Afirma la autora: “Se predica la privatización como solución
educativa. La nueva sociedad de consumo neoliberal y neoconservadora
distorsiona las finalidades de la educación ciudadana. Los ciudadanos hemos
quedado reducidos a un rol de consumidores y de excluidos” ¿Estamos frente
a una realidad acabada? ¿Cómo actuar frente a esta situación?
No resulta fácil elegir una categoría o un aspecto de la
teoría de Freire para desarrollar, dado que su pensamiento se integra con su
práctica y forma un todo significativo.
Todo lo que le concierne es de interés y nos sugiere e
inspira, desde su biografía, sus experiencias, su producción; por ello elijo lo
relacionado con su proyección futura y lo analizo desde el impacto que en mí
produce y desde los sentimientos que me genera.
Tengo en claro, aunque no sea fácil, que a Paulo Freire no
lo debemos repetir, más bien reinventarlo, recrearlo como él nos enseñó. Y esto
es fundamental como punto de partida, por cuanto encierra la esperanza de
reinventarnos a nosotros mismos. Nuestro mejor anclaje está en el itinerario de
su práctica educativa, las experiencias de su existencia y los saberes
indecisos por ella gestados. Saberes revalorizados porque posibilitaron una
reflexión más crítica y más trabajada.
Aceptamos que la experiencia y la formación profesional se
dan en el marco de una experiencia y formación mayor, humana, vital. Por ello,
Freire nos invita a no caer ni en el optimismo ingenuo, ni en el escepticismo
negativo de la educación y sus posibilidades. Su presencia, guardiana de
sueños, nos ayuda a mantener la
utopía. Por tal motivo su teoría es pedagógica. Es una
pedagogía para la transformación social, cuya actividad educativa es acción
cultural y concienciación. Es una pedagogía no autoritaria, de la liberación,
de la ciudadanía. Es
un modelo opuesto a la agenda neoliberal que hoy nos sumerge en una crisis que
parece insalvable. Y es nuestra mejor opción esperanzada para superar dicha
situación.
Ser esperanzados, no por terquedad, sino por imperativo
existencial e histórico. La esperanza, para transformar, debe ser crítica,
sostenida en la práctica diaria que necesita tanto de la teoría como la teoría
de ella.
Freire sometía su práctica a una indagación; indagación que
no se conformaba con las primeras respuestas. Seguía un camino de
cuestionamientos; severo, metódico, riguroso, que no sólo lleva a reflexionar
sino a nuevas lecturas. Lecturas de textos que nos dan base para continuar
leyendo el contexto y por lo tanto intervenir en él. Nos muestra que se puede
trabajar en una tensa relación manejable, con la tensión teoríapráctica. Sobre
leer un texto afirmó: “Leer un texto es
aprender cómo se dan las relaciones entre las palabras en la composición del
discurso. Es una tarea de sujeto crítico, humilde, decidido” (Freire).
La globalización de cuño neoliberal, al igual que a
nosotros, preocupó a Freire en sus últimos años. Debemos enfrentar su impacto
en el ámbito de la política económica, de financiamiento educativo; también al nivel
de las relaciones y vinculaciones entre educación y trabajo y, sobre todo, en
la creación de estándares de excelencia académica. Esto último impacta sobre la
evaluación, acreditación, educación superior, formación docente, sobre el
sistema en su totalidad.
Nuestra ocupación, preocupación y desafío es el mismo que
atrapó el pensamiento de Freire en sus últimos años. Nos referimos al avance
neoliberal y su peligro para el sistema de educación pública.
Se predica la privatización como solución educativa. La
nueva sociedad de consumo neoliberal y neoconservadora distorsiona las
finalidades de la educación ciudadana. Los ciudadanos hemos quedado reducidos a
un rol de consumidores y de excluidos.
Este es un nuevo esencialismo o fundamentalismo. Estas son siempre
ideologías paralizantes y fatalistas. Debemos afrontarlas, combatirlas; cambiar
la realidad que no es acabada, sino que está así porque conviene a determinados
grupos de poder.
Una primera forma de lucha o acción debe comenzar por el
reclamo de una verdadera Formación Docente, y por no aceptar más el
entrenamiento técnico y científico como único camino de formación. Focalizar en
la causa de los marginados y educar desde el respeto y la confianza. Defender
la educación pública y popular. Enfatizar el diálogo, la construcción de
espacios educativos donde el otro se sienta valorado y aceptado, para abrir
espacios para la educación dialógica en la que la cooperación entre las
personas se imponga por encima de las jerarquías y la competición.
Educar para la liberación, desarrollar mayor conciencia de
los problemas que padece/mos el/los excluido/s y construir el camino para
enfrentarlos implica denunciar la polarización educador/educando, recuperar la
voz silenciada de los oprimidos, no confiar en el otro valor como salvador.
Paulo Freire critica la arrogancia y el autoritarismo de
intelectuales de izquierda o de derecha, en el fondo igualmente reaccionarios
porque se creen dueños del saber, sea este revolucionario o conservador.
Enfrentar críticamente el comportamiento de universitarios
que pretenden concienciar sin concienciarse ellos mismos y que, en nombre de la
liberación de las clases trabajadoras, buscan imponer la superioridad de su
saber académico. Los que se venden al poder de turno, los que ahora se dedican
a adular con todas sus destrezas a quienes le ofrecen una invitación a
recepciones oficiales, una columna en publicaciones oficiales, una beca o viaje
a través de algún organismo oficial. Es preciso cuidarse de los conversos.
Tampoco hay que confiar en recetas de algunos grupos
políticos que acostumbran a asumir que nosotros no sabemos, pero que ellos
tienen ideas claras. Negarse a despolitizar la educación, pues, es facilitar el
avance y naturalizar las actuales políticas neoliberales y justificar la
retirada del Estado de sus obligaciones. Aceptar dosis de indignación y
vehemencia en la denuncia para luego hacer el anuncio de lo que no existe, aún.
Porque la indignación también contiene amor y esperanza. Combatir el fatalismo,
el inmovilismo, con concientización.
Freire escribía para abrir el diálogo con nosotros mismos y
con los otros; nosotros debemos leerlo, releerlo, reinventarlo, abrirnos a la
duda y a la crítica. Más
allá de la tristeza que nos invade cuando recordamos su partida, cada nueva
lectura de Freire nos llena de alegría, pues adquiere una nueva forma de
presencia en ese diálogo reinventado. También ocurre lo mismo en cada nueva
experiencia inspirada en su teoría, en cada nuevo acontecimiento dedicado a su
estudio, su memoria.
Reinventar a Paulo Freire es recuperar su voz, es construir
el futuro de la educación popular como concepción general de la educación. Felizmente,
la educación popular sigue inspirando experiencias en el mundo y en nuestro
continente. Su obra se desarrolla en distintas direcciones y debemos conocerlo,
compartirlo, difundirlo, superarlo.
No hay fatalismo en la conducta humana ni en el mundo de la cultura. La historia
la construimos nosotros, y ella a su vez nos construye. Se trata de un tema que
debemos volver a discutir, analizar, para encontrar el camino del sujeto
autónomo. El discurso neoliberal se impone cuando los sujetos se asumen como
objetos y lo consideran inevitable.
La respuesta, nuestro desafío, es la construcción de una
verdadera educación popular. Propuesta que debe ser teórica y práctica. Una
forma de pensar y hacer la educación colectivamente y que todos debemos
redefinir en este complejo y confuso tercer milenio. Una educación que responda
a las líneas de trabajo de un proyecto político y educativo liberador.
La educación popular debe darse no sólo fuera sino también
dentro de las instituciones. Omitir el afuera ha sido una manera de ocultar el
uso de la educación como herramienta de dominación. Lo real es que la relación
pedagógica está atravesada por muchas variables y muchas de ellas aparecen
fuera del aula.
La escuela, pública y estatal, popular, es un espacio a
defender también, para democratizar el conocimiento. Hoy las políticas públicas
neoliberales interpretan al conocimiento como mercancía y a la educación como
bien de mercado, la escuela como shopping del saber, los padres como clientes.
Tales políticas, que vienen desde la década del ochenta y noventa en Argentina,
no han cambiado. Tenemos más cambios de jefes de Estado o ministros de
Educación que de políticas educativas.
Aunque no se trate de culpa y sí de ideología de las
políticas educativas, en algún lugar, docentes y alumnos somos funcionales y
las favorecemos. Darse cuenta de esto, asumirlo, debe ser un punto de partida
de sinceras y honestas reflexiones, críticas y autocríticas.
Docentes, alumnos e instituciones necesitan transitar
espacios de reflexión colectiva, permanente, sistemática, de diálogo franco, de
coherencia, para combatir la pedagogía del adiestramiento y la domesticación. Trazar
un camino para construir otra educación que nos permita pensar, decir y hacer
otros futuros. Así homenajearemos a Paulo Freire y lo mantendremos vivo. Hacer,
más que hablar, y conocer el mundo para transformarlo y delinear un colectivo
con esperanza.
La esperanza se construye, y se construye con objetivos; y
los objetivos se consiguen con seriedad, método y eficacia social. Es necesario
re-ligar lo académico con lo popular para brindar respuestas teóricas,
políticas y éticas.
El legado de Paulo Freire se proyecta en educadores
comprometidos con su tiempo, con su contexto. Su obra tiene y tendrá gran
impacto, aun cuando parezca estar un tanto dispersa; y es por ello que nos
invita a recrearla, no sólo en los trabajos que sobre ella se escriben, en los
cursos que se dan, en las asociaciones y centros dedicados a recopilarlas.
Nos invita también, y básicamente, a recrearla en el corazón
y la mente de los oprimidos y excluidos, de los docentes y alumnos que
construyen sueños y pelean por hacer escuchar su voz, de los que trabajan por
un mundo mejor y más justo.
Freire nos ha legado una experiencia pedagógica que abre
para la concienciación de caminos en pos de otras experiencias posibilitadas en
la igualdad de oportunidades, acceso, equidad y calidad.
Pobreza y desigualdad son hoy acuciantes, y el normalismo,
con su lema de educar al soberano, cayó en desuso. Por herencia, por
compromiso, por convicción, debemos repensar la noción de conocimiento oficial,
de fracturas y luchas culturales, de identidades y ciudadanía. La educación
debe asumir prioridad en el continente, en pos de un proyecto democrático y en
defensa de pactos democráticos latinoamericanos gestados por nuestra historia.
Ser docente es algo más que un trabajo o profesión si miramos
y sentimos el legado del gran Paulo. Darse cuenta de los desvíos, errores,
volver sobre la práctica, reflexionar, compartir, promover la curiosidad
crítica, reconocer el valor de las emociones, de la afectividad, de la ética,
de la estética. Ser
docente es elegir un estilo de vida.
Freire potencia esas reflexiones y sentimientos. Ayuda a
entender que conocer es algo más que intuir; conocer es someter las intuiciones
y situaciones educativas al análisis metódicamente riguroso de nuestra
curiosidad epistemológica. Así como educar no es transferir conocimientos, sino
crear la posibilidad para su propia producción.
Los seres humanos somos impulsados a algo más, al tomar
conciencia de la propia incompletitud. Como seres inacabados, sentimos
insatisfacción y nos encaminamos hacia el futuro esperanzado. No nos debemos
detener ante situaciones límites, sino convertirlas en el inédito viable, la
propia utopía, la búsqueda de ser más. Camino señalado por la teoría pedagógica
de Freire, camino único para la región, camino que debemos transitar en el
proceso permanente de formación docente.
Transitar el camino de la utopía exige mantener vivo el
gusto por la rebeldía, por la curiosidad, por la capacidad de arriesgarse, de
aventurarse, de crear y de recrear.
Superar los límites e ir más allá de los condicionantes es
cruzar la frontera entre el ser y el deber ser. Abandonar el dogmatismo y dar
lugar a la interrogación, emancipación y concienciación. El camino hacia la
autonomía nos exige reforzar la capacidad crítica, la curiosidad, la
no-sumisión.
Aprender críticamente requiere de sujetos pedagógicos
creadores, instigadores, inquietos, rigurosamente curiosos, humildes y
persistentes. No resulta suficiente transferir conocimientos o saberes. El
verdadero aprendizaje nos exige convertirnos en sujetos reales de la
construcción y reconstrucción del saber enseñado. Los educadores y
educandos somos sujetos del proceso que asumen que enseñar
contenidos se completa con enseñar a pensar correctamente.
El conocimiento tiene relación con la realidad, con el
mundo. Y aunque nunca estemos totalmente seguros de nuestras certezas, no
admite soberbia. Se enseña y aprende el conocimiento existente, pero también se
trabaja para la producción de un saber aún no existente. Enseñar, aprender,
investigar es el camino. Investigamos para conocer lo desconocido, para
comunicarlo, para anunciarlo. Así se supera la conciencia ingenua.
Extraído de
PROYECCIÓN DE LA PROPUESTA DE PAULO
FREIRE
Norma Isabel Fuentes
Profesora. Licenciada en Ciencias de la Educación. Especialista
en Docencia Universitaria. Docente Investigadora en la Universidad Nacional
de la Patagonia San
Juan Bosco, Facultad de Humanidades y Ciencias Sociales,
Argentina.
En
Paulo Freire, Contribuciones para la pedagogía
Moacir Gadotti, Margarita Victoria Gomez, Jason Mafra,
Anderson Fernandes de Alencar [compiladores]