¿Qué
rol le asigna Paulo Freire a la Educación? Entonces ¿Cómo debe actuar el
docente? ¿Cuál debe ser su preparación para asumir sus responsabilidades? ¿Qué
necesita saber el maestro para enseñar?
¿Cuál
fue la enseñanza que nos dejó Paulo Freire a nosotros los educadores?
—
La formación del maestro fue una preocupación constante para Paulo Freire,
manifestada a través de sus numerosas obras.
En
Profesora sí, tía no: cartas a quien pretende enseñar, él reafirma la
indispensable profesionalización de la docencia contra la desvalorización de
esta profesión. Las sociedades no puede consolidar el sueño de cambio sin la
presencia de la maestra. Es cierto, dice Freire, “la educación no es la palanca de la transformación social, pero sin
ella no se puede lograr tal transformación. Ninguna nación se afirma si excluye
esa loca pasión por el conocimiento, sin que se aventure, plena de emoción, a
reinventarse a sí misma constantemente, sin que se arriesgue a crear. Ninguna sociedad
se afirma sin perfeccionar su cultura, la ciencia, la investigación, la
tecnología, la enseñanza. E todo eso comienza con la pre-escuela”. Comienza
con una maestra.
En
su libro Miedo y osadía: el día a día del maestro, Freire, preocupado por esa dialéctica
entre utopía y cotidianidad, entre sueño y realidad, en diálogo con el educador
estadounidense Ira Shor, intercambia ideas sobre las experiencia personales de
ambos como docentes, comparando las situaciones vividas en Brasil y en Estados
Unidos usando como telón el sueño de una educación libertadora. Aprender es
atreverse, es superar el miedo. En eso, ambos son apoyados por el educador
popular Carlos Rodríguez Brandão. En su maravilloso libro Paulo Freire: el niño
que conecta el mundo – una historia de personas, letras y palabras, él afirma
que “lo bueno de aprender a leer el mundo
en que se vive es que, poco a poco, nuestros miedos van desapareciendo, puesto
que la gente sólo siente miedo de lo que no entiende” (Brandão).
En
Miedo y osadía los autores sostienen que la educación libertadora constituye un
estímulo para que las personas se movilicen, organicen y “empoderen” (ellos
utilizan la palabra inglesa empowerment). Ambos critican el “pensum oficial”,
puesto que entienden que esto implica desconfianza en la capacidad de los
estudiantes y maestros, negándoles el ejercicio de la creatividad. Freire
defiende, en la acción educadora, el rigor y no es rigidez, el derecho del
maestro a tomar la palabra, pero no el derecho de fastidiar a sus alumnos con
su discurso.
Las
teorías clásicas sobre el currículo escolar separaban los contenidos de su
proceso de construcción, transformando la educación en un proceso de
acumulación de pensamientos ya pensados. Si un niño siente dolor en un diente
la actividad medular del currículo debe ser la asistencia odontológica. Existen
necesidades, intereses, que son anteriores a todos los currículos, la misma
alfabetización, que significa el acceso a la condición humana, según la cual
aprender cualquier cosa es una extensión de esa necesidad de ser gente.
La
manera en que Paulo Freire defiende el discurso del maestro nos recuerda otro
libro escrito esta vez junto a Antonio Faundez, titulado Por una pedagogía de la pregunta. En este libro él defendió la
capacidad de dirección de la práctica educativa: “se no tenemos nada que proponer o si sencillamente nos rehusamos a
hacerlo, en realidad, no tenemos nada que hacer con respecto a la práctica
educativa. El tema que se plantea radica en la comprensión pedagógica democrática
del acto de proponer, por parte del educando (Freire y Faundez). En ese
libro, ellos siguen planteando la necesidad de que la escuela tenga un proyecto
político-pedagógico afirmando que “el
punto de partida de un proyecto político pedagógico tiene que estar exactamente
en los niveles de aspiración, en los niveles de sueño, en los niveles de
comprensión de la realidad y en las formas de acción y de lucha de los grupos
populares”.
Sin
embargo, el libro más importante de Paulo Freire sobre el maestro y su
formación es Pedagogía de la autonomía, escrito tras su experiencia en la
función de secretario municipal de Educación de Sao Paulo (1989-91), su mayor
experiencia como administrador público.
Adicionalmente, existe una relación directa entre ese libro y la
evaluación que, para ese entonces, Freire realizaba sobre su última experiencia
como funcionario público.
En
Pedagogía de la autonomía, Freire muestra la magnitud de la formación del
maestro para cualquier cambio educativo, sobretodo para mejorar la calidad de
la enseñanza. La calidad de la educación y la de enseñanza fue un tema
constante en los debates de Paulo Freire. Calidad, a su juicio, era un concepto
político, como bien afirma en su libro Política y educación “precisamente debido a que no hay una calidad
sustantiva, cuyo perfil se crea universalmente realizado, una calidad de la
cual se pueda decir: esto es calidad, tenemos que familiarizarnos con el
concepto e indagar sobre la calidad de la que estamos hablando”. “Educación y calidad son siempre un asunto
político, y sin su compresión y reflexión no nos sería posible entender ni la
una ni la otra”.
La
calidad de enseñanza también se mide a través de la formación de un alumno
crítico y politizado. Los neoliberales confunden calidad con competitividad. En
los países que presentan desigualdades enormes de ingreso, tal como Brasil, son
los docentes quienes financian la expansión de la enseñanza. Si la escuela en
estos países conserva aún un poco de calidad se debe al trabajo de los
maestros. La desprofesionalización del maestro le concierne como ciudadano.
En
el libro Pedagogía de la autonomía él nos habla de los “saberes necesarios para
la práctica educativa”, señalando una dificultad que había encontrado en la
prefectura de São Paulo con respecto a la aplicación de sus teorías educativas,
precisamente la formación del maestro. Vale decir que no se trataba de una
formación cualquiera, era una formación basada en los principios y valores que
él presentaba en su libro. En 1991, Freire dejo de la Secretaria – “me voy como
el que se queda”, solía decir, porque su política tendría continuidad con el
nuevo secretario Mário Sérgio Cortella. Salía porque quería regresar a escribir
y se sentía motivado a escribir sobre la formación del maestro, del educador.
La
escuela pública es la escuela de la mayoría, de las periferias, de los
ciudadanos que sólo cuentan con ella. Ningún país del mundo se desarrolló sin
tener una buena escuela pública. Ninguna sociedad pudo haberse desarrollado sin
incorporar a la mayor parte de sus ciudadanos al buen vivir. La escuela pública
del futuro, según una visión freireana de ciudadanía, tiene por objeto brindar
posibilidades concretas de liberación para todos. Freire entendía la escuela
pública como “escuela pública popular” (gran mote de su gestión), como “escuela
ciudadana”, la cual el mismo definiría más tarde como “escuela del compañerismo
que vive la experiencia tensa de la democracia”, o utilizando una expresión más
concreta la “escuela pública popular”.
La
escuela ciudadana es el resultado de un movimiento creciente de renovación
educativa, tal como lo fue el movimiento de la Escuela Nueva a finales del
siglo XIX, un movimiento que surgió de las experiencias obtenidas en gestiones
populares y democráticas acerca de la escuela. Se caracteriza por el pluralismo
de instituciones y de proyectos político-pedagógicos. “La escuela tiene el deber de ser ciudadana y desarrollar en la sociedad
la capacidad de gobernar y controlar el desarrollo y el mercado. La ciudadanía
necesita controlar el Estado y el Mercado, verdadera alternativa al capitalismo
neoliberal y al socialismo burocrático y autoritario” (Gadotti).
En
la alcaldía de São Paulo, Freire defendió la Escuela Pública Popular como
escuela autónoma, escuela ciudadana, pero enfrentó ciertas dificultades en lo
referente a su ejecución, incluso por divergencias en su equipo y porque esa no
era la concepción mayoritaria en el Partido de los Trabajadores, que había
llegado al gobierno municipal. Pienso que el subtítulo de su libro Pedagogía de
la autonomía “saberes necesarios para la práctica educativa” se podría traducir
como: “los saberes necesarios para el educador a fin de construir la escuela
autónoma, la escuela ciudadana”. Y es que esos saberes se refieren a una
pedagogía de la educación como el ejercicio de la libertad y la autonomía.
Freire siguió repitiendo esa idea constantemente en el Instituto Paulo Freire,
fundado en 1991, que a partir de 1992 fue uno de los espacios donde él más
analizó y reflexionó sobre los últimos temas que lo preocuparon, incluso el
tema de la ecología.
Considero
que el título “pedagogía de la autonomía” es una especie de crítica a lo que no
logró hacer en su paso por la Alcaldía de São Paulo y que, en 1977, año en que
publicó la obra, representaba una reformulación de lo que había hecho como
secretario. La repercusión reinventada de lo que hizo se puede percibir en el
hecho de que muchas otras alcaldías adoptaron, con el tiempo, las mismas
prioridades que mantuvo la gestión de Freire en São Paulo. A decir verdad, él
se identificaba mucho con esas nuevas experiencias de gestión que retomaban lo
que él había hecho, sin copiarlo.
Paulo
se sentía, a menudo, insatisfecho cuando algunos “seguidores” repetían
mecánicamente lo que él había escrito, dicho o hecho. Él se oponía radicalmente
a los “repetidores de ideas. Siempre retomaba sus ideas a partir del contexto
donde se encontraba y, así, nos dio el ejemplo de que no era ni siquiera
repetidor de sus propias ideas. Freire era coherente con sus pensamientos, pero
no los repetía. He allí la razón por la cual, en mi opinión, Pedagogía de la
autonomía, representa no sólo su último libro, sino uno de sus libros más
importantes. Sin lugar a dudas, fue el más trascendental para la formación del
maestro y para el administrador público. En su último mensaje, Freire nos llama
la atención sobre la importancia de formar maestros y de la autonomía de la
escuela. Según él, la autonomía es un logro, no una donación. La autonomía no
alejará las escuelas de un modelo nacional de calidad, todo lo contrario,
mientras mayor sea la autonomía de la escuela, mayor también será su capacidad
de alcanzar ese modelo.
—¿Qué
necesita saber el maestro para enseñar?
—
El maestro necesita saber muchas cosas para poder enseñar. Pero, lo más
importante no es lo que necesito saber para enseñar, sino como debemos ser para
enseñar. La base está en no matar al niño que existe en nuestros adentros,
matarlo sería una forma de matar al alumno que está allí en frente. El
estudiante sólo aprenderá cuando tenga un proyecto de vida y sienta placer por
lo que está aprendiendo. El alumno quiere saber, pero no siempre quiere
aprender lo que se le enseña. Debemos aprender con la rebeldía del alumno, que
es una señal de su vitalidad, una señal de su inteligencia, la cual debemos
canalizar para orientarla hacia la creatividad social y no hacia la violencia.
—
¿Qué significa enseñar dentro de esta óptica emancipadora?
—
Educar siempre significa impregnar de sentido todos los actos de nuestra vida
cotidiana. Es entender y transformar el mundo y a si mismo. Significa compartir
con el mundo: compartir más allá del conocimiento y las ideas… compartir el
corazón. Inmersos como estamos en una sociedad violenta educar para el
entendimiento resulta indispensable. Educar también significa desequilibrar,
dudar, sospechar, luchar, participar, estar presente en el mundo.
Educar
significa tomar una posición, no apartarse de ella por omisión. Para Paulo
Freire “no puede existir camino más
ético, más verdaderamente democrático que ser compartir con nuestros
estudiantes la forma como pensamos, las razones para que pensemos de esa
manera, nuestros sueños, los sueños que nos hacen batallar, pero, al mismo
tiempo, darles pruebas concretas, irrefutables, de que respetamos sus opciones
cuando se oponen a las nuestras”. La educación es un espacio donde toda
nuestra sociedad se cuestiona a si misma, se debate y se busca. Como dice H
Arendt “la educación es un punto en el
que decidimos si amamos el mundo lo suficiente para asumir nuestra
responsabilidad con él (…). Asimismo, la educación es donde decidimos si amamos
a nuestros hijos e hijas lo suficiente para no expulsarlos de nuestro mundo y
abandonarlos sólo con sus propios recursos”.
Educar
es reproducir o transformar, repetir servilmente aquello que fue, optar por la
seguridad del conformismo, por la fidelidad de la tradición, o, por el
contario, enfrentarse al orden establecido y correr el riesgo de aventurarse;
querer que el pasado configure todo el futuro o partir de él para construir
algo nuevo. Por todo esto, ser maestro es un privilegio. No podemos imaginar un
futuro sin el maestro.
Autor
Moacir
Gadotti
La
Escuela y el Maestro
Paulo
Freire y la pasión de enseñar
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