La educación no ha sido indiferente estas últimas
semanas para nadie, como pocas veces suele ocurrir, la agenda política y social
se ha reducido a la ya histórica movilización magisterial iniciada por sus
bases regionales. Más de 200 mil maestros y maestras en todo el país rompieron
esa letanía en que andaban envueltos, en cierta parte, por una clase sindical
enquistada en una pobre actitud para defender los intereses del magisterio;
pero en gran medida por esa inercia que nos esta afectando a todos, tras 27
años de un modelo económico neoliberal que ha venido destruyendo la incipiente
conquista de derechos que intentábamos construir. Al igual que la mayoría he
crecido en medio de una mentira ineludible, que se resumen en frases
como: “si quieres darle a tus hijos una “buena” educación, tendrás que
pensar en un colegio privado” o “si quieres salir “buen” profesional tendrás
que pensar en una universidad privada”. Esas frases en algún momento fueron
construidas desde arriba, e irradiadas de ese centro autoritario (Lima
gobierno) a la periferia (“provincias” gobernadas), amplificados por medios de
comunicación al servicio de intereses patrimonialistas, terminaron por
privatizar mi educación. Después de eso lo más previsible es ser una caja de
resonancias que repite la misma historia; pero ¿cómo se sembró esa falacia en
nuestro imaginario?
Gran parte de la respuesta está en los noventa, nos
habían dejado un Estado quebrado por la ineptitud de un gobierno aprista, estas
fueron las condiciones necesarias para aplicar cualquier doctrina que diera
un shock a ese Estado en ruinas. Es entonces que se instaló la
máxima, de que lo privado es intrínsecamente mejor que lo público y el Estado
debe reducirse a su mínima expresión, lo suficiente para promover iniciativas
privadas. A mediados de los noventa el sector público atendía al 85% de
matrículas; en el 2011 la cobertura se invierte y el 68% asiste a un colegio
privado. Lima metropolitana
hoy posee un tercio de la población nacional y tiene más de 6 mil colegios
privados y no llega a dos mil colegios públicos; su educación está
mayoritariamente privatizada, siendo una primera señal de por qué ésta
histórica movilización nació en las bases regionales y por qué se vio tan poca
solidaridad desde Lima hacia la educación pública.
El Estado en los
noventa fue el principal detractor de la educación pública, tratando por
diferentes medios de deshacerse de su carga presupuestal; mientras
paralelamente promocionaba la inversión privada, con normas como el Decreto
Legislativo 882, Ley de Promoción de la Inversión en la Educación de 1996;
norma que dio inicio a la mercantilización de la educación. Los sucesivos
gobiernos se encargaron de mantener esas políticas o agravarlas; con recortes
al gasto público en muchos casos condicionados por instituciones financieras
como el FMI o el Banco Mundial, que incorporaron criterios formativos acordes a
las necesidades productivas de las empresas privadas, promoviendo por ejemplo
la educación técnica para responder las necesidades del mercado que precisa de
mano de obra barata. Hasta llegar a la actual situación, en que la educación
está bajo el control de manos privadas, que mayoritariamente la consideran como
un negocio que debe regirse y evaluarse bajo normas del mercado como la
eficiencia, competitividad o rentabilidad; he ahí una de las razones
principales por qué no funciona la evaluación de desempeño.
Tras casi tres
décadas de ensayar la misma fórmula y bajo evidencias que cada año nos muestran
estar en la cola respecto a la calidad educativa mundial, hoy podemos decir que
el modelo neoliberal de educación privatizada ha fracasado en el Perú. La
mística y acción del movimiento regional del magisterio, nos ha obligado a
detenernos y nos ha devuelto un viejo sueño que estaba siendo arrebatado: la
posibilidad de aspirar a una educación pública, gratuita y de calidad, un
derecho humano, que no es solo para ciudadanos de escasos recursos,
sino para todos aquellos que respetemos el valor de educar,
entendido esto como los valores que promueve la educación como la democracia,
la solidaridad, la justicia y que además refiere a la valentía de ciudadanos y
ciudadanas dispuestas a preservarla y salir en su defensa.
Por
Abogado y
politólogo. Investigador en Derechos Humanos
Fuente
http://otrasvoceseneducacion.org/archivos/240383
No hay comentarios:
Publicar un comentario