FESTEJANDO LA ALEGRÍA.
ARGENTINA CAMPEÓN MUNDIAL DE
FÚTBOL
Miguel Andrés Brenner
Facultad de Filosofía y Letras
Universidad de Buenos Aires
Diciembre 2022
Nota aclaratoria inicial. Si bien el texto, que a
continuación se presenta, sobreabunda en categorías académicas, para una
lectura más ágil y de divulgación, obvia las normas APA – Asociación Americana
de Psicología (American
Psychological Association)-
requeridas por la academia.
Argentina, mi país, el domingo
18 diciembre de 2022, obtuvo en Qatar, luego de un emocionante partido de
fútbol contra Francia, el título de campeón mundial. Se produjo una algarabía
generalizada impresionante, luego de las tensiones ocasionadas propias del
evento deportivo.
Varios medios de comunicación
tildaron a la enorme cantidad de gente, festejando el triunfo del campeonato
mundial, como “marea humana”, que rayaba en más de 5 millones de personas
concentradas en un predio céntrico de la Ciudad de Buenos Aires.
Según la Academia Real Española
de la Lengua, el término “marea” tiene varias acepciones, a saber:
1. f. Movimiento periódico y alternativo de ascenso y descenso de las
aguas del mar, producido por la atracción del Sol y de la Luna.
2. f. Parte de la
costa que invaden las aguas en el flujo o pleamar.
3. f. Viento blando
y suave que sopla del mar.
4. f. Cantidad de
pesca capturada por una embarcación en una jornada.
5. f. Viento que
sopla en las cuencas de los ríos, o en los barrancos.
6. f. Multitud, masa
de gente que invade un lugar.
8. f. desus. Conjunto de la
inmundicia o bascosidad que se barre y limpia de las calles y se lleva por ellas,
facilitando su arrastre con el agua.
Adoptamos la versión
6ª. “Multitud de gente, masa que invade un lugar.” De esta manera se designa metafóricamente
en dichos medios a quienes festejan el triunfo del campeonato mundial de
fútbol. La multitud de gente es una masa. Gustavo Le
Bon en su texto Psicología de las Masas (1895) definió masa como una agrupación
humana con rasgos de pérdida de control racional, mayor sugestibilidad,
contagio emocional, imitación, sentimiento de omnipotencia y anonimato para el individuo.
Sin entrar a discutir dicha acepción, valga como aproximación.
Empero, en este
breve texto, valga el fenómeno de la masividad de la multitudinaria excesiva concentración
humana, fines de diciembre de 2022, desde el sentimiento de la “unidad perdida”. Y aquí apuntamos a un
sujeto colectivo, el de pueblo. Los medios recién aludidos asignaban a la
concentración bajo el apelativo “multitud de gente”. Conste que “gente”
significa los muchos, a modo de pluralidad de personas. En nuestro caso, algo referente
a la cantidad más que a la identidad.
En virtud de que
consideramos la cuestión a la inversa, más referida a la identidad que a la
cantidad, aunque no ignoramos a ésta, trabajaremos a partir de la noción de
sujeto colectivo, o comunidad, o pueblo.
Originalmente pueblo
designaba no un estatus, sino un desafío. Así el pueblo de Dios en el Antiguo
Testamento, la Biblia, la Torah. Nos referimos a los primeros cinco libros del
A.T. Era un desafío por la negativa a
constituirse como pueblo, por la lucha, la tenacidad en ella a través del
tiempo, y la palabra de Dios, que leída en comunidad marcaba un camino, en el
que, si bien era incierto, implicaba una decisión libre de fe, de esperanza
contra toda esperanza. En tal avatar, Moisés era una señal de luz, aunque con
un riesgo total, “salvado de las aguas” quería decir su nombre.
Las comunidades
originarias, sujetas a la dominación del hombre blanco, también eran pueblo o
naciones (natio, en latín, origen). De ahí, la lucha por su sobrevivencia hasta la
actualidad.
En la antigua
cultura griega, pueblo era lo más bajo en la escala social. Se lo designaba
como plebe, cuya acción estaría guiada no por la razón, sino por las pasiones
irracionales, por quienes realizaban los trabajos más oprobiosos, como era el
trabajo manual. Obvio, dicha razón se asimilaba a la razón de quien ejercía el
poder, razón que tenía prestigio. Era la plebe (plebs, en latín).
Carlos Marx menciona
en los orígenes a las comunidades primitivas. También, la muerte y la creencia
en la Resurrección de Cristo da pie al surgimiento del nuevo pueblo de Dios. De
ahí, el término Iglesia o Asamblea, que en Hechos de los Apóstoles escrito por
San Lucas, pretende ser una comunidad de personas y de bienes donde cada uno
ponga sus bienes a disposición de los otros miembros de la comunidad “según sus
necesidades” (Hechos Capítulo 4, 35-37). El sentido de la persona estaba dado
por el pueblo o comunidad o asamblea, así nadie padeciera necesidades.
Anclándonos una vez
más en Carlos Marx y en la modernidad, éste criticaba el derecho burgués, tanto
en “La cuestión judía” (1844) como en la “Crítica al Programa de Gotha” (1875),
donde rechazaba con fuerza inusitada la noción de igualdad, bajo la idea de que
a cada uno le corresponde según sus necesidades y capacidades. Conste que en la
actualidad la noción de igualdad es vigente en distintos sectores del arco
ideológico. Noción tal que podemos ubicarla en el texto de Juan Jacobo Rousseau,
“Discurso sobre el origen de las desigualdades entre los hombres” (1755),
dentro de los orígenes del pensamiento político liberal (liberalismo político).
A partir del
surgimiento de los Estados Nacionales, el sujeto pueblo aparece con una total
relevancia. Así, la Constitución de los Estados Unidos de América. “Nosotros, el pueblo de los Estados Unidos, a
fin de formar una Unión más perfecta, establecer la justicia, garantizar la
tranquilidad nacional, tender a la defensa común, fomentar el bienestar general
y asegurar los beneficios de la libertad para nosotros y para nuestra
posterioridad, por la presente promulgamos y establecemos esta Constitución
para los Estados Unidos de América.” Aparece pueblo en su significado político.
Valga precisar que, en la
modernidad, la noción de pueblo no señala algo homogéneo. Si nos centramos en
la perspectiva de Mao Tse Tung, la contradicción principal se da entre pueblo y
antipueblo, aunque el mismo pueblo (que implica sentido de unidad) implique
contradicciones secundarias entre clases sociales, contradicciones tales que no
anulan la unidad en tanto, como pueblo, se enfrentan al antipueblo o clases
aliadas al imperialismo.
En las últimas décadas de
capitalismo neoliberal ha tendido a desaparecer de los discursos académicos y mediáticos la
noción de pueblo. Es que dicha noción, cuando el mercado predomina, en tanto
segmenta o fragmenta, no debe ser aglutinante identitario de las interpretaciones
histórico-sociales.
Si apelamos a lo que
Emilio Durkheim denominaba “sociedades primitivas”, en su libro Formas
Elementales de la Vida Religiosa (1897), apreciamos el valor que le otorga al tótem
en aquellas (totemismo). Dicho tótem podía ser cualquier objeto, aunque
generalmente era uno de vida animal. Era venerado por cuanto representaba a la
misma comunidad, en la que ésta se proyectaba. El sentido de comunidad era muy
fuerte, es que la propia vida no tenía sentido sin ésta.
La historia de la
humanidad nos muestra que la división social del trabajo, los procesos de
explotación de cualquier índole inciden en la fragmentación social a la que se
le otorga diferentes respuestas mediante instituciones que garanticen la
cohesión social, sean religiosas, políticas, educativas, culturales de
cualquier índole.
El capitalismo
neoliberal vigente difícilmente garantice la cohesión social, lo que se
manifiesta en múltiples grados de violencia social, la de unos contra otros,
dentro de una plétora de hiperindividualismo-hedonismo. De ahí la seductora y
promovida acrítica categoría-metáfora “tejido social”, que no hace más que
manifestar la “fragilidad social”.
Y es aquí donde me
ubico, llamando la atención en referencia al fenómeno de la gran concentración
masiva en la Ciudad de Buenos Aires ante el triunfo de la selección de fútbol
argentina, con una presencia de más de 5 millones de personas.
No eran
partidos políticos los convocantes, no eran organizaciones, tampoco ideas políticas
o religiosas con sus soportes institucionales. Sí podríamos referir a la nación
idea fuerza aglutinante, a lo que Benedict Anderson denomina “comunidad
imaginada” (1983), subrayemos el término de “imaginada” (o de manera más
precisa, “meramente”) – “imaginada como comunidad, porque,
obviando la actual desigualdad y explotación que puede prevalecer en cada una,
la nación siempre se concibe como una camaradería profunda y horizontal-.
El fenómeno de
nuestro tratamiento quería decir una “suma de individualidades”. El objeto de atracción
y veneración era el brillante trofeo de campeón mundial. Aparecen multitudes
inimaginables. Eran “soledades” aglutinadas no por un fervor comunitario, sino
por un cúmulo de frustraciones que interpretadas bajo la metáfora “marea
humana” señala el “desprecio” del espacio público ocupado inusitada, espontánea
y momentáneamente por quienes debieran desaparecer lo antes posible de la
escena política, porque la “invasión” sería una anomalía.
Se muestra un atisbo simbólico-corpóreo
de la “unidad perdida” como pueblo o comunidad en la alegría desbordante, insólita,
exacerbada y pasional, pero hiperfragmentada en una impresionante aglutinada de
una suma inorgánica de individualidades.
Valga aquí la afirmación de
Boaventura de Sousa Santos: “la tragedia de nuestro tiempo es que la dominación
está unida y la resistencia está fragmentada”. Y a dicha fragmentación
contribuyen todas las organizaciones que, pretendiendo una alternativa
diferente a la predominancia del mercado en la colonización de la vida humana,
no se hacen carne en las comunidades sufrientes, bajo la práctica de “bajarles
línea”. Así en realidad predomina el imperio de las organizaciones, aunque la
retórica sea de liberación, empero generalmente sea de resistencia.
A partir de aquí, dichas prácticas
se resuelven en una eterna especie de paranoica resistencia desde
organizaciones que se miran narcisistamente en el espejo. Y, entre tanto, las
instituciones, que colonizan mercantilmente la vida humana, dan respuestas
alternativas a sus problemáticas bajo el apotegma del emprendedurismo y la
meritocracia.
Importa el significado de la
potencia de lo colectivo, según una reciente explicación del diario Página12
(2022). Sin embargo, el problema radica en que lo colectivo es de imposible
constitución a partir de una impresionante suma de fragmentos, salvo que en el
imaginario social subyazca latentemente como pérdida que apele a su recreación,
a su recomposición y, en tal sentido, vale el trabajo en la formación de las
subjetividades a partir de sus necesidades y capacidades.
Concluyendo. ¿Existen
instituciones u organizaciones abocadas a tal fin? Me refiero a instituciones
implicadas en lo que Paulo Freire denomina “inédito viable”. Desde aquí nos
preguntamos, ¿es la lucha existente educativa? Y si lo es, ¿por qué?, y si no
lo es, ¿por qué?
Más allá de estas disquisiciones,
sigamos festejando la alegría.
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