¿La gente está loca? No, la gente está manipulada
A José Luis Sampedro debemos esta sentencia. Fue un ejemplo de lucidez ante la vivencia humana y describía como nadie la incoherencia de pertenecer a la mayoría de la sociedad, la que depende de su propio trabajo y de nada más, pero votar a esa minoría que vive a costa del esfuerzo de los demás. Esa gran parte de la población que vota a quienes toman medidas que les hacen la vida más difícil y que interioriza y repite sus mensajes quizás para autoconvencerse de que hace lo correcto. Para Sampedro esto no era locura, sino fruto de la manipulación. Solo así puede entenderse que las personas tiren piedras contra su propio tejado.
No es que yo sea de
los sectarios que piensan que todos los demás están equivocados. Es parte de la
democracia que cada quien vote al partido que quiera, y asumo que tendrán sus
razones, o eso creen tener, para ejercer el voto que quieran. No existe una
única posición buena y la mía no tiene que ser necesariamente la mejor. Pero,
sin entrar en otras consideraciones, convendrán conmigo que las personas que
nos levantamos todos los días para “sacar nuestra casa adelante”, como se ha
dicho siempre, necesitamos servicios públicos fuertes que nos garanticen los
derechos que nuestro dinero no puede comprar de forma ilimitada en el mercado
al postor de turno. Determinadas formaciones políticas, servidoras fieles de
quienes dictan las directrices para que los privilegios que ya disfrutan no
desaparezcan, toman medidas políticas pensadas para seguir beneficiando a esa
minoría privilegiada, pero, si la sociedad despertara y dejara de estar
manipulada, no tendría posibilidad alguna de mantenerlos.
En esa manipulación
cada vez juegan papeles más destacados una buena parte de los medios de
comunicación, que han cambiado su actividad por la de creadores de opinión
partidista, inventando noticias, encuestas, bulos y denuncias falsas. Su forma
de ejercer la tan cacareada como falsa excusa de la “libertad de expresión”, no
pasa el más mínimo examen ético y democrático. Pero quienes lo sufrimos debemos
dejar de observar cómo se llora por las esquinas ante tanta manipulación de la
realidad y actuar. Existen medios que tratan de seguir siendo dignos
diariamente, y se debe apostar por apoyarlos con el seguimiento y difusión que
merecen. Claro que, si solo queremos que difundan noticias que nos gusten
siempre, entonces no buscamos periodismo sino manipulación. Así que lo primero
debe ser que nos decidamos: manipulación o libertad; pero libertad de verdad,
no el libertinaje sin medida que nos intenta vender la derecha de este país,
con espectáculos de entretenimientos varios para que no se hable nunca de lo
importante.
Pasan las elecciones y
las mentiras se descubren, pero tarde
Me puedo imaginar la
cara de estupefacción de quienes votaron, pensando que acertaban, a quienes
obtuvieron una mayoría absoluta en Madrid, y horas después de conocerse el
resultado se enteraron de que se quedaban fuera de la escuela infantil que
habían solicitado; dato que les ocultaron deliberadamente para que el enfado
con la realidad no les hiciera cambiar el sentido de su voto o se quedaran en
casa sin votar. También de quienes tienen dificultades para pagar el comedor
escolar y se enteraron, de nuevo después de depositar el voto en la urna, que le
subían de golpe un porcentaje que parece desmedido. Y todas aquellas personas
que ejercen la profesión docente y creyeron, hasta que la realidad posterior a
las votaciones les sacó del engaño, que bajarían las ratios en las aulas.
Igualmente muchas familias debieron creerlo y ahora pensarán que nada cambiará
a mejor. Cambiarán mucho más las cosas durante los próximos cuatro años, pero a
peor, como muy bien explica Julio Rogero en su reciente y magnífico
artículo La educación madrileña después del 28M.
De todas formas, nadie
puede decir que le sorprenda realmente lo sucedido, porque no será por falta de
información previa. Por ejemplo, muchos de los centros educativos cuyas obras e
inauguraciones se contaron en campaña, ya habían sido prometidos en otras
anteriores. Que ahora tampoco estén para el próximo curso, no debería ser una
noticia inesperada. Es decir, que la gente está engañada porque se deja engañar.
Prefieren que les señalen culpables en los que acordarse de mal forma de vez en
cuando, que las causas reales de sus males. En gran parte es “comodidad”,
porque prefieren vivir engañados y no hacer nada por cambiar las cosas, que
enterarse de que está en sus manos cambiarlas porque eso supone que tendrán que
implicarse en intentar lograr el cambio. Con decir “habrá que aguantar como sea
porque todos son iguales”, asunto arreglado. La teoría de la culpabilidad ajena
es muy efectiva y calma conciencias. Total, como siempre habrá alguien que
sufra más, consuelo asegurado.
Todo va en la misma
dirección, y la educación no es una excepción
Cualquier medida que
pone en marcha la derecha de este país camina siempre en la misma dirección:
privatizar los servicios públicos, entregándoselos siempre al peor postor.
Buena prueba de ello es lo que ha ocurrido, por ejemplo, con el periplo
histórico de la construcción por fases de los centros educativos públicos:
empresas que abandonan las obras porque las cuentas no les salen, después de
haber presupuestado a la baja para cogerlas, porque los gestores políticos de
la Administración buscan el menor gasto posible cuando se trata de invertir en
la escuela pública.
Y si la ciudadanía
supiera cuantas normas aprueba la derecha en las Administraciones autonómicas
cuyas memorias adjuntas tienen un impacto económico nulo, es decir, que no
llevan presupuesto económico alguno asignado, se quedaría perpleja. Después, el
círculo vicioso se cierra: primero hacen que lo público funcione mal porque lo
deterioran de forma deliberada, y luego aparece la solución milagrosa, que
siempre consiste en decir que pasarlo a la gestión privada mejorará el servicio
prestado. Falso, pero cuando está privatizado y llegan las pruebas de que la
gestión privada es mucho peor que la pública por muchos y diversos motivos, ya
es tarde, porque revertir las privatizaciones no es tan sencillo como algunas
personas, e incluso partidos populistas, llegan a decir. Eso sí, es difícil, no
imposible.
No hay espacio para lo
publico cuya privatización no haya sido ya estudiada; podemos tener la
seguridad de que ello es así. Cuestión distinta es que les haya merecido la
pena hacerlo, o que se les haya plantado cara y no pudieran empezar en algún
caso, o se les parara a las primeras de cambio. Por ejemplo, hace unos cuantos
años la derecha madrileña intentó empezar a pasar a manos privadas los centros públicos
de educación obligatoria, porque ceder parcelas era un camino que no aseguraba
la extinción de la red pública tan rápido y barato como querían. Lo iniciaron
con un centro público en el municipio de El Álamo, al pasarlo recién construido
y con alumnado ya escolarizado a manos privadas, a las que le dieron también el
concierto por si el regalo no era suficiente. Varias normas anuladas por el
TSJM al Gobierno de la entonces presidenta Esperanza Aguirre, no evitaron que
ese centro permaneciera como privado concertado, pero detrás no llegaron otros.
Hay quien piensa que solo se gana cuando se consigue aquello que se lucha, pero
muchas veces la victoria viene por lo que se evita a futuro. Ese fue un ejemplo
perfecto para entenderlo, porque esa vía de privatización se cerró, aunque se
perdiera ese centro concreto.
Toca volver a elegir
entre dos modelos de sociedad: ciudadanos o súbditos
No se despisten, que a
finales de julio nos jugamos mucho; en educación también, por supuesto. Que las
ideas de quienes privatizan sin parar en la Comunidad de Madrid sean las que se
impongan en el Estado, no solo supondrá volver a tener enfrentamientos porque
se intente derogar de nuevo la LOE, sino que las medidas serán regresivas y
dañinas para la mayoría de la sociedad. Tenemos que decantarnos por apostar por
quienes nos tratan como ciudadanos con derechos o por quienes nos tratan como
súbditos. Esto último significa que tendremos que soportar sus privilegios y
conformarnos con buscar la manera de pagar facturas por todos los servicios
públicos privatizados y gestionados de la forma más rácana posible, para que
tengamos que poner siempre más dinero y que ello suponga nuestro
empobrecimiento constante y creciente.
Sí, parece cierto que
en la comunidad donde resido la mayoría prefiere evadirse con las “cervezas en
libertad”, o cuando menos votan mayoritariamente a quienes les venden ese
presente sin futuro que necesita mantener a las personas en ocupaciones que les
eviten pensar en situaciones diarias y reales que les superan. Que el número de
éstas que necesitan ayuda psicológica no pare de aumentar, y que en la
adolescencia se estén disparando los casos de autolisis, no son situaciones
temporales con fecha cercana de remisión prevista, desgraciadamente. Los
centros educativos ya hace tiempo que pasaron del estado de preocupación a
estar sobrepasados por la realidad. Pero las nuevas figuras que deberían
afrontarla con mínimas garantías de éxito, ya saben: impacto económico cero.
Así que, si quieren
que sus hijas e hijos tengan presente y puedan encontrar un futuro mejor del
que se adivina, piénsenlo muy bien. La educación no es una cosa más de nuestras
vidas; es la base de todo, la que abre o cierra puertas, esto último
normalmente de forma definitiva. No hay cerveza que pueda ocultar haber mirado
para otro lado cuando quienes les quieren súbditos consigan su propósito. No
creo que haya nada peor en vida que tener que ponerse delante de una hija o un
hijo cuando se hacen mayores y tener que pedirles perdón por no haber sabido
defender sus derechos. Yo, desde luego, no jugaré nunca a ese escenario.
Ustedes elijan qué escenario les gusta más. Privatizarán el aire el día que
descubran cómo.
Fuente https://eldiariodelaeducacion.com/2023/06/19/privatizaran-el-aire-el-dia-que-descubran-como/
por José Luis Pazos
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