Los tiempos que corren se nos presentan atravesados por
leyes de libre mercado globalizadas que consolidan configuraciones políticas de
democracias formales y la presencia omnímoda de medios de comunicación y de
desarrollos tecnológicos que constituyen un escenario de desigualdad e
injusticia cultural, social. En este contexto formamos en nuestras
universidades a los profesionales que vamos a compartir estos contextos. Muchos
de nuestros graduados se paralizan, les inmoviliza la situación y, aumentan los
niveles de sufrimiento personal e institucional. De allí que las instituciones
formadoras repensemos la responsabilidad de promover una formación que pueda comprender
el contexto para intervenir con posibilidades genuinas interrumpiendo ese
mandato hegemónico “no poder” naturalizado en las perspectivas neoliberales.
La primera es describir
la realidad críticamente. Nuestra tarea es decir la verdad, pero la verdad
es un significante complejo porque hay múltiples visiones. Pero por otra parte hay
una materialidad donde la existencia de las personas está siendo destruida. En
tanto y en cuando nosotros no ayudemos a las personas a describir esa realidad,
nosotros estamos actuando de manera que se reproduce la dominación y la
subordinación.
Debemos ser
autoreflexivos, reflexionar acerca de las contradicciones. En la segunda
tarea, consiste en mostrar espacios para la acción, desarrollar trabajo
contrahegemónico. Nuestra tarea no es solamente escribir la realidad
críticamente, también encontrar, examinar espacios de acción dentro de la
escuela y fuera de la escuela.
La siguiente tarea es devolver
nuestro conocimiento experto. Porque estamos parados sobre los hombros de
gente que nos está permitiendo estar aquí. Entonces el conocimiento que
nosotros dominamos tiene que ser devuelto a las comunidades locales, a los
docentes y a los activistas comunitarios, por dos razones: primero porque
tenemos que poder ser criticados nosotros mismos, en segundo lugar es para no
cometer un suicidio de clase. Nosotros somos pagados con el plus valor de la
vida de la gente, nuestro trabajo es pagado con la plusvalía del trabajo de la gente. Ellos ya nos
han pagado para que aprendamos cosas. Nuestra tarea es devolverlo. Además,
mucha de la literatura crítica deja de lado que tenemos mucho para aprender.
Entonces devolvamos lo que conocemos.
La quinta tarea es mantener
las tradiciones críticas vivas de modo crítico. En especial las que remiten
a políticas de redistribución y las políticas de reconocimiento. Entender así
cómo operan la clase, la raza, el género en nuestras vidas, violencia
simbólica, mediante.
Otra tarea que planteada es actuar como un mentor. Si en nuestra enseñanza actuamos con dominación,
reforzamos el modelo. Acá es fundamental que nuestra tarea no es sólo
comprender, sino intervenir.
Para finalizar mencionando que sería tarea como docentes y
activistas la posibilidad de usar nuestros privilegios para cambiar el orden en nuestro propio trabajo.
Estas nueve tareas tienen una función especular que obliga
una mirada al interior de las instituciones formadoras, al sentido de la tarea
y a las posibilidades de hacer más política la organización de la universidad
pública contemporánea.
Extraído de
¿Es posible que la escuela construya un nuevo orden social?Autora: María Graciela DI FRANCO
Revista Praxis (marzo 2011 - febrero 2012)
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