¿Qué hay detrás de la Pedagogía tradicional? ¿Qué sustento le da el positivismo? ¿Qué rol cumple en ella la reflexión crítica? ¿Qué características debe tener una Pedagogía Crítica que aspire a ocupar su lugar?
El verdadero aprendizaje
llega al corazón de lo que significa ser humano. A través del aprendizaje nos
re-creamos a nosotros mismos. A través del aprendizaje nos capacitamos para
hacer algo que antes no podíamos. A través del aprendizaje percibimos
nuevamente el mundo y nuestra relación con él. A través del aprendizaje
ampliamos nuestra capacidad para crear, para formar parte del proceso
generativo de la vida.
Peter Senge
Luego de cuatro siglos de empirismo y de racionalismo
cartesiano, de considerar las mentes de los estudiantes como meras tablas rasas
y dividir las asignaturas en temas desarrollados uno a uno durante el
transcurso del año lectivo, por lo general, en los centros educativos, aun
efectuamos prácticas pedagógicas y didácticas que fragmentan los procesos y
productos de los aprendizajes, instrumentados a través de objetivos
instruccionales, operativos, medibles y observables como si las características
del ser humano fueran sólo cuantitativas.
La supremacía de la razón instrumental, dio lugar a la
implementación de una pedagogía empírica y experimental, que respalda teórica y
metodológicamente a una educación mecanicista, antivalórica y deshumanizante,
puesta al servicio de una sociedad moderna conformada por grupos sociales
radicalmente diferenciados y con características consumistas.
Tras esta realidad pedagógica y educativa, está el paradigma
positivista que sustenta una realidad cientificista, instrumental y tecnológica
que puso a la ciencia en sí como la única razón justificadora de todo
conocimiento, dando lugar a que las metodologías de las ciencias naturales,
especialmente de la Física, fuesen aplicadas a todas las ciencias y disciplinas
del conocimiento, reduciendo a los seres humanos y las entidades sociales a
objetos inanimados, sin vida y sin pensamiento.
Esta racionalidad científica e instrumental positivista
genera una realidad objetiva de una educación mecanicista de procesos
esencialmente tecnológicos, que no dan lugar a la reflexión crítica alguna, peor
una crítica ideológica, que es lo que propone la “teoría crítica de la
sociedad” y consecuentemente la ciencias de la educación crítica.
A esta situación cientificista del paradigma positivista, se
suma la gran eficacia y el gran prestigio que ha tenido la educación
científica, que además ha sido técnicamente controlada con el propósito
fundamental de dar respuestas económicas eficaces a las necesidades
industriales, en términos de formación de los “recursos humanos” para el
trabajo empresarial, que dígase de paso, ha estado administrado únicamente con
base en la productividad y la producción, dejando de lado el desarrollo humano.
Baste citar las tesis de la lógica moderna del currículo
explicitada por el Profesor Franklin Bobbit, de la Universidad de Chicago,
cuyos fundamentos se encuentran en la filosofía positivista de H. Spencer y en
las tesis del behaviorismo de Watson, para evidenciar las características
mecanicistas, antiintelectualistas y deshumanizates de las mencionadas
prácticas educativas, cuando exige como requerimientos de la educación: “…la descripción pormenorizada de la entera
experiencia humana para poder fijar un itinerario escolar orientado
funcionalmente al desarrollo de las características propias de la edad adulta.”
Además, la de “Superar la ‘seducción’ de las finalidades generales [de la
educación] y atenerse a la precisión de objetivos de enseñanza-aprendizaje
efectivamente controlables, [lo que] siendo posible y deseable basándose en
otra
‘seducción’, la de una escuela ‘práctica’ capaz de no
derrochar tiempo y energías en lucubraciones intelectuales y en aprendizajes
inútiles.”.
En este entorno educativo, surgen la Pedagogía Crítica
y su Didáctica, en calidad de ciencias de carácter constructivo. Ciencias en
proceso de permanente formación, con logros avanzados en la construcción de la
crítica ideológica, pero con poca instrumentación de sus bases científicas y
metodológicas necesarias para la implementación y ejecución en la praxis
educativa. Razón suficiente, para que en este artículo, se afronte más el
carácter constructivo, científico y metodológico de la pedagogía crítica y su
didáctica, como ciencias que instrumentan las acciones docente-educativas, a
partir de la teoría crítica de la sociedad y con un enfoque dialéctico
integrador con aportes importantes de otras teorías y modelos pedagógicos,
inclusive del mismo positivismo.
Se trata de contribuir para que esta nueva teoría
pedagógica, por cuyas características se ubica en la cúspide de la espiral
dialéctica de la evolución científica de la pedagogía, se constituya en un
paradigma consistente, debidamente instrumentado con teorías, metodologías y
recursos, y que funcione como “ciencia normal”. Por tanto, como núcleo de la
investigación científica y tecnológica, bajo el enfoque crítico y comunicativo,
rija las actividades de los docentes y discentes, y otros actores sociales, en
la praxis educativa del presente siglo.
Extraído de
Pedagogía y Didáctica Crítica
Autor
Jorge Carranza Espinoza
Doctor en Ciencias de la Educación, Magíster en Docencia
Universitaria y Administración Educativa. Profesor de posgrado de la Universidad Tecnológica
“Indoamérica” de Quito. Investigador del Ecuador
En
Revista de Investigación Educativa
Integra Educativa 4
Tema: Pedagogía y Didáctica Crítica