Por Miguel Andrés Brenner
Facultad de Filosofía y Letras, UBA
Argentina
Septiembre de 2022
En las redes sociales (digitales), no en los grandes medios sociales de comunicación,
desde los sectores de la derecha argentina, circula profusamente la idea de que el
atentado fue autoprovocado, sin decir por parte de quien, habiendo sido el objetivo el
de poner en el centro del debate político la predominancia de la Vicepresidenta de la
Nación.
Personalmente no “creo” 1 que haya sido una intencional invención maquiavélica,
pero, reitero que “creo”, porque no tengo evidencia empírica ni científica alguna. Y,
así como afirmo desde “mi creencia”, valga tal apelativo al de la oposición liderada
en particular por Juntos x El Cambio.
Empero, propongamos la hipótesis de que el atentado haya sido consecuencia de un
artificio maquiavélico. Lo que más importa aquí es la “manifestación popular
masiva” en repudio al magnicidio. La figura central, a mi criterio, entonces, no es la
de Cristina Fernández de Kirchner, aunque no pueda negarse su trascendencia. La
figura central, aquí, es la de un pueblo que “ha sentido” que, durante los gobiernos
de los Kirchner, vivieron “mejor”, mientras que dicho bienestar se ha debilitado
fuertemente desde 2016 hasta la actualidad. Es decir, lo que importa es el “sentir” del
pueblo, aunque sea no preciso y, probablemente, hasta a veces confuso. Obviamente,
más allá de lo que expresan los economistas del orden establecido.
Si bien lo que se encuentra en el tapete es la “figura” de la señora, lo que más
importa es el “sentir” de un pueblo. Ese pueblo ni es estúpido, ni cabeza de termo,
como se dice en las redes, ese pueblo tiene un “sentir”, aunque como comunidad se
encuentre fragmentado.
Los hechos acontecidos recientemente impactan sobremanera, por lo que valga algún
tipo de aclaración.
La explicación realizada excede a las interpretaciones liberales. Desde esta óptica se
nos ha enseñado que la historia es de los individuos, nunca de las comunidades. Y
dentro de tal paradigma discursivo, en general, deambulan todos los medios de comunicación y todos quienes se asumen en un espectro partidario u otro. Michel
Foucault nos enseñó que es posible una historia de la locura o de la sexualidad. ¿Por
qué no, también, una historia de los pueblos o de las comunidades? La perspectiva
que pretendo es totalmente diferente a la enunciación de instituciones o de
individuos.
A partir de finales del siglo XVII y el siglo XVIII surge la ilustración. Aclaremos: un
fenómeno exclusivamente eurocéntrico, es decir, se mira al ser humano desde ahí,
desconociendo que el mundo no se reduce a la Europa occidental. Es por ello que
rechazo la concepción lo racional del mismo Kant, aunque reconozco sus
valiosísimos aportes. En tal sentido, también rechazo el mismo concepto de
“emancipación”, mientras que prefiero el de “liberación”, que es tan antiguo como
los textos del Antiguo Testamento, la Biblia.
Cuando hablo de pueblo, ello excede a la racionalidad, a una racionalidad
eurocéntrica, que además incluye la irracionalidad. Mas bien refiero a una especie de
“senti-pensar”, pensar que va más allá de lo teórico.
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