Se han estado celebrando los 150 años de la obra
“El Capital” de K. Marx y, recientemente, se ha estrenado la película “El joven
Karl Marx”. Como es más que sabido, Marx y su obra ha sido uno de los
referentes que más han influido en la historia de la cultura, de la filosofía y
de las ciencias como las sociales o humanas, del pensamiento en general. Una
repercusión que se ha extendido a todos los campos de la vida como la política,
la economía y la religión. Como lo denominó P. Ricoeur, Marx
es uno de “los maestros de la sospecha” junto a Nietzsche y
Freud. Uno de los fundadores e iniciadores de la conocida como teoría
(perspectiva) crítica, que se han expresado en los diversos campos del
pensamiento que hemos señalado u otros.
Marx estuvo influenciado por la cosmovisión
judía-bíblica, por Feuerbach, Hegel, Darwin al que le pidió el
prólogo para el capital a lo que se negó el inglés, e incluso por los
economistas clásicos como los escoceses. Y su obra y pensamiento crítico ha
sido recepcionado, valorado e interpretado hasta la saciedad. Con corrientes
tan significativas como el conocido marxismo occidental con Lukács,
Gramsci, la escuela de Escuela de Fráncfort (Frankfurt), Bloch, la
psicología rusa con Vygotsky, el personalismo con Mounier o el
pensamiento latinoamericano. En donde destaca E. Dussel, uno de sus más
profundos conocedores. Todas estas corrientes y autores u otros tan
significativos como M. Weber; o más recientemente A. Giddens, M. Löwy,
T. Eagleton y entre nosotros, por ejemplo, M. Sacristán o F. Fernández
Buey han emprendido un encuentro y diálogo crítico con la obra
de Marx. Señalando sus luces y sombras, sus aciertos y carencias o límites como
contiene la obra de todo autor y ser humano.
Ya Marx afirmó con ironía que él no era marxista y
que, por tanto, su obra, pensamiento y legado no era un dogma de fe. Y que
podía y debía estar sometido a una revisión y valoración crítica. Lo cual debe
apuntar lo verdadero y bueno que nos deja el autor alemán, al mismo tiempo que
se desvelan sus errores y limitaciones. Ciertamente toda esta teoría y
filosofía crítica como la mencionada escuela de Frankfurt con Horkheimer, Adorno
y Benjamin, con el personalismo y Mounier o el pensamiento latinoamericano con
Dussel, I. Ellacuría… se han confrontado con Marx. Con dicho juicio crítico de
su obra. A partir de ella, vamos a exponer una serie de claves y criterios que
tratan de presentar lo más valioso de dicha filosofía crítica. Con una ética
liberadora que, junto a la mediación socio-analítica de la ciencia social,
contribuyan a su actualización y profundización en la realidad social e
histórica.
Como ha sido estudiado, creemos que lo más valioso
es su humanismo crítico, realista, histórico y liberador. Lo que debería
posibilitar la ampliación a una antropología integral que contemple las
diversas dimensiones inter-relacionadas de lo humano: lo material y espiritual,
lo físico y trascendente, lo personal y social; los afectos y la historia, la
conciencia y las estructuras sociales con sus sistemas económicos, políticos y
la misma cultura. La persona y su conciencia se retro-alimentan con la vida
social y cultural, con las instituciones, la política y la economía. Una acción
social y militancia transformadora que no suponga toda esta antropología, que
no lleve al cambio global abarcando integralmente todas estas dimensiones, está
llamado al fracaso. Tal como lo muestran todos los totalitarismos
contemporáneos que, con sus reduccionismos antropológicos y deformación de lo
humano, llevaron a la barbarie, a la injusticia y desigualdad.
Este humanismo y antropología integral posibilita
la crítica, ética y liberación integral de toda dominación, opresión y
alienación. Tal como es impuesta por las clases y grupos sociales dominantes
sobre otros colectivos que son oprimidos, explotados y deshumanizados. Las
personas y los pueblos deben ser siempre centro, sujetos y protagonistas de
toda realidad, estructura o sistema ya sea económico (mercado), político
(estado), etc. El ser humano es fin y no medio, tiene dignidad y no precio como
ya señalaba Kant al que Marx, en cierta medida siguió, en su defensa del
trabajo vivo. La vida del trabajador y de todo ser humano, por encima del
capital. El imperativo categórico kantiano se historiza con Marx: hay que
liberar a las personas trabajadoras, a la humanidad misma, de las cadenas de la
explotación u opresión que sufre el mundo obrero; los pobres de aquel tiempo y,
en buena medida, del nuestro. Y es que, como vio el mismo Benjamin en los pasos
de Marx, el capitalismo se ha convertido en la nueva religión. El capital es el
nuevo dios (ídolo) al que se adora y, con su fetichismo de la mercancía,
sacrifica en el altar de la tasa de ganancia (plusvalía): la vida y dignidad
sagrada e inviolable del ser humano.
El problema del capitalismo no es solo su sistema
económico que explota al trabajador, robándole su tiempo de trabajo, salario
justo y la vida misma. Es su antropología y religión idólatra que se hace amar
y adorar, que con su fetichismo realiza esta subversión en el orden de lo
humano y espiritual. Lo más bajo, las cosas, mercancías, los medios de
producción, el capital…se divinizan. Y lo más elevado y divino de lo real y del
ser humano, esa vida y dignidad sagrada e inviolable de la persona, se rebaja,
se cosifica y aliena. Este es el secreto teológico del capital, la auténtica
crítica religiosa de Marx que, como tal, no era un ateo al uso y rechazó ese
vulgar e impuesto ateísmo, difundido en su época. En esta crítica a dicha
idolatría del capital, Marx sigue a los Profetas y a Pablo de Tarso (Filipenses
2,6-7), como muestra en “Los Grundrisse”. De esta forma, nos
revela como el capital ha sustituido a Dios, se ha puesto en su lugar devorando
a sus hijos, con la explotación e injusticia social ejercida sobre los
trabajadores y los seres humanos. Para todo ello, es muy interesante e
importante la obra del ya citado E. Dussel, como es “Las metáforas teológicas
de Marx”.
La idolatría del capital, como un vampiro, chupa la
sangre (vida) del ser humano trabajador, lo aliena robándole su tiempo, su
existencia y el fruto de su trabajo. Expoliando y destruyendo así el verdadero
valor de la vida humana con el trabajo que crea, transforma y renueva la
historia. En una usurpación del auténtico valor del trabajo y sus derechos,
como es salario justo, que conlleva el uso de los bienes al servicio de esta
vida y necesidades de las personas. Lo cual no hay que sacrificar al mero
cambio e intercambio mercantilista de las cosas o recursos, en la búsqueda
insaciable del lucro, de la ganancia y del capital. Como recordaba A. Machado,
“sólo el necio confunde valor y precio”. En
esta línea, los medios de producción y el derecho la propiedad no son
realidades sagradas e inviolables, ya que antes están la justa distribución de
los recursos y la socialización de estos medios en una economía social,
cooperativa y ética.
Como se observa, la crítica es ejercida sobre la
clave de la negatividad, el sufrimiento e injusticia que padecen las víctimas
de la historia como son los trabajadores y los pobres. Y es encarnada en la
materialidad, en lo real e histórico. Esa vida humana con sus posibilidades,
capacidades humanas y condiciones sociales que es negada por el capital. El
problema de fondo del capitalismo junto a su funcionamiento económico, como lo
es del resto de totalitarismo, es la razón que lo sostiene. La razón formal e
instrumental, la razón tecnocrática, que a la búsqueda de la dominación de la
realidad e historia, de la eficacia o rendimiento y productividad, se olvida de
lo más profundo de dicha razón. El hilo rojo que anima y orienta a la verdadera
razón: la memoria de la com-pasión y la justicia liberadora del sufrimiento e
injusticia que padecen las víctimas, los pobres y oprimidos de la historia.
La razón debe cultivarse con el eros, con los
afectos y los sentimientos humanos, morales y sociales. Tales como el amor
fraterno, la com-pasión solidaria y la pasión por la justicia ante el dolor y
opresión que sufren los otros, los obreros, los pobres y las víctimas de la
historia. Es una inteligencia histórica, social, ética y espiritual que se abre
a este eros-amor, fraternidad y solidaridad en la lucha por la justicia. Con la
trascendencia, confianza y esperanza de que el mal, muerte e injusticia no
tengan la última palabra. Terminamos con estas palabras del propio Marx, que
resumen lo expuesto hasta aquí y nos muestran lo más valioso de su vida, obra y
ética. “Todo el tiempo que podía consagrar al trabajo debí
reservarlo a mi obra, a la cual he sacrificado mi salud, mi alegría de vivir y
mi familia… Si fuéramos animales, podríamos naturalmente dar la espalda a los
sufrimientos de la humanidad para ocuparnos de nuestro propio pellejo”.
Fuente: http://www.rebelion.org/noticia.php?id=238518
Por
AGUSTÍN ORTEGA CABRERA
Trabajador Social y
Doctor en Ciencias Sociales (Departamento de Psicología y Sociología, ULPGC),
Experto Universitario en Moral, Doctor en Humanidades y Teología (UM-ITM). Es
profesor e investigador de la Pontificia Universidad Católica del Ecuador y en
el Centro Universitario de Estudios del Seminario Diocesano de Ibarra.
Investigador en la Universidad Loyola Andalucía.