El cierre de las escuelas
nocturnas en la Ciudad de Buenos Aires marca un estilo que pretende avasallar
el espíritu de la pedagogía, en una época en la que el “diálogo” es una palabra
vacía de contenido real, donde las reformas educativas se realizan “sobre” los
docentes y no “con” los docentes, con la única pretensión del ajuste en
“recursos humanos”[1]
en favor de los intereses de una exacerbada competencia individual,
emprendedurista y meritocrática, donde cada uno sería el “gestor” de su propio
destino, al modo del “just do it”, “simplemente
hacelo”. Y, en la medida en que no lo hagas, no importa qué, serías “vos” el
único responsable. Éste es el espíritu del cierre de las escuelas nocturnas en
la Ciudad de Buenos Aires.
¿Qué reemplaza a dichas
escuelas? El Ministerio de Educación de la Ciudad de Buenos Aires, en su página
web, señala que se puede realizar el secundario completo o rendir solamente las
materias que se adeuden, sin obligación de asistir a clases, siguiendo el
propio ritmo, mediante plataformas virtuales, guías de estudio, espacios de
consultoría[2],
con el apoyo de docentes y facilitadores. La única instancia presencial obligatoria
son los exámenes.[3]
En síntesis, es el olvido de
la pedagogía, una negación que somete a los alumnos a la dictadura de las
empresas que diseñan y establecen contenidos a aprender desde sus criterios de
mercado. Es la negación del docente, es la negación del alumno.
La negación del docente se da
cuando su palabra en el diálogo con la palabra de los alumnos es reemplazado
por tecnologías cuyos mentores no se conocen con nombre y apellido, ni
empresas, ni personal que fabrica las plataformas virtuales.
La negación del alumno se da
en tanto adolescentes y adultos, que
requieren cumplimentar con la obligatoriedad de la escuela secundaria, son
abandonados al autoaprendizaje. El autoaprendizaje es posible cuando
hay un dominio de la lectoescritura, cuando hay un dominio de habilidades y
contenidos propios de una alfabetización concorde a los requerimientos críticos
del siglo XXI, cuando hay un dominio de los tiempos y ritmos que hacen a las
necesidades materiales y simbólicas.
Un alumno que o bien carece
de empleo, o bien se encuentra precarizado, o bien sufre las “inclemencias”
producidas por los pocos sectores que usufructúan de sus vidas, un alumno que
vive en un estado de incertidumbre económica, alimentaria, entre otras,
difícilmente se halle con el sentido de discriminar entre ritmos propios y los
ritmos que impone una política de saqueo de la condición humana de vida en
comunidad.
Es por ello que hoy, más que
nunca, se hace necesaria una educación donde predomine el diálogo de un mundo
que se comparte, donde la relación cara-a-cara sea el espíritu que estimule el
aprendizaje educativo[4], donde la misma relación
docente alumno es una relación educativa en el más prístino sentido otorgado
por Paulo Freire.
Cerrar escuelas es una tragedia pedagógica.
Autor
Miguel Andrés Brenner
Investigador, Facultad de
Filosofía y Letras, UBA.
Profesor en Institutos de
Formación Docente
[1]
En tal sentido, los docentes
somos considerados como meros medios, meros “recursos”, con la misma jerarquía
que los “recursos materiales”.
[4]
No todo aprendizaje es
educativo, y no lo es cuando el ser humano desaparece en la tecnología. Lo
digno es una tecnología al servicio del ser humano, y no al servicio del
mercado.
No hay comentarios:
Publicar un comentario