domingo, 20 de enero de 2019

“La escuela es un engranaje del capitalismo: educa para que cada uno busque el éxito a costa del otro”


El profesor universitario y activista Christian Felber defiende la democracia soberana para luchar contra la obsesión por el crecimiento de la actividad económica.


Christian Felber (Salzburgo, Austria, 1972) tiene claro que el sistema educativo actual se ha convertido en un engranaje más de la máquina capitalista porque “educa para que cauno busque el éxito por encima del otro”. Felber, profesor universitario, activista y cofundador del movimiento ATTAC en Austria, desarma en su último libro ‘Por un comercio mundial ético’ el paradigma del libre comercio y propone otro: el del comercio ético. Ferviente defensor de la democracia soberana directa, el profesor reflexiona sobre los valores que deberíamos anteponer a la “obsesión por el crecimiento de la actividad económica”. Felber defiende un cambio radical en el modelo económico y en lo que se conoce como  la economía del bien común aboga por sustituir el Producto Interior Bruto (PIB) como unidad de medida de la riqueza por otro indicador, el Balance del Bien Común, que prima valores como la justicia social, la dignidad humana o la sostenibilidad medioambiental.
La ciencia económica se ha deslizado hacia el capitalismo. ¿Está equivocada?
Está equivocada de contenido y de nombre. El enfoque predominante actual es el de los objetivos financieros, el beneficio…De hecho, no es ciencia económica, sino ciencia crematística. La economía debe tratar, en primer lugar, de la felicidad y el bienestar de las personas, del bien común. Y el dinero solo debe ser un medio para ello. Pero si el medio se convierte en el fin, por definición ya no es economía, sino capitalismo. La economía de verdad pondría todos sus activos en el bien común.
En la actualidad, se mide el éxito de la sociedad se mide de acuerdo al éxito de la empresa, pero teniendo en cuenta valores como la competitividad y no la ética.
Es el dominio del capitalismo. Es algo anticonstitucional. Repasando las constituciones de los países democráticos hay unanimidad en que lo importante es el bien común, el bien general y explican que el capitalismo es un medio para conseguir ese fin. Y yo me pregunto entonces: ¿Dónde está el balance del bien común que es obligatorio para las empresas?
Lleva predicando por el bien común desde hace años. Cuando echa la vista atrás. ¿qué sensación le queda?
Es una cuestión de tiempo regular el capitalimo y encaminarlo hacia el bien común. Pero es algo que no sé si lo podremos conseguir en los próximos tres o 30 años. Hago lo que hago porque me parece justo, correcto y me da libertad para comprometerme por los valores que considero apropiados. No es el éxito a corto plazo lo que me guía ni me motiva.
¿Se trata de ganar menos dinero?
Los ricos son los que tienen que ganar menos, pero los pobres sí deben consumir más. Hay que repartir los recursos de la tierra de una forma equilibrada entre todos sus habitantes. Es un derecho humano ecológico. Cada vez que realizamos una compra habría que abonar un precio ecológico al igual que un precio financiero. Al igual que nos damos cuenta cuando la cuenta financiera está vacía, si también hay una cuenta ecológica vacía nos preocuparíamos. La idea es que aquellos que hoy se están pasando ya no tendrían capacidad de compra ecológica. Pero los que consumen menos de lo que es posible pueden consumir más.
¿Qué lecciones se han extraído de la crisis?
Desde China a Estados Unidos, la desigualdad es excesiva, pero no veo ningún parlamento del mundo que la limite. En cambio, sí que hay parlamentos regionales que caminan en esa dirección. Por eso hemos propuesto que sean los ciudadanos soberanos los que tomen la decisión de terminar con la desigualdad. Su deseo es que como mucho haya una diferencia de 10 a 1 entre el que más cobra y el que menos. En las cuestiones de limitación de poder, la democracia indirecta fracasa. Para eso hace falta la democracia directa.
Los políticos tienen miedo a esa fórmula.
No todos. Es una cuestión de tiempo. La democracia directa no reemplaza a la indirecta. Solo añade un elemento más, dando a los ciudadanos el derecho de cambiar o, incluso, vigilar la Constitución.
Parece que la educación también se ha contagiado de los valores del sistema capitalista, promocionando solo a los mejores.
El problema empieza con la ciencia económica, que no enseña las alternativas. Hay un pensamiento único, por eso es una ideología. El problema es que en la escuela primaria y secundaria en lugar de educar a seres humanos autónomos, con voz propia, con competencias democráticas, emocionales y de comunicación la tendencia es producir engranajes para la máquina capitalista.
¿Cómo se puede cambiar?
Los afectados son los que tienen que intervenir directamente en el sistema educativo. El único que no está afectado es el Ministerio de Educación y es el que precisamente se encarga de diseñarlo todo. En la democracia soberana serían los padres, los estudiantes, los profesores y algunos agentes más los que diseñarían las pautas del sistema educativo. Seguro que no se planteaban producir engranajes para el sistema educativo, sin empoderar seres humanos autónomos.
La escuela fomenta la competitividad en la peor acepción del término.
En latín la palabra competencia significa buscar juntos, pero la escuela está educando para que cada uno busque el éxito a costa del otro. Justo al contario de los valores constitucionales, que son la solidaridad y la cooperación.
En su último libro ‘Por un comercio mundial ético’, se pregunta cómo ha podido el libre comercio convertirse en la religión de nuestra era.
Trato de demostrar que el libre comercio extremo está destrozando todos nuestros valores. Lo podríamos llamar comercio neurótico, pero no libre. El comercio ético es una alternativa porque considera al comercio como un medio para servir al bien común. Las empresas cuando quieren acceder al mercado mundial ético tienen que presentar un balance del bien común, en qué medida sirven a los derechos humanos, al distribución justa, al medio ambiente….Cuanto peor son estos parámetros menos libre resulta el comercio. Los productos tendrían que mostrar toda su trayectoria, desde dónde se fabrican hasta los impuestos que la empresa paga. Todo eso se evalúa y la puntuación que se obtiene del bien común lleva a aranceles e impuestos diferenciados a las empresas o la prioridad en la contratación pública.
Algunos países propugnan el libre comercio, pero defienden con firmeza el proteccionismo.
Proteccionismo es un término equivocado. Podría significar protección de industrias jóvenes, tecnologías delicadas encaminadas al bien común, pero no es así. Pero el proteccionismo se ha convertido en un fin en sí mismo. Es un extremo que no tiene sentido. Tanto el libre comercio como el proteccionismo adolecen de los mismos excesos. El comercio puede ser beneficioso y la protección también, pero el comercio en sí mismo no es una finalidad, como tampoco lo es el cierre de las fronteras.
Nadie parece dispuesto a regular el poder de las empresas transnacionales.
La fuerza de esas empresas radica en que ni los gobiernos ni los parlamentos están dispuestos a limitar su poder. Seguro que los ciudadanos soberanos lo harían sin vacilar, pero no tienen esa capacidad porque carecen de derechos. Y eso de la democracia representativa a menudo no funciona.
¿La globalización es buena o mala?
Es un medio. A veces, mercados globalizados pueden aportar ventajas, pero lo más importante es tener una economía local o regional estable, resistente y democráticamente controlable. Después podremos ampliar relaciones internacionales. Abrir las fronteras al máximo puede tener efectos nefastos, que pueden ir desde la erradicación de industrias regionales hasta la corrupción total y el acaparamiento regulador de los parlamentos.
¿La figura del arancel es mala por sí misma?
Puede ser neutral, lo mismo que el interés o el impuesto. Ningún economista dirá que el impuesto es malo de por sí. Son herramientas de la política económica. El arancel es un instrumento para encauzar y dosificar las relaciones comerciales. A veces queremos más comercio porque ayuda al bienestar de las personas, pero en otras ocasiones un exceso de comercio puede perjudicar. Para que un país no se cierre a las importaciones y promueva sus exportaciones obteniendo un superávit, un comercio ético se obligaría a balances equilibrados y no se aumentarían los aranceles. El límite es no obtener un superávit comercial a costa del otro.


Por Eduardo Azumendi
Fuente
https://kaosenlared.net/la-escuela-es-un-engranaje-del-capitalismo-educa-para-que-cada-uno-busque-el-exito-a-costa-del-otro/

domingo, 13 de enero de 2019

“Conflicto”, en la obra de P Freire

En los actuales tiempos el mundo aparenta no poseer más fronteras, pues todos vivimos en una efervescencia multicultural sin precedentes en la historia de la humanidad. La convivencia con la diversidad, con lo nuevo, con lo diferente parece ser uno de los grandes desafíos de las próximas generaciones. En este mundo tecnológico de la modernidad, las fronteras entre los pueblos se vuelven prácticamente inexistentes por la posibilidad real de comunicación e interacción entre ellos.


 Con todo ello ocurriendo tan rápidamente, también creció de forma significativa la posibilidad de que las confrontaciones, los conflictos, lleguen más rápidamente a las personas y provoquen debates sobre las diferencias. En las obras de Paulo Freire la “acción dialógica” crea la posibilidad de que comunidades diferentes, que hablan lenguas diferentes y que poseen religión, costumbres y etnias diferentes, se conozcan y promuevan la desconstrucción y construcción de nuevos saberes, sin que necesariamente se subyugue una a otra.

En las sociedades actuales los hombres y las mujeres no acogen las diferencias, no consiguen equilibrar sus puntos de vista ya que éstos están de acuerdo con la lógica impuesta por el neoliberalismo. El verdadero caos, el principio del desorden en la sociedad moderna, es la falta de comprensión y respeto a lo diferente. Es necesario que busquemos la tolerancia. La tolerancia tiene una significación de aquello que es tolerable para cada sujeto histórico. Freire no niega que en esa dinámica de la acción dialógica con lo diferente, en la tentativa de comprender al otro, puedan venir a aparecer conflictos, contradicciones y tensiones.

Él reconoce que en la construcción colectiva de una “relación dialógica” entre las diferentes culturas, no se consigue eliminar esas tensiones que se encuentran tan presentes en las relaciones humanas. Esas tensiones son de naturaleza divergente, surgen de acuerdo a la forma como se enfrentan los conflictos; de esa manera, encontrando el “inacabamiento del hombre”, 

Freire nos explica:
La tensión se expone por ser diferentes, en las relaciones democráticas en las que se promueven. Es la tensión de la cual no se puede huir por encontrarse construyendo, creando, produciendo a cada paso, la propia multiculturalidad que nunca estará lista y terminada. Por lo tanto, la tensión en este caso es la del inacabamiento que se asume como razón de ser de la propia búsqueda y de conflictos no antagónicos y no la creada por el miedo, por la prepotencia, por el “cansancio existencial”, por la “anestesia histórica” o por la venganza que explota, por la desesperación frente a la injusticia que parece perpetuarse. (FREIRE, 1992, p. 156).

En una perspectiva liberadora, la que pretende Freire, una educación que no se da en la esfera de los contactos, va a exigir que los hombres reflexionen en la dirección de lo que denominó tipo de consciencia transitiva crítica, definida por él en los siguientes términos: “Una consciencia que resalta la “educación dialogal y activa, dirigida a la responsabilidad social y política, caracterizada por la profundidad en la interpretación de los problemas” (FREIRE, 1967, p. 61). 

En ese sentido, la connotación de la criticidad nos coloca frente a la reflexión sobre la necesidad política, cultural y social de hacer surgir actitudes contrarias a la discriminación de cualquier naturaleza, comportándose como hombres radicales que optan crítica y amorosamente, sin imponer su opción, sino dispuestos a construir lo nuevo, juntos. Hombres críticos que dialogan sobre la diversidad de opciones. Sin embargo, es apenas en la esfera de la conciencia transitiva crítica que los hombres y mujeres consiguen actuar con autenticidad, amorosidad y ejercitan la práctica del diálogo:

La transitividad crítica por otro lado, a la que llegaríamos con una educación dialogal y activa, dirigida a la responsabilidad social y política, se caracteriza por la profundidad en la interpretación de los problemas. Por la substitución de explicaciones mágicas por principios causales. Por buscar testar los “descubrimientos” y disponerse siempre a revisiones. Por desvestirse al máximo de prejuicios en el análisis de los problemas y en su aprehensión, esforzarse por evitar deformaciones. Por negar la transferencia de responsabilidad. Por la negativa a asumir posiciones pasivas. Por la seguridad en la argumentación. Por la práctica del diálogo y no de la polémica. (FREIRE, 1967, p. 61)
En este contexto la acción dialógica es actitud del educador que se contrapone a la domesticación/cosificación y que se hace a través de la educación entre hombres que, asumiendo su condición crítica, trascienden. Así, dialogar es la actitud que se define y delimita en cada educador en la relación entre el hombre y el mundo, el hombre con otros hombres. Exige autenticidad al pronunciar la palabra. 

El hombre como ser de relaciones es lanzado a la tarea de crear y recrear su contexto histórico. Tal tarea presenta al diálogo como uno de los elementos significativos de realización. Todo el esfuerzo de los sujetos de la educación, por el diálogo, por solidarizarse con el reflexionar y el actuar de cada uno en el cotidiano escolar, los direcciona al mundo a ser trasformado y humanizado por la praxis colectiva. El conflicto en las obras de Freire es fundamental para el ejercicio del diálogo, para la construcción del conocimiento que proviene de la creación, recreación de los hombres y mujeres, para la reflexión sobre temas generadores y contenidos programáticos en el contexto de la educación liberadora, para la concientización del proceso dialéctico de las acciones políticas y pedagógicas. 

Para él, el papel de cada educador y gestor de la educación “no es hablar al pueblo sobre su visión del mundo o intentar imponerle, es dialogar con él sobre su visión y sobre la de ellos”. En ese sentido, continúa su reflexión afirmando sobre la necesidad de que estemos convencidos de que su visión del mundo, que se manifiesta en las diversas formas de su acción, refleja su situación en el mundo en el que se constituye. Con eso, nos remite a la comprensión de que las actitudes del profesor, gestor, padres y alumnos estén integradas en un contexto común de construcción colectiva de aprendizaje. A través del diálogo, todos comparten nociones de hombre, sociedad y de mundo. Toman conciencia del mundo, de sí y de los otros, en diálogo.




Por: Moacir de Góes
Extraído de
DICCIONARIO Paulo Freire
Danilo R. Streck, Euclides Redin, Jaime José Zitkoski (Orgs.)



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