con la mayor parte de la humanidad excluida del aprendizaje de la
lectoescritura, no apta desde los parámetros del mercado?
·
Precisemos. El modelo
establece certificar la calidad desde los “resultados” obtenidos en las pruebas
estandarizadas de evaluación a los alumnos, y desde ahí “se mediría” la calidad
de los docentes. Los resultados, que se reducen a “mediciones”, pueden
compararse a nivel internacional. Es decir, se podría comparar una escuela de
nuestras “villas miserias” o “favelas”, entre otras, con las ubicadas en los
sectores sociales favorecidos por el sistema.
·
Además, tengamos en cuenta
las tan mentadas trayectorias individuales del aprendizaje, o sea, el recorrido
que realiza cada estudiante dentro del sistema educativo, desde donde percibir que
las necesidades y posibilidades de aprendizaje de los alumnos son diferentes,
como para que cada uno de ellos “encaje” dentro de moldes prefijados. Así, por
ejemplo, yo puedo ser docente en dos escuelas distintas, y aún en dos cursos
distintos, pero las condiciones iniciales para el aprendizaje son diferentes,
por lo que mi enseñanza también será diferente, salvo que la escuela dedique su
afán solo a responder ítems evaluativos para acreditar y certificar.
·
La conflictiva, además, se
manifiesta con los criterios de quienes elaboran las pruebas, mientras que
también las mismas evalúan los objetivos logrados y no los procesos educativos.
Valga dejar sentado críticamente que el término “proceso” es multidimensional,
ya que implica tanto las didácticas, como las relaciones de clase social, los
contextos culturales, políticos, económicos, territoriales, etc.. Ese proceso
es obviado en las pruebas estandarizadas.
·
Conste que, en situaciones
de pobreza estructural, los alumnos realizan el “aprendizaje social de la
pobreza”, un aprendizaje no teorizado, pero sí, vivencial. Es que la ausencia
de expectativas sociales incide en el aprendizaje social de la pobreza. La fuerte
pregnancia de la escuela-contenedora-asistencialista, implica el aprendizaje de
los alumnos de la invalidez de sus padres, por cuanto no podrían valerse por sí
mismos, dependiendo paternalmente del Estado. La alimentación, donde lo que
interesa es consumir para subsistir, sin otra consideración, debilita la
comunicación interpares (“se consume como animalitos”). La ausencia de
pensamiento crítico no favorece entrever quién gana y quién pierde, y por qué. En
principio pierden quienes se alimentan con valores nutritivos inhumanos
(dejamos para otro capítulo la cuestión de “quién gana”).
·
Regresando a un
interrogante que nos quedó en el tintero. Subyace a tal postura la “teoría de
la elección racional”. No haremos, aquí, la historia de la misma y la mención
de sus detentores. Solamente diremos que los individuos elegirían las mejores
alternativas a partir de “decisiones racionales”. Mas, tajantemente,
esto no es cierto. Esta teoría olvida a Friedrich Nietzsche, quien sostiene que
no hay hechos, sino interpretaciones. Olvida a Sigmund Freud, quien enseñó que
la conciencia es el órgano sustentado por el inconsciente. Olvida a Karl
Heinrich Marx, para quien la ideología es una imagen invertida de la realidad
(falsa conciencia). Nietzsche, Freud y Marx llamados los “maestros de la
sospecha”.
·
No solo ello. Cuando los
padres de los sectores populares eligen a una escuela, lo hacen desde sus
propios criterios sociales y culturales. Se preguntan explícita o implícitamente:
¿Quiénes serán los compañeros de mis hijos?, ¿dan en la escuela
alimentación?, ¿el edificio escolar está cerca de mi casa o no?, ¿gastaré mucho
o no en uniforme, útiles, etc.? Consideremos que los vouchers o
bonos o cheques educativos sirven tanto para
escuelas públicas como para escuelas privadas. Estas últimas cobran un “plus” a
los padres. Los de los sectores populares difícilmente estarían en condiciones
para asumir dicho “plus”. Además, los de los sectores sociales favorecidos
difícilmente aceptarían convivir con aquellos, en virtud de la discriminación
existente (étnica, racial, cultural, social).
·
Que tanto docentes como
escuelas compitan entre sí para que queden las mejores, olvida el concepto
“mejor” como valorativamente ideológico, lo cual resulta complicado en un
sistema sin incentivos, que no reconoce el valor del magisterio, y uno de sus
indicadores es el salario, empero no el único. Es decir, hay que establecer un
sistema educativo que atraiga a la enseñanza a los mejores. ¡Claro!, nos
encontramos con una problemática similar, ¿cuál es el criterio desde el que se
determina lo mejor?
·
Otro tema, que requeriría
de una profunda y extensa consideración, es el relativo a la actual percepción
social infravalorada de los docentes, además de todas las variables desde las
cuales interpretar su situación laboral. La competencia entre docentes y
escuelas, donde quien no tiene criterios de calidad sería barrido del mercado,
haría que maestros y escuelas luchasen en el campo de la competencia para
subsistir y no perder sus fuentes laborales. Aquí se da una flagrante e
inhumana contradicción, pues por un lado se desmerece el accionar docente,
aunque por el otro se lo somete a una dura competencia, como si estuviera al
alcance de todos lo que se denomina supuestamente lo eficiente y eficaz.
·
Sin embargo, haciendo un juego
de imaginación, “juguemos” a que las críticas que anteceden al presente trabajo
no existieran. Entonces, digamos que sí, es válida la competencia entre
docentes y entre escuelas, para que sobrevivan las mejores, puesto que los
padres las elegirían. Aquí, nos encontraríamos con el naufragio de una
hipotética racionalidad. ¿Por qué? Durante las últimas décadas la formación
docente ha tenido sus “agujeros negros”. Así, en el tren de la competencia,
quedarían fuera del sistema educativo una camada de docentes inimaginable. Y la
escuela, que se ha convertido tendencialmente en “contenedora”, se hallaría sin
personal titulado. Según la experiencia histórica, en variadas oportunidades,
ante la falta de docentes, se convocó para suplirlos a personal no titulado.
Conste que en la docencia no existe, como en la medicina, “el ejercicio ilegal
de…”.
Más
allá de los planteos recientemente formulados, la actual grieta política
conduce a la imposibilidad del diálogo. No es ésta la mejor plataforma para la
institución de los bonos educativos que se pretenden imponer desde la
propaganda político/partidaria. Es que cualquier cambio significativo debe
hacerse con los docentes y no sobre los docentes.
[i] https://www.lanacion.com.ar/opinion/podria-el-sistema-de-voucher-fortalecer-la-educacion-publica-nid12032022/
[ii] Marx, Carlos. “Crítica al Programa de Gotha.” http://190.186.233.212/filebiblioteca/Ciencias%20Sociales/Karl%20Marx%20-%20Critica%20del%20programa%20de%20Gotha.pdf
[iii] https://www.ted.com/talks/michael_sandel_the_tyranny_of_merit/transcript?language=es#t-118060 Importa ver el video mencionado.
No hay comentarios:
Publicar un comentario