¿Por
qué seguir leyendo a Paulo Freire? ¿Qué sentido tiene la “Pedagogía del
diálogo”? ¿Y la utopía? ¿En qué consiste luchar por el oprimido? ¿Por qué es
acual el pensamiento de Freire?
—¿Por
qué seguir leyendo a Paulo Freire?
—
No hay duda de que a algunos les gustaría dejarlo atrás, en la historia de las
ideas pedagógicas, y a otros les gustaría olvidarlo por causa de sus opciones
políticas. A él no le interesaba agradar a todos. Pero había una unanimidad
compartida por todos sus lectores y por todos los que lo conocieron de cerca:
el respeto a la persona. Paulo siempre fue una persona cordial, generosa y muy
respetuosa. Podía no estar de acuerdo con las ideas, pero respetaba a la
persona, mostrando un elevado grado de civilización. Es más: su práctica del
diálogo lo llevaba a respetar también el pensamiento de aquellos y aquellas que
no concordaban con él.
La
pedagogía del diálogo que pensó y practicó se fundamenta en una filosofía
pluralista. El pluralismo no significa eclecticismo o posiciones “endulzadas”,
como él acostumbraba decir. Significa tener un punto de vista y, a partir de
él, dialogar con los demás. Es lo que mantenía la coherencia de su práctica y
de su teoría. Paulo era, por encima de todo, un humanista. Actualmente sería la
única forma de “clasificarlo”. No hay duda de que Paulo Freire fue un gran
humanista.
Es
necesario reiterar que la fuerza de la obra de Paulo Freire no está únicamente
en su teoría del conocimiento, sino en haber insistido en la idea de que es
posible, urgente y necesario cambiar el orden de las cosas. “En historia se hace lo que se puede y no lo
que nos gustaría hacer. Una de las grandes tareas políticas que debe ser
cumplida es la persecución constante de hacer que mañana sea posible lo que hoy
es imposible, toda vez que, a veces, se hace posible viabilizar algunos
imposibles de hoy” (Freire). Freire no sólo convenció a muchas personas en
muchas partes del mundo con sus teorías y prácticas, sino que también
despertaba en ellas la capacidad de soñar con una realidad más humana, menos
fea y más justa. Como legado, nos dejó la utopía.
Estamos
ante un educador que no se sometió a corrientes y tendencias pedagógicas, y que
creó un pensamiento vivo orientado únicamente por el punto de vista del
oprimido. Esa es la óptica básica de su obra, a la cual fue fiel toda su vida:
la perspectiva del oprimido. Ese compromiso podemos encontrarlo en la
dedicatoria de su libro más importante, Pedagogía del oprimido, escrito en
Chile, en 1968: “A los harapientos del
mundo y a los que en ellos se descubren y, descubriéndose, sufren con ellos,
pero, sobre todo, luchan con ellos”.
La
pregunta que hoy nos podemos hacer es la siguiente: ¿este punto de vista
todavía es válido? Si no fuera válido, ya no habría razón para seguir leyendo a
Paulo Freire. O mejor dicho, Paulo Freire sería un autor ya superado, porque su
lucha por el oprimido ya habría sido superada. Pasaría a la historia como un
gran educador, pero que ya no tendría nada más que decir en nuestro tiempo.
Por
el contrario, su pedagogía continúa siendo válida no sólo porque aún hay
opresión en el mundo, sino porque responde a necesidades fundamentales de la
educación actual. La escuela y los sistemas educativos hoy en día se encuentran
frente a nuevos y grandes desafíos, ante la generalización de la información en
la sociedad, llamada por muchos “sociedad del conocimiento”, sociedad del
aprendizaje. Las ciudades se están convirtiendo en educadoras y alumnas,
multiplicando sus espacios de formación. La escuela, en este nuevo contexto de
impregnación del conocimiento, ya no puede ser un espacio, entre otros, de
formación. Tiene que ser un espacio organizador de los múltiples espacios de
formación, ejerciendo una función más formativa y menos informativa. Tiene que
convertirse en un “círculo de cultura”, como decía Paulo Freire, mucho más
gestora del conocimiento social que instructora.
En
este contexto, el pensamiento de Paulo Freire es más actual que nunca, pues en
toda su obra insistió en las metodologías, en las formas de aprender y de
enseñar, en los métodos de enseñanza e investigación, en las relaciones
personales, en fin, en el diálogo.
Debemos
continuar estudiando su obra, no para venerarlo como se veneraría a un tótem o
a un santo, ni para seguirlo como a un gurú, sino para leerlo como a uno de los
más grandes educadores críticos del siglo XX. Honrar a un autor es sobre todo
estudiarlo y revisarlo de manera crítica, retomar sus temas, sus problemas, sus
cuestionamientos.
Autor
Moacir
Gadotti
La
Escuela y el Maestro
Paulo
Freire y la pasión de enseñar
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