En el texto “Descobrimento de América” (en
Pedagogia da indignação), escrito por Paulo Freire en 1992, por ocasión del V
Centenario, su reflexión comienza de forma taxativa: “¡el pasado no se
cambia!”. Al ser preguntado sobre lo que tenía a decir en relación al
descubrimiento, afirmó: “No pienso nada sobre el “descubrimiento” porque lo que
hubo fue una conquista” (p. 73). Denuncia la invasión y la presencia predatoria
del colonizador en América Latina.
El poder avasallador de los dominadores se
extendió más allá de las tierras y personas, a la dimensión histórica y cultural
de los invadidos que fueron considerados inferiores, casi animales. “(…) nada
de esto puede ser olvidado cuando, distanciados en el tiempo, corremos el
riesgo de “suavizar” la invasión y verla como una especie de presente
“civilizatorio” del llamado Viejo Mundo” (FREIRE, 2000, p. 74). Freire sugiere
que en lugar de homenajear a los invasores, se homenajeen a quienes lucharon y
actualmente continúan luchando contra las invasiones, en las luchas de los
conquistados. “¡El futuro es de los Pueblos y no de los imperios!” (p. 76).
Por la voluntad de ser ellos mismos, los
pueblos latinoamericanos pueden cultivar un sueño posible, inspirados en las
utopías alentadas por héroes que no tuvieron reconocimiento en la historia
oficial. En Ação cultural para a liberdade, Freire (1977) introduce la
reflexión referente al “pensar cierto” sobre la realidad, desde el contexto
latinoamericano que históricamente se caracterizó por la cultura del silencio.
Frantz Fanon (Os condenados da Terra) y Albert Memmi (Retratos do colonizador
precedido pelo retrato do colonizador) fueron inspiradores de Freire en el
análisis de que “los condenados de la tierra”, los oprimidos, introyectan la
ideología dominante pero pueden extroyectar los opresores cuando, por la
reflexión, toman distancia y objetivan las formas de su presencia,
expulsándolos de su cultura. Esta es una tarea que exige claridad para
comprender que ninguna práctica educativa se da en el aire, sino en un contexto
concreto, histórico, social, cultural, económico y político.
Por eso la concepción pedagógica no puede dejar
de comprender la relación con las herencias histórico-culturales que marcaron
nuestro continente. La íntima relación de Paulo Freire con América Latina se
amplió a partir de su experiencia de exilio en otros países, entre los que se
destaca Chile, y atraviesa sus obras. Un año después de la publicación del
Documento de Medellín (1968), en el que los obispos latinoamericanos
denunciaban la injusticia institucionalizada, Freire escribe: “No hay anuncio
sin denuncia, así como toda denuncia genera anuncio. Sin éste la esperanza es
imposible” (1977, p. 59). Uno de los textos en el que más se habla sobre
nuestro continente es el que se encuentra en el mismo libro, Acción cultural
para la libertad, bajo el título: “El papel educativo de las Iglesias en
América Latina”, escrito en 1971, cuando trabajaba en el Consejo Mundial de
Iglesias, en Ginebra. Caracteriza la dramática realidad del pueblo cuyo
problema fundamental “no es la pereza del pueblo” o su “inferioridad” o su
“falta de educación” sino el imperialismo (…) como una realidad tangible, como
una presencia invasiva, destructiva” (1977, p. 112).
Defiende la imposibilidad de una neutralidad
política de las Iglesias y como consecuencia de ello “la concepción de la educación,
sus objetivos, métodos, contenido, todo está condicionado por la opción
resultante de esta imposibilidad” (p. 116). En el mismo texto (FREIRE, 1977, p.
119, p. 121), sin hablar directamente de la teoría de la dependencia, se
refiere al esfuerzo de economistas y sociólogos vinculados a la Comisión
Económica para América Latina (CEPAL) y al Instituto 50 Latinoamericano de
Planificación Económica y Social (ILPES). Hace una crítica vehemente a los
intereses imperialistas y sus aliados en los propios países y denuncia un
proyecto de desarrollo que no pasa de una modernización conservadora, una forma
de “humanización del capitalismo”, en lugar de su transformación radical. Para
él, el verdadero desarrollo de América Latina sería posible sólo en la medida
en que resolviera la contradicción fundamental que configura la dependencia en
nuestros países: frente a los proyectos de expropiación articulados por las
élites locales con los intereses imperiales, proponer soluciones endógenas a
partir de las clases sociales oprimidas. Su énfasis en la dimensión continental
trae reflexiones respecto a los golpes militares y sus consecuencias. En el
contexto de las dictaduras aprendió a dudar de la omnipotencia de la educación,
habiendo comprendido claramente sus límites (Medo e ousadia, 1986).
Finalmente, una señal de preocupación de Freire
en relación a las cuestiones latinoamericanas puede ser verificado por el
número de veces que habla del tema. En la revisión de diez de sus obras,
aparece por lo menos 88 veces “América Latina”, de ellas 41 veces constan en el
libro Ação cultural para a liberdade. En Pedagogia da indignação, aparece 17
veces, incluyendo las expresiones “América”, “americano”, “americanidad”. En
Pedagogia do oprimido, “América Latina” aparece cuatro veces (y
latinoamericanos, dos) en el contexto de denuncia a la “guerra invisible” de la
miseria, sus causas estructurales y responsabilidades. Al superar la
“adherencia” y la “cultura del silencio”, los oprimidos pasan a reconocer, a
través de la acción cultural, que son capaces de ser seres transformadores de
la realidad.
Por Telmo Adams y Danilo R. Streck
Extraído de
DICCIONARIO Paulo Freire
Danilo R. Streck, Euclides Redin, Jaime José
Zitkoski (Orgs.)
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