Los desarrollos teóricos de Freire participan en el contexto
de debate del pensamiento latinoamericano y cada uno de ellos constituye hoy un
aporte sustancial a la corriente crítica de la pedagogía latinoamericana y del
mundo en general. Al poner el foco en el cuestionamiento sistemático de las
formas de poder presentes en el acto educativo, Freire señala que este
ejercicio del poder paternalista y vertical se encuentra ligado a las
relaciones sociales y culturales de dominación colonial opresor/oprimido. En
este sentido, su mirada crítica de la realidad, sus escritos y toda su praxis
muestran que las determinaciones de poder que se manifiestan claramente en la
relación educativa no son unilineales ni unidireccionales, sino heterogéneas,
discontinuas, conflictivas, y que, detrás de ellas, está permanentemente
presente la marca de la condición colonial, el lado oscuro de la modernidad.
Se trata, en un primer momento, de realizar una biografía
crítica de Freire y sostener que ella tiene estrecha relación con su discurso,
una alocución eminentemente subjetiva, al mismo tiempo que comprometida con su
tiempo y con los otros. Es así como su escritura es reveladora de esta
operación: lo autobiográfico (enlazado con su sensibilidad por el «Otro») ocupa
un lugar de preeminencia, y adquiere de este modo un valor testimonial. Al
respecto refiere en unos de sus libros, “Uno
trabaja realmente a favor de las clases populares si trabaja con ellas,
discutiendo acerca de sus sueños, sus deseos, sus frustraciones, sus miedos,
sus alegrías”.
Un análisis de los escritos de Freire se hace necesario para
situarlo como un intelectual crítico, que asume con total compromiso la voz de
los grupos sociales subalternizados. Como un creador crítico y transformador de
su cultura, como un intelectual de la frontera, entre su propia tradición y la
modernidad que recrea desde supuestos críticos. Es, asimismo, un hombre que
encarna el sufrimiento de los silenciados por las narrativas hegemónicas, que
no se limita a ser un simple profesional sin rostro que únicamente se interesa
por cuidar el lugar de privilegio que ocupa. Por lo mismo, Freire es un
individuo dotado de la facultad de representar, encarnar y articular un
mensaje, una visión, una actitud, una filosofía u opinión para los oprimidos y
a favor de ellos con una misión específica que es hacer públicas las críticas a
las situaciones conflictivas, complicadas, oponiéndose a la ortodoxia y al
dogma, y con un actuar que subvierte el orden establecido ya que su razón de
ser es representar a los condenados de la tierra. en continuidad con esta
línea, se señala que es un intelectual crítico, porque realiza un aporte
invalorable al movimiento de liberación latinoamericano en todo su sentido; es
una figura representativa, que se compromete con su punto de vista, lo
representa y supera las barreras que se le imponen. Es un hombre con «vocación para el arte de representar, ya sea
hablando, escribiendo, enseñando» (Said), que cree en aquello que expresa:
«escribir para mí es tanto un placer como
una tarea política que es preciso cumplir».
Su tarea intelectual es un compromiso con su tiempo; al dar
la cara, confronta, se compromete con el conflicto, con la realidad que le toca
vivir; no tolera el cinismo que hiere en lo más profundo de nuestro ser: «soy sustantivamente político y solo
adjetivamente pedagogo». Hay en esta afirmación de Freire una
responsabilidad con una verdad que está ligada directamente a la lucha
política, y que afronta responsablemente el conjunto de su experiencia viva.
Como intelectual de su tiempo, no es ni fabricante de consenso ni pacificador;
es un ser que aporta, desde su lugar de educador, al sentido crítico, dado que,
con sus escritos, su praxis pone en tela de juicio las verdades tanto
racionales como morales, políticas o simplemente metodológicas. Al respecto
señala Freire:
Fui un niño de la
clase media que sufrió el impacto de la crisis del 29 y que tuvo hambre […] Yo
sé lo que es no comer, no sólo cualitativa sino cuantitativamente […] me empapé
de vida y existencia, entendí a los hombres desde los niños.
Para examinar aún más el lugar que como intelectual crítico
asume Freire, es útil explorar el criterio de demarcación que propone E Dussel.
Un intelectual crítico define su tarea desde la comunidad de víctimas, cuando
lo interpelan convocándolo a la solidaridad, a la responsabilidad que tiene
como intelectual orgánico, cuando colabora responsablemente en la crítica
científica del sistema que oprime.
De acuerdo con Dussel, desde este lugar, desaparece el
espectador desinteresado. Por otra parte, el que intenta, como científico
social, hablar de la negatividad de los oprimidos tiene la obligación, en
cierta manera, de inventar nuevos paradigmas, «paradigmas otros», nuevas
interpretaciones que den cuenta del compromiso asumido y no sean un mero
momento externo en el desarrollo teórico: que la comunidad de víctimas no sea
una excusa, sino un momento constructivo de la objetualidad, tanto de la teoría
como de sus hechos respectivos (Dussel). De la manera en que Freire encara su
trabajo, con su discurso y su práctica, interpela y se deja interpelar, se
dispone al «otro», subjetiva y objetivamente: «salimos para el exterior no para descubrir el secreto de los otros,
sino para descubrir el secreto de nosotros mismos» (Freire). Tarea ética y
política que desoculta, desentraña lo que alguien − el opresor, el poderoso, el
rico, el blanco, el europeo, el pensamiento hegemónico del ser − oculta.
Recuperar, entonces, la matriz intelectual crítica de Freire
es posible si se sitúa en primera instancia la reflexión en el contexto
cultural, social, político y económico de surgimiento de su teoría, dado que
Freire − tal como lo describe uno de sus biógrafos Moacir Gadotti− fue un
hombre de su tiempo; el pensamiento de Freire es una teoría del conocimiento de
su época, y para entenderla, es necesario señalar el contexto social en que
surgió, el inicio de su praxis, la cual se sitúa en el nordeste brasileño,
donde en la década de 1960, la mitad de los habitantes eran analfabetos. Es
desde allí desde donde Freire sostiene que es necesario que el analfabeto
pronuncie su propia palabra, la palabra oprimida, para ser dueño de su propio
destino, resistir y superar el estado de opresión y sojuzgamiento. La condición
de posibilidad de la liberación se encuentra en la exterioridad a la totalidad,
exterioridad que es encarnada por el oprimido, situación desde la cual es
posible elaborar un pensamiento crítico (Dussel).
De esta manera, la liberación es posible desde las clases
explotadas; es viable si se asume la propia condición, si se la apropia
críticamente para generar otros discursos y otras prácticas tendientes a la
transformación de un mundo injusto. Esta operación liberadora necesariamente
debe reconocer la deshumanización como
realidad histórica: «¿Quién mejor
que el excluido
para comprender la necesidad de
la liberación? ¿Quién sentirá mejor que ellos los efectos de la opresión?
¿Quién más que ellos para ir comprendiendo la necesidad de la liberación?»,
se pregunta Freire. En su obra más importante, Pedagogía del oprimido, destaca
− siguiendo la huella de Fromm y de Fanon − que el miedo a la libertad del
oprimido es el miedo a enfrentar su propia liberación, a ser sujeto en el más
amplio sentido de la palabra, miedo a abrirse al ancho mundo de la crítica,
pues teme ser perseguido por no acomodarse a la felicidad que le ofrece el
utilitarismo:
La libertad que es una
conquista y no una donación, exige una búsqueda permanente. Búsqueda que solo
existe en el acto responsable de quien la lleva a cabo […]. Esto implica el
reconocimiento crítico de la razón de esta situación, a fin de lograr a través
de una acción transformadora que incida sobre la realidad, la instauración de
una situación diferente, que posibilite la búsqueda de ser más (Freire).
Esto implica, entonces, que el acto pedagógico se origina en
el sujeto mismo y en su praxis transformadora, siendo la liberación el lugar y
el propósito de esta pedagogía.
Extraído de:
Los trazos de la escritura de Freire
Inés Fernández Mouján
Universidad Nacional de Río Negro, Argentina
En Tabula Rasa. Bogotá - Colombia, No.14: 11-28, enero-junio
2011
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