La
Escuela Crítica debe arrojar luz sobre toda actividad humana ¿Qué sucede con el
lenguaje? ¿Existe un lenguaje intoxicador? ¿Qué aspectos básicos tiene el
lenguaje contaminador? ¿Qué sucede cuando consideramos al ser humano como un
consumidor?
Ante
el uso intoxicador que se hace del lenguaje, cada vez es mayor el número de
voces que se alzan en su contra. Así, por ejemplo, desde su creación en 1989,
el Institut für Informations- und Kommunikationsökologie de Duisburg, Alemania,
viene abogando por una ecología de la información y la comunicación. Los
resultados de sus investigaciones aparecen tanto en sus libros como en su
publicación trimestral Zeitschrift für Kommunikationsökologie. la escritora
india Vandana Shiva ha realizado un llamamiento para la insurrección del
lenguaje subyugado. La preocupación ecológica se inscribe en “la crítica de esta sociedad y el intento de
identificar racionalmente los factores y agentes de una posible sociedad justa
y emancipada”.
Una
ecología del lenguaje se justifica por los efectos nocivos que puede tener el
uso perverso del mismo. Su analogía con la ecología biológica radica en que las
expresiones lingüísticas repercuten en las formas de vida. La influencia de la
corriente principal de comunicación, la de los medios de producción y
distribución masivas de la misma, la prensa, la radio, la televisión y la
escuela, persigue penetrar toda la sociedad y moldear la mente de los seres
humanos desde su nacimiento hasta su muerte. Tras esta estrategia está hoy la
economía liberal, en su actual fase imperialista del tardocapitalismo. Se
trata, como se sabe, de una economía que persigue la maximización del beneficio
privado. De ahí que el ser humano se conciba como consumidor y que la
estructura axiológica de esta corriente principal de comunicación, la
mainstream de la que hablan los anglosajones, repercuta en los procesos de
socialización.
Como
se puede apreciar a simple vista, el criterio dominante de la producción
capitalista de comunicación es el valor de cambio, la rentabilidad económica
privada, y no el valor de uso, la rentabilidad social, el incremento de la
calidad de vida de todos. Esta comercialización traduce todo a mercancía, hasta
los sentimientos y la intimidad de las personas, y la misma muerte, conduce al
negocio lucrativo de los escándalos, a la personificación de la política, a la
estereotipación, esto es, al desplazamiento de juicios realistas. El éxito de
esta comunicación desnaturalizada estriba en que carece de oposición. La
información veraz que proclama la Constitución hay que buscarla, pues, fuera de
esa corriente principal, en los medios alternativos, en otra forma de producir
y presentar la información.
Lengua
y comunicación representan un caso especial de organización y mediación del
conocimiento. La ecología del lenguaje ofrece una nueva perspectiva para
contemplar las peculiaridades de los procesos lingüísticos en esto que se viene
llamando sociedad de medios, la del primer mundo. En resumen, los aspectos
básicos de la contaminación lingüística de los últimos años, son los
siguientes:
a)
La militarización del lenguaje por el neofascismo del Pentágono y del Gobierno
de los Estados Unidos, que marca la guerra y que, junto con la censura
usamericana de la información internacional, han contribuido a la manipulación
lingüística interesada. Como se sabe, las guerras tienen graves consecuencias
para el paisaje natural y cultural de los pueblos. Destruyen muchas vidas
humanas y dejan necesariamente huellas en el uso de la lengua. Más arriba se
han indicado algunos conceptos controvertidos empleados por el Pentágono para
la influencia masiva de la opinión pública, a menudo con ayuda de términos
revalorizadores, como aliados, fuerzas de la coalición, guerra limpia y
quirúrgica, fuego amigo, eje del bien, etc.
b)
La presentación divertida de los temas políticos. El negocio del
entretenimiento, el showbusiness, una de las principales industrias del
capitalismo, penetra cada vez más lo político. Cuando la política, guiada por
los principios del reclamo comercial, sigue las reglas de llamar la atención,
surge la impresión de que es un espectáculo. De ahí que la lengua inglesa haya
introducido el término de politainment. Hasta expresiones fantasmales como
“aldea global” (McLuhan) o “divertirse a muerte” (N. Postman) pertenecen al
vocabulario de la propaganda política y económica a fin de conservar el humor
de gente complaciente.
c)
La tecnificación de la información, que lleva a la mundialización de las formas
técnicas de comunicación y a la consiguiente penetración del inglés como lingua
franca de la susodicha sociedad de medios. Si la comunicación hablada se
tecnifica cada vez más, nuestro lenguaje estará cada vez más acorde con los
sistemas técnicos a todos los niveles de organización (individual, grupal,
social, cultural) y dependerá cada vez más de estructuras y funciones técnicas.
El
encantamiento de la técnica conlleva el desencantamiento de la naturaleza. La
técnica se convierte en una especie de androide. La máquina adquiere rasgos
humanos, es inteligente, un cerebro electrónico que puede pensar. El trabajo en
el ordenador se llama diálogo, o sea, que la máquina se convierte en
interlocutor. Cabe preguntarse entonces si nuestra comprensión de los contactos
humanos se corresponde con los chats (charlas, parloteo) de una comunidad
virtual, con la interacción, el contacto corporal y la pasión virtuales.
En
tales condiciones, la tarea de una ecología de la información estriba en
analizar el proceso de significación y en conservar y proteger el carácter
social del saber. En última instancia, en poner freno a la ilimitada
transformación del valor de uso público del conocimiento en valor de cambio
mercantil. En la era de los medios electrónicos resulta limitada la vigencia de
los distintos sistemas de palabras, puesto que los símbolos extranjeros cruzan
las fronteras. Son muchas y variadas las etiquetas que se le han aplicado a
esta fase del tardocapitalismo, aparte de la era de la globalización, esto es,
de la mundialización de la economía y de las conciencias. He aquí algunas:
• Sociedad postindustrial (Daniel Bell)
• Sociedad de la desaparición (Stefan
Breuer)
• Sociedad del conocimiento (Peter F.
Drucker)
• Sociedad
de la comunicación (Richard Munich) • Sociedad
de medios (Barbara Mettler von Meibom)
• Sociedad informacional o retificada
(Manuel Castell)
• Atopia (Hedlmut Wilke)
Pero
sabemos que la ampliación de las posibilidades de almacenamiento de datos y de
las de comunicación electrónica no conducen necesariamente a un incremento del
saber. El aumento de datos no equivale al de saberes. La verificación del
conocimiento se efectúa en la comunicación primaria, en la dicción y
contradicción del diálogo directo, donde la gente constata que otros también
piensan lo mismo, que tienen problemas semejantes y, por ende, donde pueden
ponerse de acuerdo en buscarles una solución, en suma, donde puede surgir la
solidaridad.
La
conversación sigue siendo la base de la orientación, en la familia, la esquina,
la tienda, el atrio de las iglesias, los espacios públicos. Pero la
tecnificación mutila estas relaciones al reducir cada vez más los espacios
públicos, del populicus, los lugares del tiempo, y someterlos a la lógica del
capital, de la explotación.
Al
fragmentar las relaciones e individualizar la recepción, la técnica facilita la
manipulación, la conversión de los receptores en recipientes sin posibilidad de
respuesta. Carente de oposición, el lenguaje se aproxima a la reducción
pragmática de la vida cotidiana, y, viceversa, el procedimiento de reducción
dirigido a la acción tiende al dogmatismo.
Por
su naturaleza, la técnica de la información simplifica el lenguaje, incluso
hasta el sistema binario, lo que facilita enormemente el transporte y reduce
los gastos. Así, pues, se emplea el lenguaje estereotipado, imperativo,
espartano, propio del ámbito militar, a la vida cotidiana. Se trata de un
lenguaje que no admite la duda, la interpretación. Pero reprimir la duda de que
debe decir algo y prestar a ciertas palabras y frases un significado
apriorístico es muy natural cuando se abandona consciente o inconscientemente
el conocimiento posible de la ambigüedad del lenguaje y del conocimiento. Donde
la duda conduce al silencio, por violencia, por comodidad o simplemente porque
no se presentó, gana terreno el procedimiento de manejar los símbolos verbales
del orden básico (Estado, nación, democracia, cristiandad, clase obrera) como
si fueran saber garantizado, y derivar de ellos, como principios aparentemente
seguros, frases rigurosamente metódicas que exigen validez, por haberse
derivado a priori, rigurosa y metódicamente, de conceptos y principios
(dogmatismo).
Extraído
de
La
Intoxicación Lingüística
El
uso perverso de la lengua
Vicente
Romano
Colección
TILDE