Por
cada peso invertido en educación inicial, se obtienen hasta siete pesos de
retorno a la sociedad, según constató James Heckman, Premio Nobel de Economía,
una teoría que el laureado economista acaba de refrendar: “Invertir en la
educación infantil es la mejor estrategia contra el crimen”, aseguró en una
entrevista con BBC de mayo de este año. Al contrario, cuando esa inversión está
ausente, no solo se restringen los retornos para la sociedad, sino que la
desigualdad se vive desde la cuna y se mantiene a lo largo de la vida.
¿Qué
pasa en Chile? El 25,6% de los menores de cero a 3 años vive en situación de
pobreza multidimensional, lo que sitúa a nuestro país entre los ocho con mayor
pobreza infantil entre los 36 miembros de la OCDE. Esta cifra -de la encuesta
Casen 2017-, alcanza niveles del 32% en La Araucanía, un 31,2% en Tarapacá y un
29,9% en Los Lagos, generando efectos no solo cognitivos, sino también
emocionales y conductuales que los acompañarán de por vida.
Estudios
de la neurocientífica de la Universidad de Columbia, Kimberly Noble, han
comprobado que la pobreza genera efectos cerebrales en los niños, que inciden
directamente en las áreas que procesan el lenguaje y gobiernan los controles de
impulsos. Al otro lado, los trabajos de campo realizados por Heckman constatan
que los niños que asisten a programas de educación en primera infancia de alta
calidad, “en el futuro tienen más posibilidades de estar empleados y muchas
menos de haber cometido crímenes”, añadiendo que el retorno social de esta inversión
es del 13% anual compuesto considerando no solo el aumento de la escolaridad o
el desempeño escolar, sino también la reducción de costos en áreas como
refuerzo escolar, salud y los gastos del sistema penal.
¿Qué
está haciendo el Estado al respecto? En 2018, el presupuesto total en educación
parvularia del Ministerio de Educación fue de US$ 1.311 millones, esto es menos
de la mitad de los US$ 3.032 millones de aporte fiscal a la educación superior,
según cifras de la Dipres para ese año. ¿Por qué invertimos menos de la mitad
en educación parvularia si sabemos científicamente que es donde por lejos está
la mayor rentabilidad social? Probablemente sea porque su rentabilidad política
de corto plazo no es muy alta.
Si
bien el último tiempo el Estado ha buscado incrementar la cobertura y
financiamiento de las salas cunas y jardines infantiles, otro grave problema
que enfrentamos es que apenas tres de cada diez niños en etapa preescolar
asisten a estas entidades y el 72% de quienes no van, lo hacen porque sus padres
creen que “los cuidan mejor en casa”, según la misma encuesta Casen. Por ello,
si queremos cambiar el futuro de Chile invirtiendo en primera infancia debemos
ampliar la oferta a las familias, por ejemplo estando en sus casas y trabajando
con sus padres como principales educadores para sumarlos a la formación
integral de sus hijos.
La
realidad actual ha demostrado que niños sin educación ni vínculos emocionales
sólidos en los primeros años de vida, propenden a tener una mayor tasa de
deserción escolar y se transforman en jóvenes más vulnerables y propensos a
delinquir.
Del
estallido social reciente no hay cifras públicas respecto del nivel de
vulnerabilidad de los detenidos ni menos de su escolaridad. Lo que sí sabemos
es que el 78% de los 13.300 arrestados por desórdenes o saqueos tiene
detenciones previas -según cifras al 15 de noviembre-, un 11% son menores de
edad y en Valparaíso desde el inicio del estallido social al 7 de noviembre se
registraban 46 detenciones, donde la mitad era de jóvenes que habían pasado o
se encontraban siendo intervenidos por el Sename.
Todo
esto refleja la existencia de un grupo importante de personas a las que les ha
faltado -al menos- amor, educación, contención, red de apoyo y que hoy están en
las calles.
¿Qué
hacer? Más allá de las medidas que esperamos puedan tomar las autoridades, como
incorporar programas de primera infancia en la llamada Agenda Social e
instalarla como un tema prioritario y decisivo para el Estado, quienes
participamos en el mundo económico y empresarial también debemos asumir un rol
protagónico en cambiar esta realidad.
Así
como una parte creciente del empresariado ha tomado el liderazgo en disminuir
las brechas salariales y derechamente incrementar los sueldos mínimos de las
empresas, es necesario que también no olvidemos a los niños, porque es en esta
etapa cuando realmente podemos combatir la raíz de las desigualdades y de cuyo
futuro depende la paz social de nuestro país en las décadas venideras.
En
concreto, es necesario poner en la discusión gremial estas ideas de inversiones
sociales de largo plazo, como por ejemplo, impulsar programas de educación en
la primera infancia, para que así -en el futuro- las necesarias discusiones y
discrepancias que tengamos en torno a la sociedad chilena se den con mayor
educación y menos balines.
Fuente
del artículo: https://www.latercera.com/pulso/noticia/combatir-la-desigualdad-mas-educacion-menos-balines/912796/