En septiembre de este año hará 100 que nació Paulo Freire. Fue uno de los pedagogos y filósofos de la educación más importantes del siglo XX. Sus ideas, en general, y su método de alfabetización, en particular, recorrieron el mundo hasta nuestros días y su tarea por una mejor educación dejó una gran huella en la manera de pensar y poner en práctica la educación.
Freire nació en Recife (Brasil) y
a lo largo de su vida conoció desgracias, hambre, prisión, sufrimiento y
también la amistad, la colaboración y el entusiasmo de mucha gente. Empezó a
estudiar tarde, pero se licenció en Derecho en la Universidad de Recife, aunque
no llegó a ejercer nunca, puesto que tenía una gran tendencia hacia la
filosofía, la fenomenología, la psicología del lenguaje y el magisterio.
Dedicó toda su vida a la
educación tanto en su país como, durante su exilio, en Latinoamérica, los
Estados Unidos y Europa. Después del golpe de estado de 1964, en Brasil, se le
consideró un traidor y un subversivo marxista. Pero esto no impidió que,
estuviera donde estuviera, dedicara su vida a los oprimidos, a los analfabetos,
a todo aquel que no había podido acceder a la cultura.
En 1946, como director del
departamento de educación en Recife, empezó a trabajar con analfabetos en una
zona muy pobre. Se dedicó a alfabetizar a los más pobres y, viendo el resultado
favorable, se animó a extenderlo a otras zonas. No era únicamente
alfabetizarlos, sino que se trataba de crear una educación por la democracia y
en contra de la sumisión y la opresión. Luchar contra la educación bancaria que
es domesticadora y falta de diálogo. Para él, este tipo de educación se centra
en llenar, de manera mecánica y pasiva, un recipiente.
Siempre buscó la alternativa en
una educación liberadora o problematizadora donde hay diálogo, creatividad,
reflexión, emancipación y solidaridad entre las personas. Por eso lo
encarcelaron y huyó a Chile donde continuó su tarea hasta la caída del
presidente Allende. Después, en universidades americanas y muchos años en Europa,
hasta su vuelta al Brasil al 1980.
Freire pretendía desarrollar una
alternativa liberadora. No creía en el activismo banal puesto que era una
acción sin reflexión, ni en el verbalismo típico de la educación que es una
reflexión sin acción. Buscaba que la persona que se educa se convierta en un
sujeto, en una persona, reflexionando sobre el que pasa a su alrededor.
Introdujo el concepto de
“concienciación” como acción cultural por la libertad que pretende la toma de
conciencia reflexiva para llegar a la libertad mediante la conciencia de clase
y el análisis y transformación de la realidad. Una “concienciación” de la
realidad para asumir una “acción cultural para la libertad”, asumiendo una
concienciación crítica y no un sometimiento basado en la miseria y la
explotación de las personas. Para todo ello, fue muy importante la creación de
los círculos de lectura donde campesinos y obreros leían y dialogaban de manera
libre y abierta.
También su método de
alfabetización que inició con campesinos y que no es únicamente enseñar a leer.
Se trata de hacer conscientes a las personas de lo que pasa en el mundo y
transformarlo. Luchó contra una visión ingenua y malintencionada de
analfabetismo: este no es una enfermedad sino un producto de la estructura
social. Alfabetizar es hacer a las personas protagonistas de su historia.
Para Freire era importante la
alfabetización reflexiva y liberadora. Y todo esto configura una teoría y una
práctica de la liberación y el desarrollo de una verdadera educación pública
para el pueblo.
Freire asegura en sus escritos y
conferencias que educar a la humanidad es llevar a cabo un proceso
comunicativo, donde se desarrolla una capacidad crítica para luchar contra la
opresión y transformar la realidad. Luchar contra la educación bancaria que es
alienadora y posibilitar una educación
libertadora donde el diálogo y
la dialogicidad son herramientas fundamentales para liberar a
los oprimidos, para transformar la realidad. Para él, educar es promover la
toma de conciencia, reflexionar y actuar en el mundo y sobre el mundo. Es crear
una cultura popular.
Freire nos dirá que lo más bello
de la vida es la libertad, y la educación tiene que conducir hacia ella puesto
que provoca la humanización y la lucha contra la opresión del pueblo. La
educación tiene que ser diálogo entre sujetos que buscan significados tanto de
los contenidos científicos como de las emociones, es decir, no es tanto la
transmisión de conocimientos como el coparticipar en su comprensión.
Y nos recordaba que todos los
educadores tendríamos que ser utópicos, con un compromiso social y político con
cierto componente revolucionario, para que nuestra labor facilite la
humanización y no la opresión y la sumisión. Y esto puede conseguirse pmediante
una educación liberadora que propicie una cultura para que los oprimidos sean
liberados. Su mayor preocupación fue luchar por la educación de los
desamparados y oprimidos, para que consiguieran su libertad.
El mundo ha ido cambiando desde
su muerte al 1997, pero muchos problemas continúan siendo los mismos y hay que
insistir en situar a las personas en su realidad sociopolítica, continuar
trabajando sobre la teoría del diálogo y la ética educativa. El mundo todavía
lo necesita mucho.
Freire fue muy leído a partir de
1970 y tuvo mucha importancia en la “transición” española, sobre todo, en los
conceptos de alfabetización, educación bancaria, concienciación y diálogo. Sus
ideas se extendieron rápidamente en las revistas educativas, escuelas de
adultos y de verano y el concepto de diálogo se ha ido extendiendo entre muchos
educadores. Fue nombrado doctor honoris causa por la Universidad de
Barcelona en 2 de febrero de 1988, hecho que se rememoró el acontecimiento 30 años después,
en octubre de 2018 en la Facultad de Educación de dicha universidad.
.
No podemos olvidar la conferencia que dio en la Escuela de Magisterio de
Barcelona ese mismo año 1988, atestada, en el salón de actos y tampoco tenemos
que olvidar sus aportaciones, muy vigentes, 100 años después de su nacimiento.
2021 tendría que ser el año educativo de Paolo Freire.
Recordamos estas palabras que
escribió al 1990: «Ser utópico no es ser solo idealista o poco práctico, sino
mejor acometer la denuncia y la anunciación. Por eso el carácter utópico de
nuestra teoría y práctica educativa es tan permanente como la educación en sí,
que para nosotros constituye una acción cultural. Cuando la educación ya no es
utópica, es decir, cuando ya no encarna la unidad dramática de la denuncia y la
anunciación, o bien el futuro ya no quiere decir nada para los hombres o estos
tienen miedo de arriesgar a vivir el futuro como superación creativa del
presente, que ya ha envejecido. La esperanza no quiere decir cruzar los brazos
y esperar. La espera solo es posible cuando, plenos de esperanza, procuramos
conseguir el futuro anunciado que nace en el marco de la denuncia por medio de
la acción reflexiva… la esperanza utópica es un compromiso lleno de riesgo».
Francisco Imbernón
Fuente
https://eldiariodelaeducacion.com/2021/02/18/centenario-del-nacimiento-de-paulo-freire/
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