DISCIPLINA
Para pensar la problemática de la disciplina
en el mundo de la educación, Freire parte de una constatación: en las escuelas
y en los procesos educativos en general, frecuentemente se confunde autoridad
con autoritarismo y libertad con libertinaje. Buscando respuestas, Freire
construye reflexiones a partir de experiencias orientadas por un proyecto
político a favor de la generación de la sociedad radicalmente justa y parte de
una premisa: la sociedad brasileña es estructuralmente injusta. Freire busca
entonces construir caminos de liberación a partir de lo que apunta a la
necesaria autoridad político-pedagógica en los procesos educacionales.
Entonces, ¿qué es
disciplina? Freire recuerda que “no hay disciplina en el inmovilismo, en la
autoridad indiferente, distante, que entrega a la libertad los destinos de sí
misma”. Por otro lado, no “hay tampoco disciplina en el inmovilismo de la
libertad, a la cual la autoridad impone (…) sus preferencias como siendo las
mejores”. En síntesis, asume su concepción de disciplina: “Sólo hay disciplina
(…) en el movimiento contradictorio entre la coerción necesaria de la autoridad
y la búsqueda despierta de la libertad para asumirse”.
Al buscar identificar reflexiones sobre disciplina,
encontramos a Freire, cuando responde a la pregunta respecto de su historia con
la escuela y la familia, afirma: “Me parece que sin disciplina externa es
difícil estructurar la interna, en la medida que la interna es una especie de
internalización de la necesidad de la disciplina. Esto es, el niño entregado a
sí mismo, difícilmente se disciplina” (D´ANTOLA). Freire refuerza la afirmación
alrededor de la importancia de la disciplina como tarea de la autoridad
docente, cuando escribe que hay algo que es fundamental “que es la cuestión más
o menos ética y pedagógica (…). Me parece que la disciplina es una de las
tareas de la autoridad. Trabajar en el sentido de que la autoridad asuma la
disciplina como necesidad de la boniteza” .
Teniendo presente que hay un “hábito de producción colectiva
de normas”, como estructura y como cultura enraizada en el mundo escolar,
Freire alienta a preguntar por el acelerado fetichismo del orden. O sea, la
escuela no raramente acoge a los educandos y los induce a comportamientos que
silencian los deseos y la expresión del mundo en la cual se formaron. Los
códigos que regulan las rutinas de la clase, revelan la compleja relación que
las personas establecen entre sí, que, por contratos, renuncian a la libertad
absoluta en favor de la generación de condiciones para la convivencia capaz de
garantizar la vida.
Freire ayuda a pensar la agenda liberadora cuando trabajamos
decididos a favor de la disciplina al servicio de la construcción de la sociedad
justa para todos. Para el autor, no es legítimo el trabajo “contra la formación
de una disciplina seria del cuerpo y de la mente, sin la cual se frustran los
esfuerzos por saber. Todo lo que esté en favor de (…) la sala de aula en la que
enseñar, aprender, estudiar, son actos serios y al mismo tiempo provocadores de
alegría”. El educador democrático no puede avergonzarse de su autoridad o
atrofiar la libertad del educando, cuando la autoridad queda comprometida y se
elimina la represión, pero no se consigue avanzar en el diálogo como
perspectiva constructora de humanidad. En la Tercera Carta Pedagógica, Freire
aborda densamente la tensa relación existente entre la libertad, la autoridad y
la disciplina. Muy particularmente, al reflexionar sobre el proceso de
deshumanización de unos jóvenes pertenecientes a la clase media de Brasilia,
que salen en las noches para consumir la libertad que presumen tener, Freire se
cuestiona acerca de la “ausencia” de la autoridad y de la disciplina”. .
Así, la constitución democrática de la disciplina, mediada
por el diálogo, puede superar la violencia de la organización del espacio y del
tiempo en la sala de clases. Freirianamente, entonces, es posible cuestionar
los paradójicos contratos que se materializan en la conformación de la
disciplina escolar, razón por la cual no pasamos del “contrato” “a la
“disciplina como actividad libre” o “disciplina de la libertad” (LEIF; RUSTIN.
La escuela tampoco es espacio y tiempo de disciplina coercitiva cuando es
negadora de nuevos contratos. Por lo tanto, sin la necesaria disciplina el
sujeto se encierra de manera narcisista en su propia identidad. Pero, cuando la
autoridad poco legítima exige disciplina, de parte de alumnos que en la escuela
son llevados a internalizar la idea de que deben ser subalternos frente a los
agentes institucionales o de la estructura que mantiene la sociedad actual, se
trata de un acto político y epistemológico imponderable. La disciplina, bajo
tal propuesta, sirve para inculcar en los niños el respeto al orden impuesto
por la sociedad, a fin de estimular el ejercicio de la conformidad con las
imposiciones y a la obediencia al poder establecido.
A diferencia de lo señalado anteriormente, la disciplina
para Freire es elaborada y defendida en favor de la idea que
(…) estudiar es un quehacer
exigente en cuyo proceso se da una sucesión de dolor, de placer, de sensación
de victorias, de derrotas, de dudas y de alegrías. Pero estudiar, por ello
mismo, implica la formación de una rigurosa disciplina que forjamos en nosotros
mismos, en nuestro cuerpo consciente.
En fin, la disciplina para Freire, es indispensable como
soporte de la idea de construcción y mantenimiento de la democracia: disciplina
en la lectura, en el acto de enseñar y aprender, en la cotidianeidad de la
escuela, en el respeto y en el trato de la cosa pública, en la propia denuncia
de la deshumanidad instalada en lo humano y en el compromiso en acciones
colectivas.
Autor Gomercindo Ghiggi
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