¿Es posible que el docente permanezca “neutral” frente a los problemas sociales? ¿Cuál es la diferencia entre “conciencia ingenua” y “conciencia crítica”? ¿Qué violencias deben ser consideradas en nuestra crítica?
Es necesario abrir espacios formativos, donde los y las
docentes podamos leer, analizar, conocer diversos aspectos del ámbito educativo
que nos permitirán, entre otras cuestiones, reconocer y clarificar nuestra
posición ante la realidad en la que estamos inmersos. De ese modo se iniciaría
un proceso progresivo, colectivo de transformación del pensamiento, al asumir
una posición de análisis y de cuestionamiento que posibilite la construcción de
una perspectiva crítica, y así abandonar el nivel de conciencia ingenua,
entendida como “la conciencia humana en
los grados más elementales de su desarrollo […] percibe los fenómenos, pero no
sabe ponerse a distancia para juzgarlos” (Gadotti).
Un ejemplo es la asunción que muchos docentes tienen al
considerar a la educación como una actividad neutra, y también su accionar. Los
profesores y profesoras necesitamos clarificar ideas y perspectivas a través de
la información, el cuestionamiento y la reflexión colectiva, la discusión y
argumentación, con apoyo en diferentes posiciones teóricas. Para ello ayudaría
enormemente la revisión de autores del tercer mundo que han sido ocultados,
como lo plantea Bourdieu, quien afirma que sólo se prioriza y ofrece a las
masas lo que a la cultura hegemónica le importa impulsar; así entonces,
efectivamente, poco o casi nada sabemos de nuestro propio campo de trabajo
(Bourdieu).
El trabajo docente será más completo y enriquecedor para
educandos y educadores si logramos pasar de la conciencia ingenua a la
conciencia crítica, que Freire concibe del siguiente modo:
el conocimiento o la percepción que consigue develar ciertas
razones, las cuales explican la manera como los hombres “están siendo” en el
mundo, revela la realidad, conduce al hombre a su vocación ontológica e
histórica de humanizarse, se fundamenta en la creatividad y estimula la acción
verdadera de los hombres sobre la realidad, promoviendo la transformación
creadora (Gadotti y Torres).
De este modo, pasar de un nivel de conciencia a otro
permitirá, entre muchas cosas, que los educadores logremos el soporte para
reflexionar sobre nuestro quehacer educativo de manera más sustantiva, lo cual
hará posible la problematización de los fenómenos que enfrentamos, asumir una
actitud de cuestionamiento e indagación, para avanzar e intentar la asunción de
una postura crítica, entendiendo a esta como la actitud “de continua reflexión, de curiosidad ante las cosas. El deseo de
conocer las cosas tal y como suceden en la realidad, desafiando a los demás y
dejándose desafiar sin adoptar prescripciones dogmáticas” (Gadotti y Torres).
Asumir una condición con estas características nos permitirá avanzar en el
análisis y posicionamiento críticos.
Trabajar bajo estos parámetros posibilitará generar
fortaleza, criticidad y autoconfianza en los educandos y educadores que asisten
a nuestras escuelas –en este caso, nuestra universidad–, lo cual requiere un
pensar y actuar diferentes al interior de las aulas. Sin embargo, ese quehacer
docente distinto, más humanizado y humanizante, sólo puede lograrse a partir de
la transformación de los propios sujetos participantes, una cuestión en la que
nosotros, los docentes, tenemos una gran responsabilidad.
En un alto porcentaje de las escuelas de mi país, México, se
violenta de manera constante a los alumnos y alumnas, al igual que a los
profesores y profesoras, entre otras causas por el propio sistema económico y
social que padecemos. específicamente en el ámbito educativo, por la propia
organización verticalista que prevalece tanto a nivel patronal como sindical.
Por ello, se hace necesario y urgente revisar, problematizar y revertir esta
relación desde nuestros propios espacios cotidianos. Vale decir, es preciso
actuar desde distintos ámbitos: el entorno familiar, laboral, de las relaciones
sociales, entre otros.
La violencia, como señala Freire, no sólo es física, verbal
o psicológica, sino que también existe aquella que es más difícil de develar: “la subrepticia, simbólica, violencia y
hambre, violencia e intereses económicos de las grandes potencias, violencia y
religión, violencia y política, violencia y racismo, violencia y sexismo,
violencia y clases sociales”.
Recuperar los planteamientos freireanos permite encontrar
sustentos a la necesidad de soñar, comunicarnos, crear utopías y trabajar para
concretarlas. Freire sostiene:
Nadie me puede afirmar
categóricamente que un mundo así, hecho de utopías, jamás será construido. Este
es, al final, el sueño substantivamente democrático a que aspiramos, si somos
coherentemente progresistas. Soñar con este mundo, por lo tanto, no basta para
que se concrete. Precisamos luchar incesantemente para construirlo. Sería
horrible si tuviésemos la sensibilidad del dolor, del hambre, de la injusticia,
de la amenaza, sin ninguna posibilidad de captar la o las razones de la negatividad. Sería
horrible si apenas sintiésemos la opresión, pero no pudiésemos imaginar un
mundo diferente, soñar con él como proyecto y entregarnos a la lucha por su
construcción. nos hicimos mujeres y hombres experimentándonos en el juego de
estas tramas. no somos, estamos siendo. La libertad no se recibe de presente,
es bien que se enriquece en la lucha por él, en la búsqueda permanente, en la
medida misma en que no hay vida sin la presencia, por mínima que sea, de
libertad. Pero, a pesar de que la vida, en sí, implica libertad, esto no
implica de ningún modo que la tengamos gratuitamente. Los enemigos de la vida
la amenazan constantemente. Precisamos, por eso, luchar, sea para mantenerla,
para reconquistarla o para ampliarla. De cualquier manera, sin embargo, no creo
que el núcleo fundamental de la vida, la libertad y el miedo de perderla pueda
ser jamás suprimido, amenazado, sí, de la vida extendida en la totalidad de la
extensión del concepto y no sólo vida humana. Vida que implicando la libertad
como movimiento o permanente búsqueda implica también cuidado o miedo de
perderla, libertad y miedo de perder la vida engendrándose en un núcleo más
hondo, indispensable a la vida, el de la comunicación. en este sentido me
parece una contradicción lamentable hacer un discurso progresista,
revolucionario y tener una práctica negadora de la vida. Práctica
contaminadora del aire, de las aguas, de los campos, devastadora de la mata
(Freire).
A partir de reconocer estas reflexiones, que comparto y asumo
como innegables, considero que se puede soñar, organizarnos, proponer y
trabajar para poder asumirnos como sujetos históricos, y a partir de ello
direccionar nuestra vida social, familiar y, específicamente en este caso, la
vida educativa.
Extraído de
Los círculos de cultura: una posibilidad para dialogar y
construir saberes docentes
Guadalupe Juárez Ramírez
Profesora de educación Primaria. licenciada en educación y
magíster en educación. Docente del Programa de licenciatura en intervención
educativa en la
Universidad Pedagógica nacional-Hidalgo (UPn-H). Asesora
técnica Pedagógica en el Programa Nacional de Actualización y Capacitación de
Maestros en Servicio.
En
Paulo Freire, Contribuciones para la pedagogía
Moacir Gadotti, Margarita Victoria Gomez, Jason Mafra,
Anderson Fernandes de Alencar [compiladores]
1 comentario:
Excelente exposición del posicionamiento docente .
Se nos dibuja un munfo de posibilidades , sin embargo, Estamos limitados por un direccional.Existe esa política de la homogeneidad del saber y de los contenidos que un Estado domine aún. Noe gusta la palabra soñar, pero si proyectar.
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